Botánica del mes: Eva Barreno
Por vocación y formación, Eva Barreno, catedrática de Botànica en la Universitat de València adscrita al Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva (ICBiBE), se considera una investigadora interdisciplinar. A lo largo de su carrera, ha participado y liderado diferentes tipos de investigación, consiguiendo destacados avances y descubrimientos para la ciencia, especialmente respecto a su gran pasión: los líquenes.
¿Qué te atrajo al mundo de la Botánica?
Para empezar, mis experiencias vitales infantiles y juveniles. Yo vivía en Madrid, pero como mi madre es de Asturias pasábamos los cuatro meses de vacaciones allí. Además, tenía una relación directa con la naturaleza, ya que mi tío Elías era un hombre que conocía el campo de maravilla y me enseñó muchas cosas. Por otro lado, recuerdo que en mi colegio, bastante especial para la época, con directora formada en la Institución Libre de Enseñanza, todos los días teníamos que leer una biografía de un libro de Vicens Vives. Y a mí me toco Linneo. Yo no era realmente de ciudad, estaba bastante acostumbrada a vivir con animales y plantas, y saber que las plantas tenían nombre me dejó fascinada para siempre. Luego fui a la Universidad y tuve la gran suerte de encontrarme con un profesor como Salvador Rivas-Martínez. En tercero de carrera, cuando yo no tenía muy claro qué quería hacer dentro del mundo de la biología, Salvador me descubrió las comunidades vegetales, su relación con el hábitat, y le encontré sentido a las plantas que íbamos pisoteando por los caminos, las que mi tío Elías me decía que podíamos coger, las que eran tóxicas… Entonces supe que quería ser botánica.
Parmelia barrenoae Divakar, M. C. Molina & A. Crespo, epífita sobre todo tipo de cortezas, descubierta en la Comunidad Valenciana, ahora se conoce de todo el hemisferio norte donde había sido confundida con P. sulcata; es la especie basal del género. A la derecha Acarospora hilaris (Duf.) Hue (con lóbulos) parasitada por Acarospora epithallina H. Magn. (umbilicada) sobre cuarcitas ricas en hierro (Montes de Toledo), relacionada con muchas especies de los desiertos de California y Arizona; no supera el piso mesomediterráneo.
Te especializas en liquenología, algo no muy conocido, en general. ¿Por qué?
Realmente, también me venía de la infancia. Mi abuelo, en Asturias, me los enseñaba, sabía qué eran los líquenes. Sin embargo, había la creencia de que los líquenes colonizaban los frutales, sobre todo los ciruelos y los manzanos, y que eran malos para los árboles. Lo que no sabían es que, cuando un árbol tiene menos hojas, los líquenes crecen y se desarrollan más, pero porque son heliófilos, no porque maten los árboles. Mucho tiempo después, en la primera excursión a la que nos llevó Salvador Rivas a Cercedilla, teníamos que presentar un herbario de 450 plantas, ¡con dos días de prácticas! El caso es que allí me llamaron la atención los líquenes de los pinares, me acordé de mi abuelo y le pregunté a Rivas, que me dijo: son líquenes, algo muy interesante, pero yo no sé nada. Yo, por lo que fuera, los cogí y los guardé en una caja. Al año siguiente, como saqué matrícula pude optar a ser ayudante, estudiante que ayudaba a dar las prácticas. Y ahí estaba Ana Crespo, que acababa de venir del País Vasco y que ya estudiaba los líquenes, como buena canaria. El caso es que a mí no me salían los cortes en las prácticas, y tenía que aprenderlos para luego poder enseñar a hacerlos en clase. Como soy muy perseverante, insistí e insistí, y finalmente conseguí cortar y ver de qué estaban constituidos. A partir de ahí me quedé enganchada con los líquenes para siempre.
A la izquierda, líquenes fruticulosos. El liquen oscuro es Cetraria iberica Crespo et Barreno, sobre ramitas de jara pringosa, estrechamente relacionado con una especie de las costas pacíficas frías de Norteamérica. El claro es Evernia prunastri (L.) Ach., con el típico color que proporciona el ácido úsnico, uno de los líquenes más comunes en la península Ibérica con cierta preferencia por las cortezas algo ácidas. En la imagen del centro, Letharia vulpina (L.) Hue, llamada así porque se ponía como veneno para lobos y zorros, epífito sobre cortezas de coníferas en altas montañas. Curiosamente, es un liquen que en España está amenazado por exceso de deposición nitrogenada; de hecho, esta foto realizada en las zonas cumbreñas de la Sierra de Javalambre (Teruel) ya no es posible realizarla ahora, prácticamente ha desaparecido. En la foto de la derecha, Pseudevernia furfuracea (L.) Zopf, epífito preferente en coníferas de alta montaña, da carácter a los troncos de los árboles y al paisaje.
Evidentemente, su tesis, también fue sobre líquenes.
Por supuesto. Por aquel entonces estaba yo de “amanuense y estorbante”, un nombre que servía para que no nos pensáramos superiores a nuestros compañeros en el laboratorio. Y Salvador Rivas, que siempre ha tenido una visión muy moderna de la ciencia Botánica y que tenía mucha relación con Kew Gardens, al volver de uno de sus viajes nos trajo un póster sobre la relación de la contaminación atmosférica y los líquenes. En Gran Bretaña lo tenían claro, con medidores y correlaciones, y nos dijo: “esto hay que hacerlo aquí en Madrid, en la Complutense, ya”. Pero las únicas claves que había entonces de líquenes eran en alemán, y nadie tenía conocimientos de este idioma. Por suerte, Wolf Wildpret, de origen alemán, nos pudo explicar cómo partir las palabras para poder buscarlas en el diccionario. Y más tarde, por fin, salió un libro en francés de Ozenda y Clauzade. Con esas bases rudimentarias, despegamos y nos dimos cuenta de que no podíamos asimilar lo que habían hecho los británicos, sencillamente porque nuestras especies eran distintas. Aun así, salió el primer trabajo que publicamos en 1977 sobre los efectos de la contaminación en Madrid (Anales Inst. Bot. Cavanilles 34 (1): 71-94). Entonces había líquenes en la avenida Complutense, hoy ¡ya no queda ni uno! Salvador iba siempre por delante de todo. Quería que siguiéramos investigando porque sabía que, si nosotras podíamos interpretar los líquenes, le íbamos a dar pautas de bioindicación muy buenas para interpretar mejor la vegetación y su cartografía. Y la bioclimatología. Todo muy intuitivo, pero eran maravillosos descubrimientos conjuntos.
Eva Barreno muestreando las costras biológicas de líquenes sobre yesos miocenos en los cerros de Titulcia (Madrid), donde conviven líquenes terrícolas sobre sustratos ricos en bases, salobres y gipsícolas, algunas de las cuales también se encuentran en las estepas irano-turánicas. Una de las especies mejor desarrollada es (DD) Diploschistes diacapsis (Ach.) Lumbsch, que después de las investigaciones del grupo, se ha demostrado que actúa como donante de microalgas para otras muchas especies de la comunidad que luego se independizan, (AP) Acarospora placodiiformis; (AN) Acarospora nodulosa; (RM) Rhizocarpon malenconnianum; (DRM) Diplotomma rivas-martinezii. Dibujo de Cati Artigues.
Fue entonces cuando hice mi tesis doctoral sobre los líquenes terrícolas de la provincia de Madrid. Y la hice muy rápido empujada por Salvador Rivas-Goday, el padre de mi maestro, y Conchita Sáez, la mujer de Salvador. Me escucharon en una exposición y me dijeron que tenía que ponerme a escribir enseguida, y no llevaba ni año y medio de experimentación. Así que terminé la carrera en 1973 y presenté mi tesis en diciembre de 1975. Me hice amiga de conserjes, vigilantes…, apenas dormía, trabajé muy duro, pero lo saqué adelante y ahora creo que hice un buen trabajo teniendo en cuenta los medios de los que disponía.
¿Cómo resumirías tu trayectoria profesional?
Pasé de la ecología “de bota”, de campo, a lo que hago ahora, la biología molecular y las ultraestructuras, pasando por testar fisiológicamente los efectos de los contaminantes atmosféricos en plantas y líquenes. Digamos que todo es muy interdisciplinar, porque también he ido pasando por la fisiología y la bioquímica. Al final, los diseños experimentales para las filogenias moleculares, para la identificación de las microalgas y demás organismos pueden producir resultados originales, gracias a la experiencia de campo, a que me he pateado casi todo el hemisferio norte. Se publican muchos resultados de estudiosmoleculares, pero no se suele considerar el organismo como “holobionte” y sus interrelaciones con el medio.
El liquen modelo Ramalina farinacea (L.) Ach. en las investigaciones del grupo “Lichen Symbiogenesis team”, sobre el que se han realizado estudios interdisciplinares. En él se descubrió la coexistencia de varias especies de microalgas en un único talo de liquen; se ha aislado y secuenciado el genoma, por técnicas HTS, del microalga Trebouxia sp. TR9 a partir de material de la Sierra de El Toro (Castellón) y se han realizado numerosos experimentos fisiológicos y bioquímicos con las microalgas aisladas. Se descubrió, asimismo, que había numerosas colonias de bacterias no fotosintéticas sobre el córtex que interrelacionan (simbiosis) con las hifas del micobionte.
Es una de las características de sus equipos, son multidisciplinares.
Me gusta hablar de inter, interdisciplinares, porque no estamos desordenados, tenemos objetivos comunes e integradores. Así he sido siempre y también mi formador lo era, trataba de aprender de los demás, de otras disciplinas. Fue el que potenció la Liquenología en España siendo experto en vegetación vascular.
Equipo GIUV: Simbiosis, Diversidad y Evolución en Líquenes y Plantas: Biotecnología e Innovación. Comida de Navidad 2017. De izquierda a derecha: Patricia Moya (biología molecular), Eva Barreno, Pedro Carrrasco (bioquímico), Francisco Marco (fisiólogo vegetal), Salva Chiva (colección microalgas simbiontes), Ernesto Hinojosa (bioinformática), Pepe Reig (anatomista), Francisco García-Breijo (anatomista, UPV), Alfonso Garmendia (ecólogo, UPV), Nuria Cebrián (Jardí Botànic UV) e Isabel Martínez-Nieto (bacterias y levaduras). Faltaban algunos miembros.
Equipo GIUV. Equipo de Trabajo, tanto en laboratorio como en campo, y “nuevas generaciones que son motivadas”, en Azuébar, después de muestrear en el Barranc de la Mosquera (Sierra de Espadán). Cristina Dumitru (becaria y realizando TFM), Salva Chiva (colección microalgas simbiontes y tesis en costras de suelos), Arantxa Molins (con Hugo) y Patricia Moya (con Sabina), doctoras expertas en biologia molecular y diseños muestrales.
¿De qué proyectos te sientes especialmente orgullosa?
La verdad es que podríamos decir que tengo varias trayectorias y en cada una hay cosas que me gustaría destacar. Si hablamos de líquenes, una de las mejores experiencias es haber participado en la flora del desierto de Sonora, y también de Norteamérica, Baja California y demás. Fue un aldabonazo impresionante, aunque no publiqué mucho al respecto porque, cuando volvía de las estancias, entre clases y pocos medios lo tenía difícil. Lo tengo aplazado para la jubilación.
Expedición a los bosques de Sequoiadendron giganteum en California, con el profesor Mauro Tretiach (Universitá di Trieste). Estudio de la flora y vegetación de líquenes en las montañas de Itxlán de Juárez (Oaxaca, México), con increíbles tamaños de talos de Usnea sp. ya imposibles de encontrar en Europa.
Después, como apenas se financiaban proyectos de liquenología en España, acepté un proyecto de la Conselleria d’Agricultura que me pedía que investigara la relación entre contaminantes y plantas de cultivo. Empezaban a tener serios problemas, con muchas pérdidas en los trasplantes desde viveros a campos y estaba claro que algo pasaba. Así que, como mantenía relación con Tom Nash, de Arizona State University, y me había presentado a los investigadores de Riverside que habían descubierto los efectos del ozono en los árboles, trabajaban en cultivos y con los efectos de compuestos nitrogenados, retomé el contacto. De las estancias con ellos aprendí muchísimo. Por eso, cuando la Conselleria quiso implantar las Open-Top-Chambers (cámaras de fumigación abiertas), les dije que teníamos que traer a esos investigadores. Así lo hicimos. Una variedad de melón, que se cultivaba en la zona del Puig, fue la que dio la alarma: era sensible al ozono y, además, por las raíces, que quedaban desprotegidas de hongos micorrizógenos debido al exceso de compuestos nitrogenados por tanto abono, penetraban infecciones. De ahí los fracasos. Y conseguimos detectarlo. Gracias a eso tuvimos bastantes proyectos con la Conselleria d’Agricultura.
Muestreos para el establecimiento de una red biológica de control y seguimiento de los daños observables en los pinares en Canarias, en la isla de la Palma, en la entrada al Parque Nacional de la Caldera de Taburiente. En primer plano el Dr. Patrick Temple que junto al Dr. Andrej Bytnerowicz (Riverside Forest Firelab, USDA Forest Service) nos acompañaron en el establecimiento de las localidades de muestreo a Arnoldo Santos, Eva Barreno, Toñi Ramos, Juan Carlos Tormo y Patricia Pérez-Rovira. A la derecha, recolección con pértigas de las ramas para evaluar los síntomas, Simón Fos y Juan Carlos Tormo. Abajo, los “muestreadores pasivos” de ozono que implantamos en los bosques para confirmar el impacto de ozono troposférico en los mismos. Se calibraron en el Observatorio de Izaña (Tenerife). Se publicó el libro Caracterización y tipificación de daños vegetales para el establecimiento de una red biológica de calidad ambiental en los pinares de Tenerife (Jardí Botànic de la Universitat València, 1996).
Por otro lado, también teníamos contratos con Endesa y Unelco, relacionados con los efectos de la contaminación de los líquenes y plantas en Els Ports y Maestrat, y con el deterioro de masas forestales de pinos en Canarias, que tenían los mismos síntomas que yo ya había visto en Estados Unidos. Recuerdo perfectamente a Arnoldo Santos, un amigo y un excelente botánico, el mejor de la Macaronesia en mi opinión, diciéndome que estaba obsesionada con este tema. Pero yo tenía razón, los pinares estaban dañados. Sin embargo, la privatización de Endesa y otros factores profesionales truncaron esos proyectos. De ser una empresa que financiaba investigación, se pasó a la nada. De la biomonitorización hecha en Els Ports, nos quedamos con el libro hecho, encuadernado y… sin publicar; justo ahora se presentará un TFM sobre el seguimiento de la evolución de la biodiversidad y de los síntomas de daño 22 años después del último muestreo. La verdad es que, habiendo encontrado la mayor parte de los árboles que habíamos marcado, es una pena constatar la evolución negativa de los hábitats y cómo ya entonces los líquenes habían advertido de los riesgos. En algunas zonas hemos detectado graves pérdidas de valor ecológico.
Biomonitorización hecha en Els Ports y Maestrat (CS, TE) desde 1989. Seguimiento de la evolución de la biodiversidad de líquenes y de los síntomas de daño en especies sensibles, 22 años después del último muestreo. Pleurosticta acetabulum (Neck.) Elix & Lumbsch, en la imagen del centro, en bosques con impacto de contaminantes (fotooxidantes y deposición nitrogenada), y en la imagen de la derecha, en bosques con aire limpio los talos no muestran ningún síntoma de daño. / Fotos de Andreu Manzanera.
En definitiva, un poco de todo. La investigación realizada ha sido publicada en revistas de impacto. Por ejemplo, las de los efectos fisiológicos de los fotooxidantes sobre cultivos valencianos son ahora las más citadas de mi trayectoria profesional. Pero parece que se ha decidido que no se quiere saber más y ya no se financia este tipo de investigaciones. Junto con Ángeles Calatayud, investigadora del IVIA, habíamos empezado a testar cosas importantes, a encontrar paliativos, sustancias que no dañaran el medio ambiente, que no fuera obligatorio usar siempre invernaderos para prevenir impactos… Pero un día, sin más, cortaron la financiación y se desmontaron los sistemas de 9 cámaras OTC (Open Top Chambers) y la estación meteorológica en la Estació Experimental de Carcaixent.
Centre de Capacitació Agrària de Carcaixent. Estación meteorológica y Cámaras de fumigación abiertas OTC (Open Top Chambers). Efectos del ozono en: cultivo de la lechuga (Lactuca sativa L.) cv. Candele R7 (izquierda) y con abonado de nitrógeno sobre el cultivo de sandía (Citrullus lanatus Thumb.) cv. Reina de Corazones. Fluorímetro PAM-2000 de fluorescencia modulada para medir las cinéticas del espectro de emisión de fluorescencia después de la excitación de la clorofila; estos análisis pueden ser varios órdenes de magnitud más sensible que otras técnicas para investigar el estado fisiológico de las plantas.
Cuéntanos algunos de tus descubrimientos.
Gracias a la tesis, por ejemplo, encontré muchos líquenes del Astrakán ruso y de los suelos salinos aquí, en los yesos miocenos en Valle del Ebro, en Madrid, Murcia y Almería. Un primer gran aldabonazo ya que no había constancia de esto. Después, junto con Ana Crespo y Gerhard Follmann, descubrimos que existían líquenes vagantes en la península Ibérica. Son los líquenes que ruedan por el suelo, que en la Biblia se los llama “del maná”. Y ahora, además, hemos hallado que las algas que forman parte de esos líquenes son muy especiales y estamos intentando hacer un estudio conjunto con un equipo estadounidense.
Líquenes vagantes (“maná”) del género Circinaria en las montañas de la Sierra de Javalambre (Teruel), con condiciones muy continentales, venteadas y frías, de las más acusadas de Europa occidental. Ambos líquenes, al ser estudiados con técnicas de biología molecular parece que se trata de especies no descritas aunque similares morfológicamente a otras de las estepas frías de Asia y Norteamérica. Las microalgas simbiontes son diversas, coexisten varias especies y algunas van a ser descritas como especies nuevas para la ciencia. La de la izquierda solo se encuentra en la cumbre del Javalambre y el monte Olimpo en Grecia. La de la derecha está más ampliamente distribuida en las parameras ibéricas y en Javalambre es frecuente encontrarla fructificada.
Otro hito importante, del que estoy orgullosa, es el haber descubierto que en los talos de los líquenes puede haber varias especies de microalgas simbiontes (ficobiontes). Esto ha marcado un cambio de paradigma en la liquenología, un punto de inflexión en la interpretación de las simbiosis liquénicas. De hecho, otros grupos extranjeros con mucha financiación ya se han lanzado a investigarlo, pero fuimos nosotros quiénes descubrimos que, al menos, había dos especies dominantes de algas en un liquen muy común: Ramalina farinacea. Nos costó años que fuese aceptado para publicar. Más recientemente, en 2017, utilizando secuenciación masiva, hemos encontrado que hay al menos 32 OTU, de las cuales 27 algas son especies de Trebouxia distintas. Este liquen lo hemos estudiado desde California pasando por Canarias y península Ibérica, donde siempre hemos obtenido el mismo resultado. Pueden preponderar la Trebouxia TR9 en Canarias, la TR1 en la Península, pero siempre hay dos especies preponderantes y otras 25 adicionales perfectamente reconocibles desde el punto de vista molecular y, además, otros géneros. Una melé. Y ahora estamos en la interpretación ecológica de eso, porque hay preguntas de primer orden que no sabemos responder todavía.
Imagen del trabajo publicado en PLOS ONE firmado por las investigadoras del Instituto Cavanilles de la Universitat de València, Eva Barreno, Arantxa Molins y Patricia Moya, junto a Lucia Muggia (Universitá di Trieste), además de Fernando Martínez-Alberola, en el que explican el descubrimiento de la presencia de gran diversidad de microalgas en los talos de los líquenes. Esta aportación desmonta el viejo paradigma de que los líquenes son asociaciones simbióticas entre un hongo y un alga. / Universitat de València.
Tenerife. Mirador de Masca, zona limítrofe con mar de nubes, Eva Barreno, Patricia Moya y Arnoldo Santos. En esta zona es frecuente Parmotrema pseudotinctorum (rocas), liquen en el que se ha descrito una especie nueva de microalga, Trebouxia crespoana. En las Islas Canarias, el liquen Ramalina farinacea es abundante y en sus poblaciones la microalga dominante es Trebouxia sp. TR9, especie nueva de la que hemos secuenciado el genoma.
Arantxa Molins y Guillermo Salvá, en La Guancha, realizando una cuidadosa recolección de talos del liquen Ramalina farinacea, con pértiga, guantes y desinfección continua, con el objetivo de analizar las bacterias simbiontes. Estas recolecciones le fueron entregadas a Ángela Figás Segura para que realizase su tesis doctoral.
¿Alguna anécdota divertida que contar?
Pues yo trabajaba en la Arizona State University por temporadas y allí el profesor Nash me pidió que acompañara al Dr. Bruce Ryan al desierto de Yuma, en Arizona, porque allí había descubierto una especie de liquen. A mí no me apetecía ir, pero acepté porque me lo pedía Tom Nash. Antes de adentrarnos en el desierto aproveché para comprar algunas provisiones en el supermercado. Además, también llevaba buenas botas y ropa de campo, siguiendo los consejos del profesor Rivas-Martínez. Mi compañero, Bruce, compró lo justo para el día y su calzado era de hipermercado. El caso es que pasaron las horas, no encontrábamos líquenes y se hacía tarde. La ecología no parecía la óptima y le pedí que me diera más datos. Fue cuando me indicó que teníamos que encontrar gargantas estrechas donde una pared se hacía sombra a otra. Me subí al techo del vehículo, oteé el horizonte y vi el único lugar posible donde podríamos encontrarlos. Ryan quería ir justo en dirección contraria, por lo que le di un ultimátum. Finalmente, yo tenía razón y allí estaban. Pero se emocionó tanto que no se fijó donde dejaba el todoterreno. Cuando volvimos de recolectar, el coche estaba hundido. Le dije que no acelerara, que teníamos que poner piedras, ya tenía alguna experiencia similar en Doñana, pero no me dio tiempo y consiguió que el coche se hundiera más. Así que cogimos los alimentos y empezamos a caminar en dirección a un área de acampada de caravanas. La mala suerte es que no había nadie y, según Bruce, allí no nos podíamos quedar porque, si nos veían así, podrían pegarnos un tiro, tal cual. Propiedad americana, un concepto arraigado. Aunque le insistí, me dijo que lo mejor era que nos vieran caminando y buscando ayuda, no parecer sospechosos, eso nos ponía en peligro. Así que seguimos caminando, pero no encontrábamos a nadie. Había que tomar decisiones sobre qué caminos seguir, y gracias a aplicar las hipótesis europeas sobre análisis de la vegetación, pude ir tomando las adecuadas. Las óperas de Verdi me hicieron aguantar, mientras Bruce solo hablaba de líquenes y lamentaba haberme metido en semejante situación y solo hablar en inglés. Cuando vimos un cartel de 20 millas, se vino abajo. En cambio, yo me puse contenta porque me di cuenta de que habíamos seguido el camino adecuado. Como le vi hundido, opté por darle el doble de comida y nos tumbamos sobre un plástico para intentar dormir y descansar. Nos despedimos. No sabíamos qué iba a pasar. Era de noche, hacía mucho frío… Y el frío nos volvió a despertar. Cuando salió el sol, la que se vino abajo fui yo. Él parecía más descansado y estaba mejor. Subimos una colina y por fin adivinamos lo que parecía una autopista. Ya me arrastraba. Vimos una furgoneta pero me di cuenta de que no nos iba a ayudar. Nos dieron agua y doritos. Era un señor que tenía mucha prisa porque era aficionado, había llovido y quería ver las flores del desierto. No iba a perder tiempo con nosotros. Tal cual. Así que nos dijo cómo llegar, lo que teníamos que hacer para que alguien nos recogiera, y siguió por su camino. Finalmente, nos cruzamos con otra furgoneta en la que viajaba una pareja. Nos llevaron a la ciudad, todo típico americano, las camareras, el cartel de deje aquí las armas… Comimos y nos acompañaron hasta donde teníamos el coche. Se trataba de gente que se ocupaba de ayudar a quienes sufrían alguna suerte de accidentes o dificultades en el desierto, recibían un sueldo del USDA Forest Fire Service, y no querían nuestro dinero. Cuando les dije que, al menos, me permitieran enviarles un regalo desde España y me escribieron su nombre y dirección… Se llamaba Barrien, de origen vasco como mi familia paterna… ¡Alucinamos!
Dibujo encargado por los miembros del equipo de investigación para el cumpleaños de Eva Barreno, realizado por Araceli Isaac Delso, que refleja fielmente su estilo de vestir, maquillarse, las gafas perennes y muchos detalles del despacho. Según Barreno, fue realmente un regalo precioso.
Ya nos has hablado de algunas personas interesantes que has conocido a lo largo de tu carrera. ¿Alguien más a quién te gustaría nombrar?
Como ya he comentado, Salvador Rivas-Martínez es un excelente botánico, conoce como ningún otro la vegetación del mundo junto con Manuel Costa y Jesús Izco, de su equipo. Además, Lynn Margulis, que es la que más me influyó en mi cambio de perspectiva. La invité a dar la conferencia inaugural de un congreso que organizaba y nos hicimos amigas. Discutíamos mucho y se apasionaba con los líquenes por la representatividad de sus hipótesis sobre la sectosimbiosis cíclicas. Postuló que las microalgas y las bacterias tendrían mucho que ver en las simbiosis liquénicas, pero falleció justo antes de estos descubrimientos. Con ella organicé el congreso Gaia 2000, por mandato del entonces rector de la Universitat de València, Pedro Ruiz, al que asistieron los investigadores más notables de la biogeoquímica del mundo. En 2001 o 2002, cuando yo estaba estudiando las reacciones de los cultivos frente al ozono, me dijo: “Eva, busca, los líquenes son algo más. Olvídate de lo que estás haciendo y dedícate de pleno a las simbiosis”. Se adelantó a todo lo que ahora estamos corroborando. A partir de ahí empecé a plantearme otras perspectivas científicas.
Acompañando a Lynn Margulis en su acto de investidura como Doctora Honoris Causa en la Universitat de València.
Acto de imposición de la medalla de oro de la Universidad de Santiago al catedrático Jesús Izco, con motivo de su jubilación. Comida en su honor en el Hostal de los Reyes Católicos en Santiago de Compostela: Eva Barreno, Manuel Costa, Salvador Rivas‐Martínez y Ana Crespo. El profesor Izco es el editor del libro Botánica de McGraw‐Hill Interamericana (1997 y 2004).
Dentro del mundo de la liquenología, tuve la suerte de conocer al mejor, para mí: Joseph Poelt, del que aprendí muchísimo. De hecho, en mi primera salida de España, cuando se murió Franco, y mi marido me permitió salir, mi primera parada fue al sur de Francia, en una expedición a la que también asistía George Clauzade. Del discípulo de Poelt, Hannes Hertel, también aprendí muchísimo. Me ofreció su casa en Múnich, pude estar casi dos meses y aprendí la metodología rigurosa de la investigación en liquenología. La verdad es que he conocido muchas personalidades, he tenido suerte, pero estas creo que son las fundamentales.
¿Cómo ha condicionado tu carrera profesional el hecho de ser mujer?
Curiosamente, tuve la suerte de vivir el despegue del final de la dictadura y todo el mundo era muy progresista. Por eso, en el equipo de Rivas-Martínez, con Manuel Costa, Jesús Izco y Ana Crespo, machismo, qué va, todo lo contrario. Pero sí que tuve un gran choque cuando llegué de catedrática a la Universitat de València. Pienso que existen algunos reminiscentes culturales que propician que se cuestione el papel de la mujer, siempre de manera indirecta, claro. Hace no mucho, cuando la Universitat reconoció a las pioneras directoras de departamento y me hicieron una entrevista por ser una de ellas, conté que lo había pasado mal y que llegué a dimitir por no poder soportar determinadas cuestiones. Y por esa entrevista me llegaron a pedir explicaciones. La sociedad es como es, y si ahora hay machismo, en la década de 1980 también lo había y mayor.
Acto de reconocimiento a las mujeres pioneras como Directoras de Departamentos en la Universitat de València. Paraninfo de La Nau, 6 de junio de 2018.
Con el sistema educativo, eres crítica.
Antes me dejaban enseñar, ahora, no. Ahora estoy algo frustrada. Por ejemplo, antes en Biológicas existían las especialidades y los dos últimos años de carrera había grupos de alumnos homogéneos, grupos de especialidad que se interrelacionaban. Además, los profesores nos poníamos de acuerdo para cuadrar horarios y poder hacer estancias en el extranjero. Yo podía organizar campañas botánicas por la península Ibérica y Tenerife. Pero ahora la reglamentación y las estructuras horarias son muy poco flexibles, son limitantes. En cambio, para mí, es esencial poder salir, ver qué se hace fuera y poder transmitir cosas nuevas a los estudiantes continuamente.
Con los estudiantes del Máster de Biodiversidad y Conservación, en los pinares con síntomas de daños por impacto de contaminantes atmosféricos en el Puerto de San Rafael, Sierra de Gúdar (Teruel).
Además, has fijado parte de tus conocimientos en algunas publicaciones educativas.
Efectivamente. He participado en un libro Botánica de McGraw Hill. Me encargué del capítulo 9: hongos simbiontes. En la segunda edición también colaboré en el de caracteres taxonómicos. El libro se sigue vendiendo mucho en Latinoamérica. Después, tengo el de Líquenes en la Reserva Natural Integral de Muniellos, Asturias, disponible en abierto en la web de la Universitat. Me empleé a fondo y algunos de sus capítulos se enseñan tanto en institutos como en universidades. Es el único que existe en español con estos contenidos, en especial el Glosario con dibujos explicativos, y cuenta con una clave dicotómica original. Pero se usa más en Latinoamérica. Y también existe otro proyecto, una Guía interactiva sobre los macrolíquenes epífitos de España.
Recientemente, hemos desarrollado dos páginas web con la información científica del grupo y documentación sobre los avances en los estudios sobre microalgas simbiontes de líquenes: symbiolichen.blogs.uv.es y symbioticgreenalgae.com.
¿Hay estudiantes que se interesan por la liquenología?
En Biológicas, con los nuevos planes de estudio, desapareció una asignatura fantástica: Micología. Desde ella nos llegaban estudiantes interesantes e interesados, por eso me gustaría que se volviera a incluir. Quiero defenderla. Si no estoy en contacto y no tengo asignaturas donde poder transmitir todo lo que sé, no puedo atraer estudiantes. En la década de 1980, los americanos nos llamaban a los europeos para desarrollar la liquenología allí, la gente iba a Arizona a estudiarla. En tan sólo unas décadas, todo ha dado un vuelco y son ellos los punteros.
Recientemente, 3 y 4 de diciembre de 2018, hemos organizado en el campus de Burjassot el Workshop “The Complexity of Lichen Symbiosis: Novel Interdisciplinary approaches from Genomic to Functional perspectives”, financiado por la Generalitat Valenciana, dentro del Proyecto PROMETEO de Excelencia a la Investigación. En él han intervenido algunos de los investigadores europeos más destacados y donde se dedicó media jornada a la aplicación práctica de los programas bioinformáticos para el análisis de filogenias, poblaciones, biogeografía, etc., pensada para los estudiantes de máster y doctorado. De Valencia solo se apuntaron tres estudiantes mientras que de Alemania, Suiza y otros centros de España y Portugal participaron quince.
Representación de liquenólogos europeos y americanos implicados en la complejidad de las simbiosis y de las microalgas simbiontes en particular, además de miembros de nuestro grupo de investigación. Workshop Meeting of the Trebouxia -Working Group en Universitá di Trieste (Italia), septiembre de 2016.
Los líquenes son desconocidos por la sociedad. ¿Por qué?
Para mí, el problema son los medios de comunicación y las políticas de publicación. En la Universitat, siempre están pendientes de nuestros hallazgos, se escriben notas de prensa y se envían, pero los medios no las publican. Conseguimos secuenciar el genoma del cloroplasto del madroño y tuvimos un éxito tremendo. Era una planta. Les enviamos el tema de la diversidad de las microalgas en los talos de liquen y no nos sacaron ni en los medios que podríamos considerar serios. Lo de las levaduras, como venía de América, sí que se publicó, pero nuestro hallazgo, importantísimo, no. El mundo natural parece que no interese, ni siquiera a los más progresistas. Y lo digo yo, que en 1983 trabajé para el gobierno socialista como Jefa de Servicio en la Dirección de Medio Ambiente, en el Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo.
Estudio del liquen Seirophora lacunosa (Rupr.) Frödén, seriamente amenazado, en la isla de Lanzarote con Arnoldo Santos. A la derecha, abajo, comunidades de líquenes ornitocoprófilos (anaranjados) del género Xanthoria, en acantilados calcáreos de la isla de Dragonera; los de color oscuro son Rocella sp. pl. que simbiotizan con algas Trentepohlia.
¿Qué relación tienes con el Jardí Botànic de la Universitat de València?
Tengo muy buena relación, y cuando llevo a mis estudiantes, tengo mi propia guía. Pienso que el Jardín ofrece muchas posibilidades y me gusta llevarlos y contarles todo dentro del contexto evolutivo y de interrelación con el medio. Y en el laboratorio de Anatomía he formado equipo con Pepe Reig y Francisco García-Breijo, a ambos les convencí para que aplicaran a los líquenes lo aprendido en plantas, y trabajan mucho en nuestros proyectos.
¿Cómo valoras la situación en el sector?
Pues toda la gente que trabaja conmigo, que son doctores de primera contratados por proyectos, no sé si tendrán opciones de seguir con mis trabajos una vez me haya jubilado. A diferencia de lo que sucedió con mis maestros, que nos pudieron dar oportunidades, yo no puedo ofrecer más que los contratos de trabajo a proyecto. Son proyectos relacionados con la complejidad de la simbiosis liquénica, levaduras, bacterias, conocimientos básicos que se pueden aplicar a muchísimas cosas, por ejemplo en biotecnología, de alto valor añadido. Pero somos una sociedad de servicios y de turismo…
Si tuvieras todo el presupuesto posible en tu trabajo, ¿qué harías?
Montaría el laboratorio interdisciplinar que se merece para que todos los resultados que estamos consiguiendo ahora pudiesen crecer exponencialmente. La gente está formada, tiene el conocimiento, se podría incorporar a más personal. También tenemos en mi equipo a Lucía Muggia (Universidad de Trieste, Italia), Pavel Ŝkaloud (Universidad de Praga), Cristina Branquinho (Universidad de Lisboa) y Myriam Catalá (URJC de Madrid).
Dos líquenes bioindicadores de la calidad ambiental de los de los ecosistemas, desgraciadamente desaparecidos de la Comunitat Valenciana. A la izquierda, Lobaria pulmonaria (L.) Hoffm., Bosques de Somiedo (Asturias), era conocido como “pulmonaria de encinas”. Es un excelente bioindicador de la salud y equilibrio de los bosques en general y de la ausencia de impacto de contaminates atmosféricos. A la derecha, comunidad de líquenes terrícolas, dominados por Cladonia mediterranea Duvign. & des Abb. que llega a alcanzar tamaños y biomasas espectaculares en las dunas arenosas de la Reserva Natural del Estuario del río Sado (Setúbal, Portugal). Eva Barreno la llegó a recolectar, de tamaño más pequeño, cuando era estudiante en las dunas de El Saler, justo donde se construyó. el polideportivo. / Foto de Pedro Arsenio, Lisboa.
Observando un hongo liquenícola, Cyphelium marcianum, en la cumbre de la Sierra de Pina (Castellón).
¿Eres alérgica a alguna planta?
¡Soy alérgica a las esporas de hongos!
¿Cómo ves el futuro de la botánica?
La botánica se muere y los estudios de biodiversidad en general, también, ya que es difícil publicar trabajos de este tipo en revistas de alto impacto, y así es difícil competir. Los animalitos, como digo yo, chillan y tienen sangre, pero como las plantas no… Así que la botánica está herida de muerte, al menos en determinadas universidades de este país, entre ellas la de Valencia; con honrosas excepciones, en conjunto está condenada. A pesar de que se nos llena la boca con la palabra biodiversidad, no se traslada a la realidad. Llegan estudiantes, en principio de buenos colegios, y no saben nada. Lo poco que saben es de bioquímica y genética. Y esto es lamentable, porque hemos sido punteros de Europa en botánica. Y la biodiversidad molecular, sin entender la idea del conjunto holístico del organismo, no es suficiente. No da la información de lo que es el organismo y de cómo se relaciona con el medio ambiente, y, por tanto, de todos los factores implicados en la evolución de los seres vivos y su diversificación.
¿Qué época de la botánica te hubiera gustado vivir?
Creo que he vivido la mejor época de la botánica española y europea. Ahora ya ha derivado. Por eso pienso que he tenido mucha suerte, soy una privilegiada.