Botánico del mes: Gonzalo Mateo
Este profesor e investigador trasladó su lugar de trabajo al Jardín con la creación del edificio de investigación, desde donde ha realizado sus estudios florístico-taxonómicos estos últimos años, aunque cuenta con cuatro décadas de experiencia a sus espaldas. El que haya sido premiado por el Banco de Datos de Biodiversidad de la Comunidad Valenciana como primer contribuyente al número de citas nos da una idea del nivel de su dedicación, y aunque Gonzalo Mateo es crítico con la situación actual, imagina un futuro idílico para la conservación de la naturaleza.
Gonzalo, ¿cómo fueron tus inicios en el Botànic?
Entré en el Botànic en el año 2000, cuando se puso en funcionamiento el edificio de investigación, y fui invitado a ocupar un despacho en su segunda planta, abandonando el que tenía en la Facultad de Biología. Desde entonces he seguido con las mismas funciones docentes e investigadoras, solamente cambiando la ubicación del lugar de trabajo ordinario. En ese sentido no me puedo considerar un “trabajador” del Jardín como la mayor parte de los que aquí trabajan, sino un profesor del departamento de botánica con su despacho en esta casa.
En un acto en el Jardí Botànic, con Isabel Mateu y Ana Ibars, 1992.
¿Por qué escogiste la botánica?
La botánica la escogí ya durante la carrera. Tras acabar el primer ciclo, siendo laasignatura que más me había gustado y obtenido mejores calificaciones solicité al Dr. Mansanet, el jefe del departamento de entonces (1973), la posibilidad de entrar a trabajar como alumno colaborador e ir preparando un trabajo de fin de licenciatura (entonces hablábamos de tesina).Lo que me atrajo fue lo mismo por lo que había elegido la carrera de Biología, y es que me había dedicado desde niño a una labor de explorador naturalístico, sobre todo en largos veranos en Soria, donde mi principal labor concreta fue la elaboración de detalladas colecciones de insectos, que determinaba como podía con la bibliografía que conseguía gracias a mi padre (profesor de Ciencias Naturales).Al llegar a la carrera esperaba profundizar en la zoología, pero la buena relación surgida con el profesor Mansanet me acabó llevando por otro camino.
Preparando la tesis doctoral. Pico Ranera en Talayuelas (Cuenca), 1979.
Salida con colaboradores, en la etapa posterior a la tesis. Yémeda (Cuenca), 1985.
¿En qué consiste tu trabajo?
Mi trabajo, como el del resto de los profesores de la Universidad, tiene una parte pedagógica: preparar y dar clases, que no suele tener lugar en el Botànic sino que me supone acudir al campus de Burjassot, y que viene condicionada por la carga docente del departamento y los acuerdos entre los profesores para impartirla. La parte más libre es la de investigación. Yo escogí desde el principio la especialidad de las plantas vasculares y dentro de ella los estudios florístico-taxonómicos, es decir conocer y dar a conocer la biodiversidad en general y particularmente de los territorios próximos.
¿Cómo piensas que ha cambiado tu trabajo con los años?
En más de 40 años de trabajo he visto cambiar radicalmente los modos de trabajo y he tenido que aprender otros nuevos, lo que ha supuesto el reto de emplear mucho tiempo en el aprendizaje de nuevas tecnologías y tener que desechar archivos, ficheros, etc., en soportes obsoletos para ir adaptándolos a los nuevos.
¿Cómo es la situación laboral ahora?
Mi situación laboral actual ha pasado a hacerse francamente incómoda desde que la sociedad se ha ido deslizando hacia el apoyo de investigaciones tecnológicas y la marginación de las que afectan a la biodiversidad. Se habla mucho de ella y el interés por preservarla, pero se penaliza a quienes trabajamos en ella de todos los modos posibles, relegando la valoración de nuestros trabajos al mínimo y obstaculizando que nuestros discípulos puedan acceder a becas y ayudas si mantienen esta especialidad. En tal sentido, observo que se emplean muchos recursos humanos y económicos en las investigaciones que se hacen sobre biología, quizás podrían ser más, pero sobre todo deberían ser más equilibradas: no creo que haya que promover unas especialidades a las que se reservan grandes recursos mientras no queda nada para otras.
¿Trabajas solo o en equipo?
Siempre que he podido trabajar en equipo todo ha ido mejor y hemos avanzado más, pero si las administraciones se empeñan en que en tu especialidad no trabaje nadie, especialmente los jóvenes y nuevos licenciados, acabas condenado a trabajar sólo en el día a día, aunque puedas contar con la colaboración a distancia de colegas o aficionados de aquí y allá.
En trabajos sobre flora del sistema Ibérico en Ambrona (Soria), 2008.
¿Estás orgulloso de haber participado en algún proyecto en especial?
De muchos. He trabajado de modo nuclear en el proyecto de fondo Flora ibérica, de 21 volúmenes (gordos), que ya sólo le queda uno para concluir. Precisamente en el que acaba de salir contribuyo con dos géneros de los más extensos y complejos (Hieracium y Pilosella) de nuestra flora.
Y no puedo olvidar la aportación decisiva en el Banco de Datos de Biodiversidad de la Comunidad Valencia, donde me han dado el premio como primer contribuyente en número de citas. También en dos proyectos que suponen el hacer llegar el mundo de las plantas a un público más amplio, como el Atlas de Flora de Aragón o el Herbario Virtual del Mediterráneo Occidental, tan esencial en el trabajo de los estudiantes.
Sobre Estudio monográfico sobre los géneros Hieracium y Pilosella en España que has escrito junto a Fermín del Egido. ¿Qué objetivos tiene esta publicación?
Se trata de la primera vez que se publica un trabajo monográfico sobre estos géneros en España, siendo muy escasos los similares en otros países, al ser unos de los géneros más complejos y escurridizos, que tienen aún mucho por dilucidar. Fermín y yo llevamos descritas más de 100 especies, la mayoría de los Pirineos y la Cordillera Cantábrica, donde son muy abundantes y diversificados, teniendo un gran interés para conocer la evolución de las flora y los climas durante los períodos glaciares y post-glaciares. Del primer género catalogamos y describimos unas 340 especies y unas 70 del segundo. Calculamos que cuando estén bien conocidos tendremos más bien 600 del primero y 100 del segundo.
Con Fermín del Egido y Paco Gómiz recolectando muestras de Hieracium. Coriscao (límites Cantabria-León), 2017.
Has dado nombre a más de 130 plantas nuevas para la ciencia, ¿en qué te inspiras para hacerlo?
Es una buena pregunta, que no me habían hecho nunca y que no es en modo alguno baladí. Me interesan mucho las lenguas, las palabras, los nombres que se dan a las cosas, y procuro generarlos del modo más digno y eufónico que puedo, generalmente basado en la geografía. Algunas que he dado serían Achillea bronchalensis, Hieracium conquense, Pilosella asturica, Centaurea saguntina o Sarcocapnos saetabensis.
También te has interesado por los nombres comunes, por unificarlos, con la propuesta los nombres comunes de las plantas . ¿por qué es relevante?
Efectivamente, no basta con tener nombres científicos unificados, ya que el 99,99% de la sociedad no los emplea. Ellos manejan los nombres en sus lenguas vernáculas. Algunas tienen obras donde estos nombres se presentan bastante normalizados y unificadas (Francia, Inglaterra, Cataluña) pero no así en España o a nivel de la lengua española. Por mi parte he tratado de dar una llamada de atención sobre el particular con una pequeña obra que puede ser un buen punto de partida, pero la acogida es mínima (creo que se han vendido unos cien ejemplares) porque esta sociedad presenta lo que podríamos llamar analfabetismo botánico (como se habla del digital), es decir que a partir de lo que le han enseñado sobre las plantas ni sabe ni quiere saber sobre ellas.
Estudio monográfico sobre los géneros Hieracium y Pilosella en España (link).Los nombres comunes de las plantas (link).
Cuentas con una amplia producción científica y se puede decir que has creado escuela. ¿Cómo se consigue transmitir la importancia de la investigación botánica?
Primero matizar que es posible que haya creado escuela, pero no he logrado mantener un equipo propio de trabajo. He colaborado en la formación de muchos y algunos ex-alumnos me lo agradecen después, pero por los motivos antes señalados no se me ha permitido mantener un equipo propio.
¿Qué papel crees que tiene la divulgación?
La divulgación es tan importante o más que la investigación. No podemos dejarla en manos de aficionados y principiantes, como se ve muchas veces en la actualidad, ya que los investigadores más formados tienen que dedicarse a hacer curriculum y publicar en revistas de impacto. Por mi parte, llevo una dedicación a la divulgación, que creo muy conveniente, aunque tampoco es bueno acabar especializado en ella por falta de apoyo a tus líneas de investigación.
Eres director, desde su creación, de la revista Flora Montiberica. ¿Qué destacarías de ella?
Esta revista surge de la experiencia en Madrid de la revista Fontqueria, la primera que conocí sin apoyos institucionales. Surge gracias a que las nuevas tecnologías permiten unas autoediciones muy baratas (si se opta por la austeridad) y de muy pocos ejemplares, pero que sirven para dar salida a trabajos que en los últimos 20 años no se valoran adecuadamente en las revistas mayoritarias. Puedo señalar que acaba de salir el número 70 y que desde que comenzó se mantuvo con 3 ejemplares anuales, pero desde hace poco hemos tenido que pasar a 4. Ninguna revista española mantiene un ritmo así ni una periodicidad tan regular. Un artículo tarda una media de un par de meses en estar en la calle, frente a 1-2 años en otras más oficiales (que dependen de financiación oficial que muchas veces no llega).
¿Dirías que tu trabajo te permite aprender sobre temas no relacionados con la Botánica?
Sí. Lo que pasa es que en realidad no hay temas no relacionados con la botánica: unos más de cerca, como la geología, la geografía o la zoología, otros más lejanos, como la antropología, la medicina, la filología, la historia… Todas las ramas del saber me interesan. No así todas las disciplinas objeto de estudio, pues algunas no promueven el conocimiento de la realidad sino de cuestiones prácticas para organizar la sociedad, como las que se estudian en ciencias económicas o derecho. De todos modos el estudio del planeta y todas sus peculiaridades, lo que entendemos como geografía, sería tras la botánica lo que más me interesa y aplico en mi investigación, que siempre ha tenido un cariz territorial o geobotánico.
Con Benito Crespo y Emilio Laguna, en la presentación del primer volumen de Flora Valentina. 2011.
¿Cómo valoras la situación actual de la docencia?
Creo que es heredera de una situación secular, en la que todo se ha basado en clases pretendidamente magistrales cuando la transmisión principal de los humanos era oral. Desde que hay libros esto es menos necesario. Desde que éstos son muy accesibles a todos los públicos, menos aún. Desde que todos esos conocimientos están gratuitos y accesibles en tu propia casa, como en el mundo actual de internet, ya pasa de ser innecesario a casi ridículo seguir igual. En cambio, las clases prácticas son insustituibles. Es muy difícil iniciarse sólo en la mayor parte de las especialidades sin alguien al lado que te vaya orientando al principio. Por mi parte cerraría las aulas y ubicaría la docencia un 50% en los laboratorios prácticos y un 50% en el campo.
¿Y cómo animarías a los actuales estudiantes de biología para que se dedicaran a lo mismo que tú?
No les puedo animar. En este caso me veo obligado a desanimarles, por lo que hace unos diez años que ningún estudiante se haya animado a trabajar conmigo. En realidad sí que les animo, pero les señalo los obstáculos que las autoridades ponen para poder dedicarse a esto. Algunos empiezan pero duran poco…
Conferencia sobre los bosques ibéricos. Enguera (Valencia), 2016.
¿Cómo imaginas a los futuros botánicos y botánicas?
Imagino un mundo, en un futuro no muy lejano, donde la humanidad haya caído en la cuenta de que lo más valioso de todo lo que tenemos en el planeta es la vida. Minerales hay desde la Luna hasta Plutón para hartarse. ¿Qué es aquello imprescindible para nuestra vida y que es escaso o desconocido fuera de la Tierra? Sobre todo tres cosas: el agua, los animales y las plantas (aparte de nosotros mismos). Imagino un mundo en que se ha llegado a un gran acuerdo mundial: prioridad absoluta a la conservación de la calidad del agua y de las especies de la flora y fauna silvestre; a su estudio, a su divulgación, al mantenimiento sano de sus hábitats. En ese mundo harán falta muchos miles de expertos, que destaquen también por su amor a la Naturaleza y que estén bien familiarizados con ella, que investiguen en los temas que ayuden a su mejor conocimiento y que les exhorte a divulgar sus conocimientos a todos los rincones de la sociedad.
Foto de grupo del curso de Botánica Práctica de la Universida de Verano de Teruel en Orihuela del Tremedal. Con Javier Fabado y Carles Fabregat. 2016.
¿En qué época de la botánica te hubiera gustado vivir?
He tenido la suerte de llegar a la botánica en el mejor momento de la historia. Cuando todo estaba por hacer y empezaban a darse las condiciones para hacerlo. Esta generación lo hemos hecho casi todo en la historia de la botánica española. Podríamos haberlo redondeado si no nos lo hubieran impedido. Pero lo que empezaba bien a finales de los setenta se truncó durante los noventa. No nos dejaron ni 20 años de “vacas gordas”. Llevamos ya otros 20 años de “vacas flacas”, donde algunos seguimos trabajando porque vemos lo mucho que queda por hacer y porque nos gusta, aunque en una permanente carrera de obstáculos contra corriente. Si hubiera vivido antes podría haber hecho muy poco. Si llegara ahora… menos.
¿A qué botánico o botánica te hubiera gustado conocer en persona?
A nivel internacional la lista sería muy larga, desde Linneo hasta el presente. En este país no ha habido mucho donde elegir, pero señalaría a Carlos Pau, el farmacéutico de Segorbe, que vivió siempre en su pueblo y trabajó como botánico unos 50 años (1887-1937), llegando a ser el más reconocido de los botánicos españoles de su tiempo, sobre todo fuera de nuestras fronteras.
En el Institut Botànic de Barcelona, estudiando la correspondencia de Carlos Pau. 1993.
Imagina que tienes tanto presupuesto como quieras. ¿Cómo sería entonces tu trabajo? ¿Qué cosas mejorarías?
Es curioso que la percepción del gran público es que el único freno posible para el avance de la ciencia es que las autoridades no den suficiente dinero, pero hoy día hay que tener en cuenta que las grandes empresas son las que organizan la investigación y -en parte- la financian. Los investigadores de plantilla y los profesores de Universidad investigamos con fondos que nos dan las empresas, lo que es muy rentable para ellas, ya que se hace en instalaciones ajenas, con personal cualificado que ya tiene su sueldo y sólo se necesita contratar (unos meses o años) a algún becario. Yo no puedo imaginar un mundo en que me den todo el dinero que quiero para investigar, me basta con imaginar un mundo donde la administración y las universidades se vuelquen en potenciar las investigaciones útiles para la calidad de vida de los ciudadanos y del medio ambiente en vez de obstaculizarlas.