Jardinería

4 Sep 2013

Terapia en el jardín

Sanar la mente y el cuerpo a través de la jardinería es una práctica que cada vez tiene más adeptos en el mundo. Una iniciativa nada nueva que es investigada en las universidades norteamericanas en países desde hace más de 50 años.

 

Benjamin Rush no es sólo recordado por ser una de las personalidades que firmaron la Declaración de Independencia de los Estados Unidos el 4 de julio de 1776. También fue un destacado investigador que se convirtió en el primero profesor de química de los recién nacidos Estados Unidos de América. Pero sobre todo Benjamin Rush es un referente de la comunidad científica porque está considerado como el padre de la psiquiatría americana por ser uno de los principales innovadores en esta materia aplicando sus conocimientos de psicología y psiquiatría a la filosofía, un campo en el que también desarrolló parte de su estudio.

 

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Benjamin Rush

En el campo estrictamente médico el doctor Rush descubrió varios desórdenes nerviosos, entre ellos uno que denominó anarchia y que describió como un “exceso de pasión por la libertad”. También se especializó en terapia, algo que a día de hoy le convierte desde un punto de vista actual en un personaje polémico: inventó la “silla tranquilizadora”, un aparato en que se confinaba al paciente en un aparato con agua fría en su cabeza durante horas ya que estaba convencido de que la locura era producto de una inflamación del cerebro, una teoría que evidentemente nunca pudo comprobar. Rush también es recordado por su forma de entender el terror como una herramienta que controla el cuerpo a través de la mente y que había de emplearse a la hora de curar la locura.

 

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Más allá de la polémica lo cierto es que Benjamin Rush abrió un nuevo campo, el de la terapia a través de la jardinería y la agricultura, asegurando que “excavar la tierra con las manos tiene un efecto curativo en los enfermos mentales”. Algunos años antes el jardinero y escritor Leonard Maeger declaraba algo parecido en su obra “English gardener” (1699) asegurando que “no hay mejor forma para preservar la salud que pasar el tiempo libre en el jardín”. Y es que hablar de “terapia hortícola” implica precisamente eso: involucrar al paciente en todos los procesos que conlleva la jardinería, incluso en la posterior venta del producto, para incentivar y estimular su participación en trabajos conjuntos.

 

¿ En qué se basa la terapia hortícola?

Las bondades del cuidado de un jardín o de un pequeño huerto son conocidas desde la antigüedad. Los jardines Zen, de los que ya hemos hablado anteriormente en Espores.org, se basan precisamente en principios filosóficos asociados a la estabilidad y la armonía, proporcionando tranquilidad al hombre en relación con su entorno y con la naturaleza. A grandes rasgos, la terapia hortícola mejora el autoestima y la satisfacción personal, potencian destrezas manuales, favorecen a la relajación y potencian algunas cualidades intelectuales como la memoria y la concentración. Desde un punto de vista terapéutico la implicación en las labores de cuidado y mantenimiento de un jardín son beneficiosas para todo el mundo, pero sus efectos son más destacables en personas con discapacidades físicas o mentales y en pacientes con problemas de comunicación, que pueden aprender a expresarse y a entablar relaciones buscando soluciones a problemas que puedan surgir en el jardín como consejos de cultivo o intercambio de esquejes. La terapia hortícola también puede servir como motivación para que personas que han sufrido enfermedades puedan recuperar su independencia o sus habilidades manuales y para personas que han sufrido depresión.

 

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Jardín terapéutico en un hospital de Sevilla

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Las plantas aromáticas favorecen la estimulación sensorial, por eso se recomiendan en muchos programas de terapia hortícola


El primer jardín con fines exclusivamente terapéuticos fue el Friends Hospital inaugurado en 1879 en un centro psiquiátrico de EEUU y en 1917 en Nueva York (EEUU) el Departamento de Terapia Ocupacional del Hospital Bloomingdale ofrece por primera vez formación en horticultura para profesionales de la salud. Será en 1936 cuando se reconoce formalmente el uso de la horticultura para el tratamiento de algunos desórdenes y finalmente, en 1948 Ruth Mosher Place pone en marcha el primer Proyecto de Terapia Hortícola y acuña el término Horticultural Therapy. Desde entonces cientos de hospitales en todo el mundo utilizan las plantas como un tratamiento complementario. Pero no sólo la medicina más tradicional se vale de los beneficios de la horticultura. Existen otros lugares especializados como correccionales, centros penitenciarios, botánicos, residencias para mayores, centros de rehabilitación o colegios que día a día diseñan programas para mejorar el estado físico y mental de sus pacientes.

 

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Friends Hospital. Ayer y hoy

Respecto a las plantas que se cultivan en un jardín terapéutico no hay unas normas estancas. Todo dependerá del tipo de pacientes y del proceso que cada planta requiera. Por ejemplo, si nos encontramos en un centro con personas con problemas de movilidad, se aconseja el cultivo de pequeñas macetas, cestos colgantes o jardines verticales. Si por ejemplo hablamos de personas invidentes, tendremos que tener un jardín en el que predominen especies más olorosas como plantas aromáticas y con texturas más marcadas o curiosas. Y si hablamos de una persona con problemas de memoria, lo ideal es que se dedique al cultivo de plantas suculentas. En todo caso, los programas de terapia hortícola están pensados para que el paciente pueda implicarse en todas las fases del proceso, por lo que lo fundamental es tener en cuenta la especie y los cuidados que requiere así como las herramientas para ello, diseñadas para cada tipo de discapacidad concreta.

 

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Según la Asociación Americana de Terapia Hortícola , fundada en 1973, las plantas se usan porque “crecen y cambian; responden a los cuidados, y no juzgan; estimulan la participación y los sentidos, y ofrecen esperanzas”. Es precisamente el hecho de trabajar con ser vivos lo que hace que los pacientes empaticen más con su entorno. Además, las plantas reaccionan en forma casi inmediata a los cuidados que se le brindan o a la falta de ellos por lo que los efectos de descuidos o malas acciones se ve de inmediato. La gran ventaja de la jardinería reside precisamente en que los errores son positivos siempre porque de ellos puede aprenderse aprendemos y nada es irreparable, todo puede empezar de nuevo.

 

Tal y como destaca AEHOR (Asociación Española de Horticultura Terapéutica) esta terapia “ constituye un tratamiento que no necesita una gran tecnología para poder implementarse y que ha demostrado tener resultados muy positivos. Es no-amenazante para el paciente, promueve la actividad social, mejora la memoria, proporciona estimulación sensorial y ejercicio suave, reduce el estrés y la tensión; disminuye la ira y desarrolla el buen comportamiento”.


Más info: AEHOR

Revista de divulgación científica del Jardí Botànic de la Universitat de València.
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