Daniel Climent: “Mi dedicación a la etnobotánica tiene una fuerte carga de intento de retorno divulgativo i educativo”
Seguimos hablando con Daniel Climent sobre su pasión, las plantas. Pero también de lengua, del que supone la investigación de los términos botánicos en otros idiomas, de una Etnobotánica global necesaria en estos tiempos, de cómo ser mejor comunicador y, sobre todo, de no dejar nunca atrás las ganas de aprender.
Una vez escribiste que la etnobotánica se pierde con gente capaz de entender los múltiples lenguajes en que se expresa la naturaleza. Explícanos esta frase tan sugerente.
De manera parecida en un libro ilustrado, donde el texto puede estar escrito en diferentes formatos y contener informaciones diferentes, fotografías e ilustraciones, y constituyendo un mosaico con piezas informativas que se complementan mutuamente, cualquier aspecto de la naturaleza contiene una variedad enorme de mensajes. Tú miras una planta, un paisaje, y puedes ver muchas cosas. Imaginémonos una orquídea… puedes anotar donde está, si tiene hojas marchitas o no y en qué época, admirar la flor, la forma que tiene, y puedes olerla, observar si la visita algún insecto, como entra y como interactúa… Incluso puedes sacarla del suelo y ver que las raíces parecen un par de pelotitas…
Sin duda miras más allá de la flor!
Y todo el mundo puede hacerlo, y todavía más, porque empiezas a plantearte el por qué las cosas son cómo son. Por ejemplo, podría polinizarla cualquier insecto? O son el agua, o el viento, quienes transportan el polen, o las semillas? O se autofecunda? Observa que a partir de preguntas como estas ya estamos entrando en cuestiones de zoología, botánica, morfología… Además, buscas el origen de la palabra orquídea y resulta que tiene que ver con orquis, es decir, con una palabra griega que significa “testículos”, y esto lo relacionas con la forma de las raíces que decía antes, o con la palabra orquitis, cuando un hombre tiene inflamación de testículos, puesto que el sufijo –itis indica justamente “inflamación”.
Invernadero de orquideas del Botànic
Y además del significado las palabras están las diferentes lenguas, que lo complican todo.
Lo complican y a la vez lo enriquecen todo, sí. El hecho es que a lo largo de los años de estudiar las relaciones de los humanos con las plantas, de tratar de recopilar los vínculos culturales, de intercambiar informaciones, ha llegado a construir un tipo de red de amigos con quién compartir hallazgos, comentarios, dudas; y tienes contactos en muchos lugares de todo el mundo, y los preguntas cómo se llama una determinada planta a otro lugar, que no todo está en internet – rio Daniel -. Cuando la gente queremos entendernos la mitad del camino ya está hecho; después te ayudes de traductores, o pides ayuda a alguien que sepa más, que siempre hay, afortunadamente.
Acabarás siendo un experto!
No! Yo no soy lingüista, ni experto en ninguna lengua, pero cuando me encuentro un material en alguna lengua diferente del catalán o el castellano, lo primero que hago es un intento al comprender qué querrá decir el texto a partir de algunas palabras que pueda reconocer. Imaginémonos un texto en latín del que no he encontrado una traducción, pues primero me oriento para suponer qué querrá decir, después pregunto a amigos que saben, que te hacen matices muy buenos respecto de tu intento, y más todavía, tengo una ventaja añadida para llegar a idiomas que desconozco por el hecho que al trabajar en un instituto donde vienen alumnos de muchos lugares distantes y distintos siempre encuentro informantes de lugares inaccesibles para mí y con la posibilidad de encontrar traductores entre ellos, de aquello que me informan sus familiares. Y, de hecho, en ocasiones he llegado a tener muy buena sintonía con los familiares por el hecho que estimulo a los alumnos a que pregunten en casa cosas sobre plantas. Y sobre todo las mujeres, madres y abuelas se entusiasman de ver que su hija o nieta se acerca a preguntarle por nombres y usos de plantas que tenían en un tipo de despensa afectiva. De repente el profesor de ciencias se interesa por aquel nombre de una planta y por el uso que se hacía!
Así que tu red de contactos traspasa fronteras?
En cierta medida esto me ha venido dado. Te posaré unos casos. Una amiga etnobotánica que había hecho Erasmus en Finlandia me ha enviado hace poco a una mermelada de allí hecha de moras, de unas moras que son las que aparecen en su moneda de dos euros, y que la suelen tomar con un queso especial, y me comentaba como lo preparaban, o como lo comían. O el caso de la abuela de una alumna ucraniana, que me envió a través de su nieta un bric de savia de abedul, agradecida porque le había preguntado qué hacían del árbol en su país y habían tenido ocasión de hablar; y como que allí se comercializa, e incluso se exporta para las comunidades eslavas repartidas por el mundo me hizo llegar un ejemplar del zumo envasado, que me bebí con mucho de gusto. Y la niña me contó también, toda devanida, que con la corteza del abedul sus abuelos hacían zapatos, y juguetes; y me transmitió lo contenta que se había puesto su abuela de poderle contar a la nieta sus habilidades manufactureras. Por cierto, junto al bric de abedul, la abuela me hizo llegar una rama del árbol, que había llevado de Ucrania para regalármela.
Con las moras que aparecen enestá moneda son ccon las que los finlandeses hacen mermelada.
Qué historia más bonita
Sí, bien es verdad que ese tipo de red que casi sin pensarlo has ido montando me ha ofrecido muchas alegrías. Incluso hace dos años, cuando me regalé a mí mismo un tipo de Erasmus a Bath (Inglaterra) para ver si aprendía un poco de inglés y conocí una barbaridad de gente de todo el mundo; y a consecuencia de mi interés por las plantas del país de cada cual empecé a recibir materiales e información de la tipología más diversa, usando el inglés como lingua franca (el mío es muy deficitario, pero me busco ayudas, claro). Así que tengo libretos que editan al Venetto sobre hierbas y aguardientes, conozco una chica de Kazajistán que me contó que la anterior capital, Almatý, quiere decir “abuelo de la manzana”, porque piensan que allí se originó el fruto, y que una gran manzana preside la plaza central de la ciudad; incluso un chico del Piamonte me hizo llegar una compilación de nombres populares de plantas que le había recogido a su abuelo.
Hablamos de una Etnobotánica global?
Creo que podemos decirlo así, sí; porque además de estudiar la etnobotánica más arraigada en cada lugar, que es la que forma la base etnobotánica, también es cierto que hoy en día tenemos recursos y capacidad para recopilar datos de lugares muy distantes e intentar entender la etnobotánica globalmente. Porque yo soy profesor de ciencias, no etnobotánico profesional, y mi dedicación a la etnobotánica tiene una fuerte carga de intento de retorno divulgativo, educativo. El conocimiento etnobotánico, tanto local como global es un potente dinamizador para aprender historia natural.
Háblame más de esa diferenciación entre local y global.
El primer paso es el de la etnobotánica local, y el que primer hacemos es consignar las conversaciones con la gente de los lugares que visitas, y que en mi caso ha sido fundamentalmente el mediodía valenciano; me resulta apasionante pasar horas y horas escuchando a algunos labradores, “maseres”, mujeres de casa, pastores, alguno de él quizás sentado sobre una piedra mientras te cuentan cosas de la naturaleza más inmediata; y entiendes el que querría decir ser catedrático, del latín catedra, “silla”, desde donde impartir la lección; y esa “cátedra” puede ser una roca, o el tronco del algarrobo, desde la cual te está hablando ese experto en plantas y animales y que te aporta conocimientos que no encuentras en los libros, y que después intentarás plasmar en papel, contar a los alumnos o a los asistentes a conferencias. Y en ocasiones incluso te regalan algo hecho por ellos, con sus manos: un pequeño juguete, una honda de esparto, una escopeta de caña, una barquilla de juncos, que después también usarás en las conferencias, o las clases.
Daniel Climent
Y el segundo paso?
Pues después de esa fase de investigación de campo, de compilación de palabras, de explicaciones, de rituales, de gestos, de cuentos, leyendas, canciones y refranes, de costumbres, está la fase de contrastar, consultar, establecer comparaciones entre informaciones referidas a la misma planta pero obtenidas en otros lugares o en otras fuentes, estructurar, analizar lingüísticamente. Eso sí, una vez has abierto las antenas y las has orientado hacia todas las direcciones empiezas a encontrar etnobotánica por todas partes, incluso en las palabras, en los gestos o en las imágenes de los santos en una iglesia o en un retablo de pared. Y, además, a comparar muchas de las cosas de aquí con las que has conocido o leído de otras tierras.
Pero ahora que dices de palabras, como comentabas antes, la lengua puede ser un impedimento.
Un impedimento o un puente, según los casos. Te contaré una anécdota sobre palabras diferentes para la misma planta y lo relacionaré con una obra de Shakespeare, a ver si lo sé explicar.
A ver…
Mientras recogía información sobre componentes de los “herberos” o “herberets”, esas maceraciones de plantas en aguardiente tan habitual en las comarcas valencianas, me desvié hacia la “absenta”, que a pesar de que en cierta medida se escapa de la idea tradicional de “herbero”, ha tenido una importancia fundamental en la cultura de las bebidas populares valencianas. Naturalmente tuve que estudiar la planta fundamental con que se preparaba la bebida, el “donzell”, la Artemisia absinthium, de gusto muy amargo; en castellano la planta se llama ajenjo, ausente en francés (de donde vendrá el nombre de ausenta), y en alemán wermut. ¿Te suena? También encontré los nombres en ruso y en ucraniano ayudado por una amiga de las clases de inglés, ucraniana de origen . En inglés el nombre de la planta es wormwood, que quiere decir “madera de gusanos”, una alusión al hecho que se daba en infusión a los niños cuando tenían gusanos intestinales.
Artemisia absinthium. Imagen de anticlimax
De momento no me he perdido!
Perfecto, pues doy todas estas vueltas a una palabra porque quiero contarte una cosa curiosa relativa a Hamlet; ya sabemos que es una obra de teatro que dentro tiene otra: en un momento dado unos actores van al castillo y Hamlet piensa “estoy dudando si mi madre y mi tio se han aliado para matar mi padre y acceder al trono, y querría aclarar qué es el que ha pasado”. Entonces se reúne con los actores de la compañía y los propone que representen una pequeña obra que se ha inventado, para ver la reacción de su madre y su tio que estarán presentes en la actuación. La obra de teatro describe aquello que Hamlet sospecha: que ha habido una conchabanza y que el resultado ha sido la muerte de su padre. Hamlet, como espectador de la obra escrita por él mismo, observa como su madre y su tio van desmontándose, lo cual confirma las dudas que tenía. Entonces, y en una forma teatral típica de Shakespeare, Hamlet se dirige a los espectadores, a nosotros, y solo nos dice una palabra señalando la pareja conspiradora: wormwood. Y continúa de nuevo, como si tal cosa, asistiendo a la representación teatral . Pues bien, wormwood es la palabra inglesa para el ajenjo, una hierba que ya hemos comentado que es muy amarga, amarga como la hiel, o como diríamos nosotros, “amarga com la retama”; al referirse Hamlet a la expresión facial de la pareja reinante con la palabra wormwood está aludiendo, diciéndonoslo, al hecho que “están tragando hiel”, que están pasándolo mal, amargados por la representación que están viendo, como si hubieron tomado retama al verse reflejados, cosa que indica su culpabilidad. Por lo tanto, esa palabra que nos dice Hamlet está llena de sentido, si la sabemos interpretar, claro. Si sabemos los significados que hay asociados a determinadas plantas podemos entender mejor muchas cosas que de otro modo se nos escaparían.
Pero no crees que igual de importante es la etnobotánica como saber comunicarla? Antes has hablado de tu vocación divulgadora. Tú en esto eres un experto, cuando hablas la gente se queda encantada escuchando. Cuéntanos el secreto. Es solo innato o también has aprendido con el tiempo?
Yo, más que tímido, soy miedoso de hacerlo mal, de defraudar. Porque si no me sale bien la clase, la conferencia, la paseada guiada, me encuentro mal. Y esto me ha pasado siempre con los alumnos: por ejemplo, cuando a primeros de ser profesor no sabía casi nada sobre las plantas o las piedras que veíamos y lo pasaba fatal; como que yo soy químico de formación, había hecho la especialidad de bioquímica, quizás supiera algo de bioquímica, pero tenía que dar una asignatura, las “ciencias naturales” de los cursos más bajos donde no había nada del que yo había estudiado, y sí mucho de plantas, animales, geología. Así, pues, tenía que partir casi de cero y estudiar mucho, y en ocasiones partir casi de cero puede ser una suerte.
Qué quieres decir?
Pues que al asumir mi ignorancia sobre aquello que tenía que explicar me planteé que si yo fuera alumno y no supiera nada de algún tema querría que me explicaron las cosas acompañándome en el descubrimiento; es decir, no dándome la información cerrada y preparada para aceptarla como un dogma y para responderla en un examen. Y si quieres aprender con una metodología apropiada también lo tienes que querer para tus alumnos, y tendrás que intentarlo: acompañar en el aprendizaje a la gente que está contigo, esté en el aula, en una conferencia, a una visita guiada. Y como que quieres ganártelos, como que quieres atraparlos porque se apasionan por aquello que estás explicando, ¿qué haces? Pues fijarte mucho en sus reacciones, en la expresión facial, en sus ojos, y utilizar en el camino explicativo usar cosas que ya intuyes que saben y usar estas complicidades como “área de descanso”, para volver a reiniciar la ruta un poco descansados.
A mí, contado así me pares el profesor ideal.
Cuando antes te hablaba de Hamlet tenía cierta complicidad implícita contigo, porque sabía que, como mínimo, te sonaba el personaje; e iba suministrándote informaciones (como la amargura, por ejemplo), que después volvías a recuperar y te permitían situarte en un estadio diferente y más apropiado para volver en su punto de partida –la pregunta sobre el significado de la palabra misteriosa que nos dice Hamlet- pero con una perspectiva diferente; y si he conseguido que volvemos juntos, tú y yo, en su punto de partida pero ahora tú estás convencida de que interpretas mejor el fragmento de Hamlet es que hemos hecho bien el camino. Y a pesar de que lo hemos planteado como un ejemplo particular me ha servido para explicar aquello que te quería transmitir, que conocer el significado del nombre de las plantas puede ayudarnos a entender cosas que sin ese conocimiento se nos escapan. Pues bien, como te he dicho, una de las técnicas que utilizo es avanzar apoyándome en cosas que supongo que los alumnos ya conocen; avanzar, volver recuperar información para dar un nuevo salto. Pero para hacerlo bien también tienes que dosificar los silencios, conseguir ciertos momentos de espera cómplice para sorprender a los interlocutores, para confirmarlos en aquello que sabían, o para posarlo en entredicho. También es importando el movimiento de tu cuerpo, y de las manos, la cadencia, y ese microsegundo para que el otro tenga tiempo a prepararse por aquello que va a recibir de tú; y crear ciertas complicidades, incluso intercalando “mentiras controladas” que desmientes con la sede ayuda; o dudando de aquello que acabas de afirmar con rotundidad. Establecer, en definitiva, un diálogo anímico con los asistentes.
Es verdad que te mueves mucho!
Si, verdad? En hablar de plantas se pueden hacer muchos gestos. Si, por ejemplo, hablo de trenzar fibras haré el gesto con las manos; si digo que disparar un arco de madera de tejo era muy difícil por la resistencia que ofrecía tensar la cuerda también haré el gesto y pondre la cara de dificultad. Como que se trata de un público no especialista pero con ganas de saber suele tener un buen efecto el representar aquello que explicas; no solo decirlo de palabra, porque también hablamos con el cuerpo, y la dinámica corporal puede ayudar a llamar la atención sobre aquello que queremos transmitir. Tienes que atraer con el ritmo de la palabra, el énfasis, sí, pero también con el cuerpo, con la expresión facial, como en una conversación, como en un intento de seducción.
“Tienes que atraer con el rimo de la palabraa, el émfasi, sí, pero también con el cuerpo, con la expresión facial…”
Esa es una buena palabra, seducción.
Si, y también has d‘admitir que te puedan interrumpir y preguntar, y opinar, así entras en una dinámica de charla en qué todos los espectadores, aunque estén en silencio, tengan la sensación de que estás hablando con ellos y ellos contigo, avanzarte a sus potenciales preguntas, o para incitar a que las hagan, aportar información con dosis apropiadas porque puedan construir la respuesta y tener la sensación que han llegado por sí mismos. Y tienen que ser conscientes que tú también estás para aprender cosas gracias a ellos. Porque en realidad es así. Yo aprendo mucho, mucho más del que puedas imaginar, cuando me comentan cosas, cuando intento acompañarlos en la investigación, cuando me ayudan a ver aspectos en que no había reparado.
Mira, justo yo siempre que te siente pienso “este hombre sí que sabe”, pero tú me dirás que no, claro, que no lo sabes todo. Me gusta el concepto de que todavía estás aprendiendo.
Claro que sí, es que estoy convencido: en cierta medida es cómo si todavía estuviera despertando al conocimiento, me continúo ilusionando para aprender cosas; y en ocasiones pienso por qué no me enseñaron, cuando tocaba, todas estas cosas que ahora estoy aprendiendo? Pero, si no era tan difícil habérmelas aportado! Tengo la sensación que una parte demasiada grande de mi etapa escolar y universitaria se derrochó; tuve algunos profesores magníficos sí, pero, visto en conjunto, la etapa de aprendizaje me parece que fue muy ineficiente: demasiado tiempo invertido para aprender realmente poco; por haber confundido aprobar con saber; para hacerme pensar que sabía algo tan solo porque resolvía problemas-trampa, aquellos que permitían obtener la respuesta correcta si seguía un protocolo cerrado aunque no hubiera entendido nada.
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Suerte que con el tiempo esto ha cambiado.
Afortunadamente después he tenido una profesión que me ha permitido aprender cada día gracias a compañeros, alumnos, y con las conferencias, los artículos y libros, y gracias a la gente que ha compartido sus saberes conmigo. Te contaré una anécdota reciente: hace unos días, el trece de diciembre, vine aquí, en València, y aproveché para llevar a la filmoteca valenciana unas películas familiares antiguas, puesto que las digitalizan y las salvan para el fondo documental que tienen. Hablando con la chica que me atendió salió a colación que ese era el día de Santa Llúcia y ella me indicó que justo en una iglesia con ese nombre todavía se hacía un porrat y me contó cosas sobre cómo eran los porrats antiguos, qué frutos se vendían, y en particular qué diferenciaba la fiesta y el porrat de Santa Llúcia de los demás. Así que me fui a visitar el porrat y la iglesia, a habla con los fieles y a ver como repartían pares de panecillos benditos, rodonets, un símbolo de los ojos de la santa, puesto que según la tradición le habían arrancado los dos ojos. Los componentes de ese ritual ya los sabía, aluden por la noche más larga del año (la oscuridad, la ceguera) que se celebraba en el solsticio invernal, del antiguo calendario juliano, el 13 de diciembre, antes de la reforma del calendario gregoriano en que el solsticio lo celebramos el 24-25 de diciembre. Con esto quiero decir que combinar diferentes tipos de conocimientos (el astronómico, el histórico, el religioso) facilita entender algunas de nuestras manifestaciones culturales y a la vez comprobar como perviven, como se transforman. Sí, creo que la confrontación crítica de elementos culturales diversos te facilita “orientar las antenas” en muchas direcciones y estar aprendiendo continuamente. Y esto puede ser una fuente de satisfacción, de un tipo de reavivación infantil gracias a los descubrimientos que vas tirando.
Así que te vas encontrando historias.
Y lo más importante, encuentras la oportunidad de sumar a la información científica que conoces la nueva información que te dan, y puedes conectarla en el mismo tiempo con la económica, histórica, geográfica, lingüística que has ido aprendiz. Un porrat, para seguir con el ejemplo anterior, es una fiesta, sí; pero más allá contiene mucha información relevante que en ocasiones solo te podrán dar ya las personas mayores, las generaciones que van desapareciendo. Así que si estás siempre aprendiendo es porque estás activo y motivado, y porque consideras que el conocimiento válido no se encuentra tan solo en la enseñanza formal, ni en internet, sino que hay mucho para aprender de muchas situaciones, personas, de la naturaleza, de los objetos. Y muy a menudo he comprobado que para determinados auditorios, sobre todo los que son muy heterogéneos, es muy importante que en la charla puedas tocar muchos aspectos diferentes siempre que los articules adecuadamente, que se complementen entre sí: que si un cuadro, que si una canción, que si la etimología de la palabra, y todo esto para convencer a la gente de algunas cosas que quizás no sea consciente.
Qué cosas?
Que a menudo saben más de lo que creían saber (y por eso tienes que usar recursos de complicidad valorando aquello que ya sabes que saben). Que son suficientemente capaces de entender conocimientos de cierta altura si se los explica bien y si se los relaciona con su vida cotidiana, recuerdos, esperanzas o aspiraciones. Y que prácticamente todo el que los rodea es una fuente potencial de información si se la sabe interpretar, y si se cambia la manera de mirar, de admirar y de disfrutar. Y hay mucha gente que todo esto es consciente hasta que no lo experimenta. Y cuando consigues que, gracias a aquello que haces, haya gente que encuentro que detrás de cada planta, de cada árbol, hay todo un mundo de cosas, un ecosistema de conocimientos que puede ser motivo de goce, entonces piensas que paga la pena intentarlo.