Los Jardines de Stourhead: el legado de la familia Hoare
Si te gusta pasear por jardines, si disfrutas de la paz y de la tranquilidad que se respiran en ellos, sabrás que Inglaterra tiene en su territorio algunos de los más famosos del mundo. En Espores, ya hemos hablado sobre varios jardines a nivel global, como el Jardín Botánico José Celestino Mutis (Colombia), el Jardín Botánico de Nueva York o el Jardín Botánico de Kilkis (Grecia). En este artículo, Marcos López comparte su visita a los Jardines de Stourhead, acompañado de su familia. Unos jardines que se encuentran entre los más emblemáticos de Inglaterra y que cuentan con una superficie equivalente en unas 214 veces la del Jardí Botànic de la Universitat de València. No está mal, ¿verdad?
Los Jardines de Stourhead tienen casi 11 km² y se encuentran en el nacimiento del río Stour, cercano a Mere, en el condado de Wiltshire, a unas dos horas al suroeste de Londres. Fueron inaugurados a mediados de s. XVIII por Henry Hoare II (1705-1785), apodado Henry “El magnífico” después de la creación del Jardín y todos sus elementos, propietario de las tierras en la época. Procedente de una familia de banqueros, Hoare II se ayudó del dinero familiar heredado de su padre, Henry Hoare I, para diseñar y construir los Jardines de Stourhead. Henry Hoare I era quién había comprado las tierras y era hijo del fundador en 1672 de Hoare’s *Bank, Sir Richard Hoare. Como curiosidad, en la actualidad este banco, situado en Londres, es el más antiguo de Reino Unido y el cuarto del mundo.
Las plantaciones se produjeron a cargo de unos cincuenta jardineros que plantaron hayas, robles, sicomoros, castaños españoles, fresnos y encinas.
El legado de la familia Hoare
Cuando Sir Richard Colt Hoare (1758-1838), nieto de Henry “El magnífico”, heredó las tierras hacia finales del s. XVIII, hizo algunas modificaciones: de 1791 adelante supervisó la plantación de abedules, castaños de Indias, tulipanes y más fresnos, además de laureles y azaleas, conformando los Jardines tal como se disfrutan hoy en día. Colt sobrevivió a sus hijos, de forma que las tierras pasaron a manos de su hermanastro, Sir Henry Hugh Hoare (1762-1841).
M. López
Henry Hugh Arthur Hoare, bisnieto de este último, fue el último propietario de Stourhead. Su hijo y único heredero “Harry” Henry Colt Arthur Hoare, nacido en 1888, murió a consecuencia de las heridas recibidas en la Batalla de Mughar Ridge (Palestina, 1917), durante la Primera Guerra Mundial. Poco antes de morir, para asegurar la conservación de Stourhead, Sir Henry Hugh Hoare decidió darlo a National Trust (abreviación de National Trust for Places of Historic Interest or Natural Beauty, Fundación Nacional para los Lugares de Interés Histórico o de Belleza Natural, en castellano), que lo mantiene en la actualidad.
Un recorrido con muchas paradas interesantes
Aunque en Inglaterra las horas de cierre en todos los establecimientos son bastante tempranas, especialmente en comparación a lo que estamos acostumbrados en España, en compañía de mi familia pude realizar un largo recorrido de varias horas bordeando el lago que se creó artificialmente a partir del río, desviándonos de vez en cuando en el momento en el que una zona nos llamaba la atención. Sabía que era grande (y de hecho vimos una muy pequeña parte del total de los Jardines), pero consiguió impresionarme mucho más de lo que nunca podría haber imaginado.
Seguíamos un itinerario marcado, según leíamos los nombres de las diferentes zonas, pequeños edificios y monumentos, al mismo tiempo que se nos transmitía la historia de la familia que durante tanto de tiempo disfrutó y cuidó de aquellos Jardines.
M. López
Estos edificios y monumentos son numerosos y se encuentran repartidos por la inmensidad de los Jardines. Cada uno de ellos tiene una historia y a continuación os explicaré algunas de ellas:
El Templo de Flora. Fue el primer edificio erigido en los Jardines por su inaugurador Henry Hoare II entre 1744 y 1746. Se encuentra dedicado a la diosa romana de las flores y de la primavera y en su entrada puede leerse una inscripción en latín, que traducida signfica “aléjese cualquier profano, aléjese”.
El Panteón. En el primero que muchos pensarían al ver su nombre es en el Panteón de Roma, y con acierto, puesto que su construcción, realizada en 1753 y 1754, se inspiró en él. Es el edificio más grande de los que se pueden ver en los Jardines y en su interior se encuentran estatuas de varias deidades clásicas.
La Gruta. Fue construida en forma de cueva con la intención de servir como refugio del calor estival. Por experiencia propia, puedo confirmar que se consiguió el objetivo.
M. López
El Templo de Apolo. De forma circular, fue construido en 1765 por el arquitecto Henry Flitcroft. Cómo habréis imaginado, está dedicado a Apolo, dios, entre otras muchas cosas, del Sol en la cultura greco-romana.
La Casa de Hielo. Construida alrededor de 1800, sirvió durante años para proporcionar a los invitados alimentos fríos y hielo, que se extraía del agua congelada del lago y que podía ser conservado en su interior hasta dos años.
La Torre del Rey Alfred. Tiene 49 metros de altura y fue diseñada por Henry Flitcroft en 1772. Conmemora el ascenso al trono de George III en 1760 y el fin de la “Guerra de los Siete años” (conflicto que enfrentó en Gran Bretaña y Prusia contra una coalición entre Francia, Austria y sus aliados para establecer el control sobre Silesia y en relación a la formación de imperios coloniales en Norteamérica y India).
La Casa de Stourhead. Durante generaciones fue el hogar de la familia Hoare. Diseñada por el arquitecto Cuelan Campbell siguiendo el estilo palladianismo (denominado así por el arquitecto italiano Andrea Palladio, 1508-1580) y construida en 1725. Fue cambiada con el paso de tiempo según sus ocupantes. En 1902, sufrió graves daños debido a un incendio y tuvo que ser reconstruida, quedando tal como hoy en día podemos observarla.
M. López
Infinitas posibilidades para dejarse perder
Estos son sólo algunos de los muchos puntos interesantes en los Jardines en un recorrido con infinidad de posibilidades. Me habría encantado contar con más tiempo para visitarlos, pero la falta de transporte público para llegar a los Jardines de Stourhead junto con la dificultad que para muchos de nosotros supondría alquilar un coche que tiene que conducirse por el lado izquierdo supuso una limitación de tiempo. A pesar del retraso con el cual llegamos y nuestro tiempo limitado, todos salimos de allí maravillados con lo que acabábamos de ver.
Por todas estas razones, recomiendo a cualquier persona mínimamente interesada en la naturaleza, que acuda a visitar los Jardines de Stourhead cuando tenga la oportunidad. Porque es una experiencia realmente única.
Para acabar, os dejo el enlace de la Fundación National Trust, donde se pueden consultar, entre otras cosas, precios, alojamientos cercanos o formas de colaboración, así como información sobre todo lo que se puede ver en este gigantesco paraíso.