Mosaicultura: un jardín lleno de color
Se entiende como mosaicultura al arte de crear superficies y figuras llenas de color a raíz de elementos vegetales vivos, especialmente follaje y arbustos. El color de las diferentes plantas y su homogeneidad servirán para dar textura e imagen a estas imponentes y vistosas figuras vivas. Sin duda, un alarde estético, pero a vece la rosa tiene demasiadas espinas.
La jardinería es un arte y no sólo en lo que respecta al diseño de jardines o al cuidado de plantas de suprema delicadeza. A veces los jardines también sirven para imitar a otras disciplinas artísticas como por ejemplo la escultura o la pintura. La mosaicultura es prueba de ello. A veces, vemos en nuestras ciudades y parques esculturas vegetales que parecen llenas vida. Son muy llamativas y generalmente están ubicadas en espacios públicos. En otras ocasiones, al llegar a una rotonda o la entrada de un parque hemos visto el escudo de la ciudad tejido en el suelo. En ambos casos, lo que llama la atención de estas formaciones es su composición de colores, porque no son artificiales sino que se trata de tonalidades que la propia naturaleza nos regala.
Estas obras de arte en dos o tres dimensiones son resultado de la mosaicultura, una disciplina artística que combina la horticultura, la floricultura y la jardinería. En muchas ocasiones, la mosaicultura se une al arte topiario para dar color a las formas esculpidas en arbustos. En otras, lo que se hace es usar las distintas plantas y vegetales para crear un colorido tapiz con el que cubrir esculturas de piedra. Por último, existe otra variedad de mosaicultura en la que los artistas crean esqueletos de metal a los que se les da una envoltura vegetal. En todos los casos el resultado es belleza en estado puro.
¿Cómo se crean estas esculturas vivientes?
Si buceamos en la historia de la jardinería tendremos que viajar hasta el siglo XVIII para encontrarnos con las primeras muestras de mosaicultura tal y como la conocemos ahora. En esta época se desarrolla en Inglaterra un estilo propio que huye del clasicismo de los jardines franceses. Esta nueva tendencia, promovida por personalidades ilustres con el pintor y arquitecto William Kent, se basaba en promover formas naturales y fantásticas en los jardines, siempre inundados por cierta sensibilidad romántica. Los diseños de Kent, que se extendieron en todas las islas británicas, incorporaban en los jardines masas boscosas, grutas, parterres, colinas artificiales y juegos de sombras, todo ello organizado tras una aparente anarquía.
Escudo de Alicante
Reloj del ayuntamiento de Viña del Mar (Chile)
Con la llegada del romanticismo, ya en el siglo XIX, el bucolismo de este tipo de jardines se fue extendiendo por toda Europa, aunque lo hizo de una forma exagerada, y muchos de estos espacios verdes se convirtieron en una mezcla de elementos en los que no se tenía en cuenta el terreno, la ubicación o la organización. En algunos de ellos proliferaron complementos como lagos, cascadas, grutas, senderos serpenteantes, piedras agujereadas y pérgolas. En otros muchos se incluyeron elementos de lo que hoy llamamos mosaicultura para imprimir color y distinción al espacio. En su origen más primigenio se trataba de diseños que se realizaban en el suelo y que posteriormente se coloreaban con plantas y flores de maceta. Entre los diseños más demandados, los relojes y los escudos de las ciudades. En todo caso, por tratarse de dibujos vivos, éstos variaban en función de la longevidad de las flores que les daban color. En cuanto éstas se deterioraban o perdían la flor, se cambiaban por otros.
En la actualidad la mosaicultura es una de las partes más llamativas del arte topiario, más allá de la poda artística y que supone dar un paso más incluyendo en ésta a la escultura. Para la elaboración de estas esculturas (también se llama cultivo de figuras rellenas o stuffed topiary ) se crea un armazón metálico de acero o aluminio, y después se envuelve con una malla. La figura se rellena de una mezcla de fertilizante, perlita y esfagno y se instala un sistema de riego en su interior. Sobre este relleno se plantan pequeñas plantas que ocultan la malla metálica y con su colorido recrean la imagen deseada en poco tiempo.
Llega el conflicto
El arte topiario se ha visto revolucionado por esta técnica que no requiere esperar al crecimiento de un arbusto para podarlo y darle la forma deseada, pero desgraciadamente puede conllevar un coste ambiental excesivo. Mientras que las plantas habitualmente empleadas en jardinería provienen de cultivo en viveros, el esfagno empleado en el relleno es un musgo (género Sphagnum) que no se cultiva en cantidades suficiente para cubrir la demanda de la industria de la jardinería y su extracción se realiza directamente en su entorno natural: las turberas. Estos ecosistemas son extraordinariamente sensibles debido a su lento crecimiento y de un valor enorme como sumideros del CO2 atmosférico, por lo que mitigan los efectos del cambio climático. En la actualidad, la presión ejercida por la demanda de esfagno y turba en el hemisferio norte, ha trasladado buena parte de la extracción controlada del hemisferio norte al hemisferio sur, en países con algún vacío legal que permite esta explotación de manera incontrolada. Adicionalmente, el gasto en agua y fertilizantes para el mantenimiento de este tipo de esculturas vivas, lo aleja notablemente del paradigma de jardinería sostenible.
En España, no hace mucho se dio un caso de uso polémico de esta técnica (ver p. 69 del pdf) para la realización del emblema de Vitoria-Gasteiz como European Green Capital en el 2012, ciudad premiada por sus iniciativas medioambientales, pero que primó los criterios estéticos sobre los éticos o medioambientales para escoger su imagen de campaña. El esfagno empleado para la escultura provenía de las turberas chilenas de la isla de Chiloé, donde la explotación actual de Sphagnum nagellanicum supone un atentado ambiental y humano en un ecosistema prístino hasta hace una década.
Sphagnum magellanicum. Foto: Bernd Haynold
Polémico emblema de Vitoria-Gasteiz, European Green Capital 2012. Foto: Mirenterese
Montreal, la capital de las esculturas vegetales
Aunque el uso de la turba y el esfagno en jardinería es un tema cada día más controvertido, lo cierto es que no todos los casos de uso de esta técnica están sujetos al escándalo medioambiental. Se dan muchos ejemplos de esculturas rellenas con material proveniente de fuentes menos sangrantes y unas tasas de extracción controladas. El Jardín Botánico de Atlanta y el de Montreal son las instituciones que más fuerte han apostado por esta tendencia de la esculturas vivas.
El Jardín Botánico de Montreal se hizo famoso en los años treinta gracias a los Florailes Internationales o concursos de plantas, que se recuperaron en los años setenta. Posteriormente, con el nuevo milenio, dieron lugar a Mosaïcultures Internationales, la competición más prestigiosa del mundo en el arte de la jardinería y uno de los momentos más esperados de los montrealenses a lo largo del año. Este concurso se viene celebrando de forma trienal desde el año 2000 y en él compiten jardineros de más de 30 países. En la última edición, celebrada en 2013, en Mosaïcultures Internationales se exhibieron a alrededor de un centenar de figuras para las que se emplearon más 22. 000 especies de plantas.
Foto: Atlanta Botanical Garden
El Jardín Botánico de Altanta es otro de los lugares que ha sucumbido ante el esplendor de la mosaicultura. Siguiendo la estela del de Montreal, el año pasado y bajo el sugerente título “Mundos Imaginarios: Un nuevo reino de plantas gigantes” el jardín expuso esculturas con todo tipo de formas y tamaños, desde ranas hasta mariposas, serpientes o primates. Aunque prácticamente todas estas esculturas estaban de paso en el jardín, la de la Diosa Tierra ha decidido quedarse allí para siempre.
Más información: Mosaïculture International http://www.mosaiculturesinternationales.ca/ Turberas de Chiloé http://www.turberas.cl/