10 preguntas verdes a… Manu Garrido
El ilustrador Manuel Garrido entró en contacto con el Botànic cuando nos propuso el año pasado una muestra muy interesante: Verd! Ilustraciones para la revuelta medioambiental, producida por APIV, la Asociación de Profesionales de la Ilustración Valenciana, y que supuso un trabajo interesante que nos permitió acercarnos a la crisis climática desde el arte provocativo, creativo, mágico y reflexivo de sus miembros. Si le seguís la pista lo sabréis, puesto que ha estado como gerente, al frente de la Asociación, ocho años, y que su trayectoria sigue ahora caminos ilusionantes como librero. Por otra parte, es codirector del Festival Baba Kamo, la feria comercial del libro ilustrado que vuelve a nuestra ciudad del 16 al 18 de diciembre. Se ha sometido a nuestro cuestionario sin replicar y no nos ha decepcionado, su creatividad y encanto se traduce en respuestas que pasean por el pasado, la familia, el legado y una vida adulta más alejada de la naturaleza del que nos gustaría, pero llena de toques botánicos.
@manuelgarridobarbera
¿Cuál es tu primer recuerdo de naturaleza?
La enorme mimosa, protagonista indiscutible del jardín del chalé de mis padres, y también los paseos por el Parque de San Vicente de Llíria. Ya de adolescente, levantarme muy temprano para cortar el césped, recoger las algarrobas, encargarme de podar los cipreses y —qué responsabilidad!— los rosales.
¿Y la última planta que has matado?
Y que me da mucha rabia: un brote de cinta que encontré en la calle y traté de recuperar en mi balcón, como las que tenía la yaya Teresa. Pero ella no tenía que bregar con mi gata Ramona, saboteadora de plantas y mordedora de hojas.
Invítanos a cenar bajo el tema “cocina y plantas”. ¿Qué nos encontraremos en la mesa?
Haría flores de calabaza rellenas de burrata y tomate seco, una tabla de quesos con diferentes mieles y mermeladas —de limón y jengibre, de higos y lavanda— y, de postres, los paparajotes de hojas de limonero de la tía Conchi.
Confiésanos tu pecado insostenible
Voy en moto por una ciudad más que asumible en bici, mientras la bici muere de lástima en un rincón de casa.
Para ti, invierno es tiempo de…
Castañas y recogimiento; pasear disfrutando del frío y mimar los árboles esqueletos que renacerán y que ya veréis.
Un jardín donde perderte
Para pensar seriamente, los Jardines de Monforte; para leer, el Parque Central o el de Cabecera; para hacer el camino mucho mejor, los de Viveros; para maravillarme, el Botànic, y hace poco he conocido —¡será posible!— el de Rambleta: encantador y con nenúfares. Para perderme fuera, el Retiro, los Jardines du Luxembourg, el Tiergarten o el Sequoia Park.
¿Cuál será tu próxima aventura verde?
Que, más pronto que tarde, mi tío Carlos me enseñe a recoger robellones —y la ubicación secreta de su corro—.
¿Eres un #botanicfashionvictim?, ¿estampados de cactus, orquídeas o monstera en tu fondo de armario?
No tanto en la ropa —aunque alguna camisa con palmeras e hibiscos tengo, y fulares con flores también— como en los libros: Walden, de Thoreau; Marcovaldo, de Italo Calvino.
Un aroma que te recuerde al campo
Los espárragos silvestres como los que recogía con los padres en el campo y que suponen la mejor tortilla que existe; los higos de pala, como las que recogía con la yaya Esperanza y que me enseñó a cogerlas, lavarlas y pelarlas —y que son mi fruta preferida, obviamente—.
Estamos en época de regalar, ¿crees que regalar flores o plantas está pasado de moda?
¡En absoluto! Hace poco he regalado una dracena y una kèntia y me han regalado una aspidistra, una monstera y una Calatea triostar. A mi grupo de amigos —y con mi madre y mi chica— es habitual llevarnos esquejes de casa en casa, y es una costumbre muy bonita, porque cada día, por metonimia, me los encuentro en todos en el balcón.
