Botánica del mes: Olga Mayoral
Conservar las especies vegetales y dar a conocer el mundo de la botánica a la ciudadanía, son las dos vertientes que mejor definen a esta botánica, investigadora y profesora del Departamento de Didáctica de las Ciencias Experimentales y Sociales de la Universitat de València, que disfruta recorriendo las montañas y que no concibe la enseñanza sin utilizar los entornos naturales que tenemos a nuestro alrededor. Arboretums y jardines botánicos como el nuestro, con el que tiene una larga relación profesional y personal, son para ella un magnífico recurso para formar a los futuros docentes y realizar prácticas educativas de calidad al aire libre.
¿Por qué escogiste la Botánica? ¿Qué es lo que te atrajo?
Desde pequeña he estado en contacto con la naturaleza. Mi abuelo vivía en la Venta de Contreras y para mí era habitual pasear por los Cuchillos de Contreras y las riberas del río Cabriel. Él me enseñó mi primer nombre científico, Rosmarinus officinalis, y me compró un libro de plantas medicinales. De pequeña viví en los Pirineos y en Cuenca, donde tenía oportunidad de salir a la montaña con gente que conocía el territorio y disfrutar aprendiendo.
Con pocos meses en Panticosa, en la mochila con su padre
Así que el gusto por conocer lo que me rodea me viene de bien pequeña, pero cuando decidí estudiar la carrera de biología, pronto me interesaron las plantas especialmente, aunque las mejores experiencias eran siempre las salidas de campo con diversos especialistas, que ofrecían una visión más interesante y completa.
Con un ramo de rabaniza blanca (Diplotaxis erucoides) cuando vivía en Cuenca
Isabel Mateu fue mi primera profesora de botánica y la primera persona que me abrió la posibilidad de incorporarme en un grupo de investigación. Pilar Donat, entonces directora del Parque Natural del Montgó, generosamente me ayudó a determinar las primeras plantas con la edición de 1990 de las “Claves para la flora valenciana” y me hizo ver que aquello era posible.
Tu relación con el jardín botánico viene de lejos, ¿cómo surgió y en qué punto se encuentra ahora?
Cuando comencé la carrera, como estudiantes de biología éramos visitantes habituales del Botànic, aunque siempre de manera particular, porque sólo hicimos una visita con profesorado en prácticas de botánica. El Jardín Botánico era un sitio donde aprender y pasar ratos agradables con amigos. En el año 1999, al poco de haber terminado la carrera y al regresar de un largo viaje por la Patagonia, Gonzalo Mateo me ofreció incorporarme al equipo de trabajo del Atlas de los Hábitats Naturales y Seminaturales de España a escala 1:50.000 y Atlas y Mapas de la Vegetación Potencial de España, encargo del Ministerio de Medio Ambiente. Gustosamente acepté el trabajo junto con Miguel Ángel Gómez-Serrano, compañero de carrera y de muchos años de trabajo posteriores.
Salida de campo en El Saler, durante Planta Europa (2004)
La coordinación de nuestra zona de trabajo corría a cargo de Manuel Costa Talens y pasó a realizarse desde el Botànic, en cuanto fue inaugurado el edificio de investigación en el año 2000. Así que podemos decir que mi vinculación como botánica comienza con el nuevo edificio de investigación en mayo de ese año. Los primeros años allí fueron muy ilusionantes, ya que se celebraron algunos congresos que ayudaron a darle visibilidad y a que botánicos de otras regiones pudieran conocer las nuevas instalaciones. En 2002 el Botànic acogió el “I Congreso de Biología de la Conservación de Plantas”, en el que presentamos un estudio de Distribución y demografía del tejo (Taxus baccata) y el tilo (Tilia platyphyllos) en la Comunidad Valenciana, así como una propuesta de conservación de la algodonosa (Otanthus maritimus) en los ecosistemas dunares.
Durante los primeros años del siglo XXI estuvimos desarrollando junto con Gonzalo Mateo, y con sede en el Botànic, cartografías de vegetación, así como estudios para la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha para diferentes espacios protegidos. En el año 2005 comenzamos junto con el entonces director, Antoni Aguilella, estudios de la Calidad de los Bosques de Ribera (QBR) de la cuenca del río Júcar. Simultáneamente empecé a hacer uso de la colección de plantas del Botànic como profesora de botánica, primero desde la Universitat Politècnica de València y desde 2007 también desde la Facultat de Ciències Biològiques (Universitat de València).
Con compañeros del Jardí Botánic en la III Setmana de la Biodiversitat, volviendo de la Isla de Benidorm (2008) / Cristina Torres
En 2011, junto con Jaime Güemes y Elena Carrió iniciamos el proyecto “Análisis de la endogamia y su efecto sobre el éxito reproductivo de las poblaciones castellano-manchegas de Atropa baetica”, que permitía relacionar mi conocimiento del territorio castellano-manchego y de las poblaciones de esta planta singular con los conocimientos que Jaime y Elena podían aportar del mundo de la biología de la reproducción.
Paralelamente mi vinculación se amplió a una de las cuestiones que más me gusta; dar a conocer el mundo de la botánica a la ciudadanía. Considero que el Botànic es el lugar perfecto para que todas aquellas personas interesadas en el mundo de las plantas que no han podido acceder a estudios específicos de botánica, puedan recibir una formación de manos de botánicos con gusto por enseñar. Y desde entonces hemos organizado diferentes ediciones de cursos de iniciación a la botánica general, de determinación de plantas o de conocimiento de los paisajes vegetales, entre otros. También intento colaborar con la iniciativa “De ruta amb el Botànic”, donde realizamos recorridos por la geografía valenciana en los que vamos algún guía experto en plantas, que ofrece una visión singular con un enfoque botánico, junto con otro experto en la zona.
De ruta amb el Botànic bajo la lluvia, en los alrededores del Parque Natural de la Marjal de Pego-Oliva
Otro proyecto que desarrollé con mucha ilusión en el Botànic fue lanzar los “Garden Tours”, visitas guiadas en inglés por el propio Botànic. El proyecto piloto se inició en 2014 y ha permitido a los visitantes extranjeros, que son muchos, visitar el jardín con un guía botánico en inglés. Pero me hace mucha ilusión el momento en que estamos, ya que ahora formo parte del Botànic, desde el Departamento de Didáctica de las Ciencias Experimentales y Sociales, con el convencimiento del potencial que tienen las plantas y los jardines botánicos como recurso didáctico. He de confesar que desde que estoy en este departamento vengo más con mi alumnado al Botànic, que se ha convertido en un aula más en la formación del profesorado.
Y en todos estos años como botánica ¿Cúal es la situación más curiosa o divertida, que se pueda contar, en la que te has encontrado llevando a cabo tu trabajo?
Pues me viene a la cabeza un día que tuvimos que entrar a una finca privada de caza próxima a la Ciudad Encantada, en Cuenca, en que había dos jabalinas con sus rallones. Supuestamente todos eran muy pacíficos, pero terminamos huyendo de los mordiscos nerviosos de una de las jabalinas que nos exigía atenciones y a la que tuvimos que contentar con un paquete de pipas.
Largas horas de cartografía de los géneros Carpobrotus y Agave en el litoral valenciano. En este caso, sobre dunas fósiles en Alicante / Miguel Ángel Gómez-Serrano
Hubo días en que, para acceder a poblaciones de determinadas especies rupícolas, tuvimos que destrepar profundas simas y posteriormente nadar por aguas gélidas de ríos serranos, con muestras de geranios del género Erodium en nuestras bocas.
Florística, conservación, biodiversidad, … ¿Qué línea de trabajo en el campo de las plantas es la que define mejor tu trayectoria?
Creo que la florística sería la base en la que se asienta buena parte de mi trabajo, que ha estado más centrado en conservación. Mi tesis doctoral se centró en la flora del Alto Cabriel, en la provincia de Cuenca, pero tratando de ofrecer algunas pautas para la conservación que pudieran resultar útiles para los gestores.
Durante un curs de botánica junto a la Laguna del Marquesado en Cuenca / Rosa Quesa
Y los proyectos en los que he trabajado han sido cartografía y censos poblacionales de especies amenazadas, planes de gestión de microrreservas de flora y de otros espacios naturales, estudio de flora exótica invasora, estudios de la calidad de los bosques de ribera, etc. Pero siempre con una clara vocación divulgativa y didáctica, de modo que todo lo que se conoce a través de la investigación pueda permear la sociedad, mejorando su conocimiento y promoviendo la activación y participación ciudadana.
Entonces, aunque las plantas continúan formando parte de tu entorno laboral, tu trabajo actual se ha reorientado hacia otra área, ¿no es así? ¿cómo has llegado hasta aquí?
Las circunstancias complicadas que hemos vivido en las universidades públicas en los últimos 15-20 años han hecho que desde el año 2000 mi trabajo como botánica haya sido como profesional autónoma. Desde 2005 compaginé este trabajo con las clases en la UPV, como profesora asociada, en la Ingeniería Forestal y en Ciencias Ambientales, y desde 2007, también en la Facultat de Ciències Biològiques (UV).
En el laboratorio durante una clase de Didáctica de las Ciencias en la Facultat de Magisteri, con futuros profesores de primaria / Tatiana Pina
Siempre tuve un especial interés por ser capaz de transmitir con eficacia, no sólo conocimientos, sino también de despertar el interés y promover actitudes hacia la ciencia, y en especial hacia la botánica y la conservación de la biodiversidad. Pero fue casi por casualidad que recalé como profesora asociada en el Departamento de Didáctica de las Ciencias, de la Facultat de Magisteri y en la formación de profesorado. En ese momento decidí formarme en ese campo, cursando el Máster de Investigación en Didácticas Específicas, lo que me mostró un mundo fascinante en el campo de la investigación en este contexto. Además, pronto fui consciente del efecto multiplicador que tiene la formación de profesorado. Estos últimos años estoy reencontrándome con alumnos de biología y ciencias ambientales a los que les impartí botánica y asignaturas de gestión y conservación de recursos naturales que están cursando el Máster Universitario en Profesor/a de Educación Secundaria. Es gozoso poder compartir con ellos el gusto por la biología y el reto de hacerla asequible e interesante al alumnado más joven.
Hoy en día me he reorientado hacia aspectos como la incorporación de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), sobre todo en secundaria, con proyectos como Quicknatura, en el que tratamos de aproximar el mundo de las plantas a través del uso de códigos QR para que pasen de ser mero mobiliario urbano a elementos de gran interés de nuestro entorno.
Así mismo, el hecho de estar implicada en un proyecto de innovación educativa como es el EMI (English as a Medium of Instruction) me ha permitido entrar en contacto con profesores de otras disciplinas, como el psicobiólogo Ferrán Suay y el sociólogo Carles Simó, con quienes el curso pasado organicé un seminario de debate académico en el propio Botànic, juntando alumnado de Magisterio, Sociología y Psicología, una gran experiencia.
Por otra parte, hay algo que realmente ha supuesto un cambio en mi vida; el hecho de haber sido madre en el año 2008 supuso ir dejando poco a poco la realización de trabajos de campo en áreas alejadas de nuestro territorio e ir centrando mis esfuerzos en trabajos compatibles con la familia. Ha sido especialmente enriquecedor vivir estos últimos años el paso de mi hija por los diferentes niveles educativos a la vez que me he incorporado a la formación de profesorado de esas edades.
Con Lúa, su hija, dando sus primeros pasos en la Serranía de Cuenca / Felipe Cortés
Con Felipe y Lúa, disfrutando en familia de Les étangs du Carlit en los Pirineos franceses / Felipe Cortés
La docencia en ti, por tanto, es vocacional. Como botánica, ¿Te consideras una rara avis por tener y disfrutar de esta dualidad?
Pues la verdad es que en general, debido a las exigencias que nos impone la universidad en relación a la investigación y a publicar en revistas de impacto, se puede decir que emplear muchas energías en la docencia no es adaptativo. Desde el principio he sentido un gusto sospechosamente exacerbado por la docencia, que inicialmente trataba de contener, pero que ahora disfruto y puedo desarrollar, centrando algunas investigaciones en metodologías y estrategias que ayuden al profesorado en sus clases de ciencias. Así que sí, me he sentido rara avis, pero empiezo a disfrutar de esa rareza.
Y la situación laboral del sector, ¿qué valoración haces?
Pues tal como está el país, no puedo quejarme porque trabajo en lo que me gusta y tengo un sueldo relativamente estable, pero es preocupante que el profesorado doctor a tiempo completo en la universidad cobre menos que el profesorado de infantil y primaria, y por supuesto, de secundaria. Además, se ha de tener en cuenta que, al margen de las clases, debemos implicarnos en gestión y se nos exige ser también buenos investigadores. Después de 11 años como profesora asociada ha sido un respiro poder tener un contrato a tiempo completo, con un sueldo más decente, pero queda un largo recorrido si queremos tener una universidad de calidad.
Un campo muy interesante el de la didáctica de les ciencias, pero ¿qué tipo de investigación se hace? ¿ParticipAs de algún proyecto que quieras mencionar?
Actualmente estoy implicada en varias líneas de investigación, algunas directamente relacionadas con mi faceta como botánica, como puede ser la enseñanza de las ciencias en entornos naturales y jardines. Esta línea ha permitido formar un grupo de estudio con el Arnold Arboretum de la Universidad de Harvard: Teaching and Learning Science in Outdoor Environments (TeLeSOE). Teacher training in botanic gardens and arboreta. Una de las finalidades de este grupo es promover la formación de docentes centrada en prácticas educativas al aire libre de calidad, vinculadas a jardines botánicos y arboretos como recursos de enseñanza sobresalientes.
Estudiando la arquitectura arbórea en primavera de 2018 en el Arnold Arboretum of Harvard University / Teresa García-Berlanga
Recientemente he dirigido una tesis doctoral sobre la importancia de las prácticas de campo en la formación de profesorado. Ha sido muy interesante, porque la tesis la desarrolló un profesor de la Universidad Surcolombiana, una región muy interesante y poco conocida de Colombia, y se ha podido establecer una secuencia metodológica que permita al profesorado de ciencias adquirir las competencias necesarias para emplear las salidas al medio natural como parte de la asignatura de biología. La formación del profesorado permite superar muchas barreras que mantienen al profesorado aferrado a los libros de texto.
Estoy así mismo implicada en un grupo de trabajo de educación para la sostenibilidad, concretamente para la incorporación de la sostenibilidad en el Máster de Secundaria. Esta faceta, que puedo desarrollar como docente de la especialidad de biología y geología del Máster, enlaza muy bien con mi trayectoria en la biología de la conservación.
Con Amparo Vilches, M. Àngels Ull y Victoria Vázquez, compañeras del proyecto MINECO de inclusión de la sostenibilidad en el Máster de Secundaria, en el Centro Nacional Educación Ambiental (Valsaín, Segovia)
Por otra parte, formo parte de un grupo de investigación de educación para la salud, con especial interés, en mi caso, por la salud ambiental y esa compleja relación existente entre nuestra salud y el medio ambiente. Y, en general, ando muy preocupada en la necesidad de conseguir la alfabetización científica de la ciudadanía, que por su puesto necesita de la ayuda del profesorado.
Y a lo largo de tu trayectoria, ¿estás orgullosa de haber participado en algún proyecto en especial? Cuenta, cuenta.
Recuerdo la emoción que experimentamos los primeros días de trabajo de campo para la realización de los estudios para el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales de la Serranía de Cuenca. Todo el proceso fue muy emocionante y poder ver cómo el parque natural finalmente fue declarado y los datos que habíamos recogido sirvieron para priorizar la conservación de determinadas especies y lugares.
Junto a la cascada del Molino de la Chorrera en Tragacete (Cuenca), realizando los estudios para el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales del Parque Natural de la Serranía de Cuenca, en 2001 /Miguel Ángel Gómez-Serrano
Por otra parte, estoy muy orgullosa de haber formado un grupo de estudio con compañeros del Arnold Arboretum de la Universidad de Harvard. El hecho de poder coordinarlo con Ana María Caballero McGuire es una oportunidad para el intercambio de experiencias y para construir una línea de trabajo que espero de fructíferos resultados. Me gusta especialmente pensar que acabamos de iniciar una relación entre el Jardí Botànic y el Arnold Arboretum que seguro que aportará importantes intercambios entre ambas instituciones.
Entonces has estado recientemente en norteamérica por trabajo, pero por curiosidad… ¿en cúantos continentes has estado y con qué espacio natural te quedas de todos los que has recorrido Y por qué? ¡danos envidia!
¡Pues no he estado en tantos continentes! El viaje más atractivo que realicé fue de seis meses por Sudamérica. Tras terminar la carrera, mi pareja y yo, seguimos los pasos de Darwin y realizamos la misma ruta que en su día realizó con el Beagle en esta zona.
Caminando por el Cerro Albino en Tierra de Fuego, Argentina (1998) / Olga Mayoral
Empezamos en Buenos Aires y fuimos descendiendo por la costa Atlántica hasta Tierra de Fuego e incluso hasta la Isla Navarino, frente al Cabo de Hornos. Posteriormente fuimos subiendo hacia el norte a uno y otro lado de los Andes, recorriendo espacios naturales tan impresionantes como las Torres del Paine o el Cerro Torre y el Fitz Roy. Pocos españoles se asomaban por aquellas latitudes entonces, era el año 1998, y el recorrido, que terminó en Perú en abril de 1999, ha sido una de las experiencias en espacios naturales más enriquecedoras que he tenido. En Sudamérica he estado un par de veces más; el año pasado pude conocer Colombia, aunque me quedan por descubrir los rincones más bellos de ese país.
Respecto a Norteamérica, cuando estaba embarazada de mi hija Lúa, estuvimos un mes recorriendo las rocosas canadienses y esta primavera realicé una estancia de investigación en el Arnold Arboretum de la Universidad de Harvard, en Boston, Massachussetts, que ha sido mi primer contacto con los Estados Unidos de América.
Lago Morraine en Banff National Park. Rocky Mountains, Canadá (2008) / Olga Mayoral
El norte de África lo conozco, pero sólo he estado en Túnez y Marruecos, país este último donde nació mi abuela y al que le tengo un cariño especial. Por otra parte, mi incursión más cercana a Asia ha sido a Turquía, pero sin haber recorrido el territorio, así que creo que tengo pendiente conocer esa región. Es la primera vez que me paro a pensar cuántos continentes he visitado. Pero veo que me queda mucho por descubrir: Asia, Oceanía, África subsahariana…
Del continente europeo he recorrido varias áreas con mayor intensidad: Francia es un país que visitamos mucho en familia. A la isla de Cerdeña le tengo un cariño especial, porque allí realicé diversas estancias pre y postdoctorales y tengo buenos amigos botánicos. Además, es un lugar con un interés paisajístico y cultural impresionante.
Volviendo al campo laboral ¿Piensas que tu trabajo te permite aprender sobre temas no relacionados con la Botánica o la Didáctica?
Pues sí. Una de las cosas que más me gusta de estar en la Facultat de Magisteri es estar en un ambiente multidisciplinar. En mi departamento tengo compañeros que son físicos, químicos o historiadores. Pero en mi pasillo tengo compañeros de filología inglesa y es fácil entrar a la Facultat y estar escuchando un concierto en el hall con alumnos de la especialidad de música. De este modo, tengo la posibilidad de trabajar, por ejemplo, con el futuro profesorado de educación física y abordar cuestiones como el impacto de las actividades físicas en el medio natural o aspectos de biología relacionados con la salud y la actividad física. En la Facultat de Magisteri es fácil buscar sinergias y hay un ambiente favorable a colaboraciones. Las conversaciones de pasillo y en la cafetería son desde luego variadas.
En el laboratorio junto con Tatiana Pina, compañera del departamento, abordando preguntas de investigación y estableciendo hipótesis de trabajo con alumnado de Magisterio / Antonia Atencia
Una cuestión que me está resultando especialmente atractiva es la que pone el foco en el alumnado, porque de poco sirve impartir unas clases maravillosas si el alumnado sufre, por ejemplo, violencia en el seno familiar. Por eso estoy incorporada en un grupo de investigación en el que abordamos las relaciones entre violencia interpersonal, conducta alimenticia e ideación suicida. Algunos de los datos que estamos obteniendo son especialmente preocupantes.
Y la divulgación, ¿qué papel piensas que juega en todo esto y en general en la investigación?
La divulgación es una faceta que considero muy importante y que me gustaría poder trabajar más, pero de momento las publicaciones de mis investigaciones me tienen muy ocupada. He publicado algunos libros de interpretación de ecosistemas litorales que podríamos incluir en esta categoría, pero espero de veras poder dedicar más tiempo en el futuro. De vez en cuando escribo para Espores, pero me gustaría hacerlo con más asiduidad.
Seguro que has conocido a personas muy interesantes en todo este tiempo, háblanos de alguna.
¡Pues sí! Me he encontrado a personas muy interesantes en ámbitos muy diferentes. A algunos ya los he nombrado, pero si me remonto al principio de mi carrera, creo que el hecho de haber compartido los años de carrera con Jordi Domingo, entomólogo, y Miguel Ángel Gómez, ornitólogo, dos personas con gran interés por cuestiones tanto biológicas como de otros ámbitos de la vida, supusieron un impulso en una carrera que no nos ofrecía todo lo que nuestras mentes inquietas esperaban.
Junto con Jordi Domingo y Miguel Ángel Gómez, amigos y compañeros de carrera, de excursiones y de trabajo / Javi Jiménez Romo
Con ellos organizábamos salidas de campo para aprender y disfrutar de la geografía que teníamos a mano. Y con ellos nos embarcamos en la realización de algunos estudios sobre los ecosistemas dunares y tuvimos el atrevimiento de presentarnos al Premio Ciudad de Castellón de ciencias, que finalmente ganamos. Esto supuso que se publicara la investigación y nos animó a editar un libro de itinerarios por la costa de Castellón.
En mi nueva faceta en el mundo de la didáctica, he de agradecer el buen recibimiento en el departamento del que hoy formo parte. Jordi Solbes, el director, fue quien me incitó desde el primer momento a cursar el Máster de Investigación y últimamente me ha embaucado en una investigación sobre algunos factores que influyen en el crecimiento de las plantas y cómo fomentar el pensamiento crítico frente a la fuerte incursión de las psudociencias. Por su parte, Valentín Gavidia generosamente me invitó a entrar en el proyecto del Ministerio sobre Competencias en Salud y ofreció codirigir una tesis. Amparo Vilches me abrió las puertas en un proyecto del Ministerio sobre Inclusión de la Sostenibilidad en formación de profesorado. Estas muestras de generosidad y apoyo han significado mucho y he tenido mucha suerte de poder incorporarme en grupos de trabajo consolidados con científicos de gran trayectoria en la investigación en didáctica.
Durante una estancia de investigación en el Arnold Arboretum of Harvard University. Las visitas de la familia siempre son bienvenidas. En esta ocasión las tres generaciones juntas (la iaia Teresa y la nieta Lúa) / Tania Erlij
En tiempos recientes durante mi estancia en la Universidad de Harvard he podido conocer a investigadores excepcionales y vivir en el ambiente de una institución de investigación en la que continuamente recibía un input de gran profesionalidad y compromiso con la investigación y la educación. Ha sido una de las experiencias más interesantes en fechas recientes.
Para terminar, ¿Cómo animarías a los actuales estudiantes de biología para que se dedicaran a lo mismo que tú y cómo imaginas su futuro?
La verdad es que los vericuetos que he seguido en mi carrera son un tanto complejos, pero desde luego muy interesantes. Dedicarse hoy en día a la botánica de campo desde la universidad es bastante complicado. Sin embargo, pensando en la multitud de biólogos con vocación docente que hay, animaría a los que se van a dedicar a la enseñanza a emplear los entornos naturales para enseñar muchas cuestiones científicas.
Enseñando a su hija y un grupo de amigas a interpretar mapas sobre el terreno en la Serranía de Cuenca / Rosa Chesa
Pueden ser cosas tan sencillas como salir al jardín del colegio o instituto para ver las partes de las plantas y las flores en vez de estudiarlas sobre el libro. Para el alumnado, salir fuera del aula es siempre un aliciente y si, además, se le puede hacer partícipe de una investigación o indagación, se asegurará el interés e implicación, con la posibilidad de fomentar el pensamiento crítico y emplear la metodología científica, en vez de estudiarla. Y lo bueno de las plantas es que tienden a no moverse del sitio; siempre están dispuestas a ser estudiadas, tocadas, analizadas… Y se pueden reproducir fácilmente a partir de semillas u otros propágulos. Cada vez es más frecuente encontrar a personas que nunca han plantado una semilla, lo que es muy sorprendente. Pero es entusiasmante ver la emoción que les invade al ver cómo emergen las primeras hojas y se genera una nueva planta, capaz de desarrollar en última instancia, semillas.