¿Qué es la turba?
Es importante enriquecer correctamente el suelo para optimizar el rendimiento en las tareas agrícolas o de jardinería. La turba es un material de origen orgánico que cumple esta función además de ser uno de los bienes ecológicos más importantes.
La agricultura ecológica utiliza diferentes técnicas de cultivo que tienen como objetivo explotar el suelo manteniendo en todo momento la máxima salud de la tierra. Los métodos usados son la rotación y la asociación de cultivos. La agricultura de no intervención de Masanobu Fukuoka aboga por no usar abonos ni maquinaria. La agrobiología se centra en el control de plagas y enfermedades de forma natural, equilibrando el medio ambiente.
No obstante, estos métodos no son suficientes y es necesario ayudar al suelo a través de fertilizantes o fitosanitarios si se detecta algún tipo de plaga. Los agricultores buscan aquellos materiales que menos daños provocan al medio ambiente. Uno de ellos es la turba, un material de origen orgánico procedente de plantas en descomposición que enriquece notablemente el suelo.
La turba favorece el crecimiento de vegetales porque favorece la penetración de las raíces en el suelo. Además, este material puede crear en suelos arcillosos una base en la cual pueden asentarse los cultivos y en el caso de suelos más secos y terrosos es capaz de aumentar su capacidad de infiltración de agua.
Formación y explotación de la turba
La turba se origina en las zonas pantanosas o de aguas estancadas, normalmente invadidas por gran cantidad de hongos donde la tasa de acumulación de plantas y restos vegetales es superior a la de mineralización, es decir, que todos estos materiales no se pueden biodegradar por completo. Esta descomposición parcial da lugar a una masa de color tierra, muy rica en nutrientes, que se ennegrece, se seca y solidifica con el paso del tiempo. Si esta masa no se retira aparecerá en el mismo lugar otra capa superpuesta, dependiendo de las especies de cada zona, originando diferentes tipos de turba con diferentes componentes y estados de descomposición.
La formación de las diferentes turbas está condicionada por las diferentes especies vegetales del lugar y del clima. Habitualmente, se habla de dos tipos de turba, la rubia y la negra. La primera se forma en humedales con baja evaporación, elevadas lluvias y poca radiación solar, con temperaturas frías en invierno y templadas en verano. Esta turba tiene un contenido bajo en nutrientes y un Ph ácido. En estas condiciones suele crecer esfagne (Sphagnum), de descomposición lenta y difícil y una de las especies más cotizadas a la hora de fabricar turbas. Las principales especies son musgos, herbáceas, arbustos, brezales y en algunos casos, árboles.
Esfagnes (fuente: http://glaciaresyturberas.blogspot.com.es/)
Las turbas negras, por el contrario, se forman en zonas más cálidas y en terrenos llanos sobre suelos ricos en cal. Proceden principalmente de juncos, cipreses y especies leñosas. Su grado de descomposición es más alto, así que tienen menos materia orgánica y más minerales. Están alimentadas riachuelos y aguas subterráneas.
Aunque muchas veces se comercializan mezcladas, son diferentes. La turba negra es muy útil para crear planteles puesto que su gran humedad inicial favorece la germinación de las semillas y la turba rubia es mejor para cultivar plantas en suelos secos y en macetas porque tiene más proporción de materia orgánica y es mejor para retener el agua que la turba negra.
Explotación de turba a Letonia
En la actualidad, existen lugares específicos dedicados en la producción y explotación de la turba, las turberas. Quienes las defienden abogan por los beneficios y usos para crear compost y otros componentes necesarios para la jardinería, la agricultura, la silvicultura y la hortofruticultura. Sus detractores alertan sobre los riesgos de la explotación y los métodos de extracción de la turba, que muchas veces degradan el medio ambiente.
En las últimas décadas las turberas han sido fuertemente degradadas debido a la explotación continua y el uso maquinaria pesada que se emplea para extraerla y para transportarla. En muchos países Europeos, más del 95% de los humedales han sido secados para la producción de turba y combustibles.
¿Por qué se usa la turba?
Desde que empezó a usarse en nuestro país hacia los años sesenta, la utilización de turbas para usos hortofructícolas ha ido en aumento. Se emplea para crear humus tanto en agricultura como en jardinería, para trasplantar macetas en silvicultura y en la recuperación de suelos forestales.
Por ejemplo, la gran capacidad de absorción de la turba puede ser utilizada cuando hay un escape de hidrocarburos en tierra o agua. A pesar de que la turba procede de un ambiente pantanoso, cuando se somete a un choque térmico se convierte en un material hidrófobo, es decir, que no absorbe el agua. La turba absorbería todo el material contaminante sin eliminar agua. Si a esto sumamos la capacidad de estanquidad de la turba, esta podría estar más de 48 horas absorbiendo el hidrocarburo y repeliendo el agua, realizando de forma natural una función de filtrado.
Otro de los usos de las turbas es la filtración de aguas residuales. Las propiedades de la turba de esfagnes o turba de musgos, es un excelente material de biofiltración porque esta turba es fibrosa y muy porosa. Esto favorece la biodegradación de los elementos contenidos en las aguas residuales que entran en contacto con los microorganismos en el biofiltro.
Finalmente, hay quienes proponen la turba como tratamientos corporales, igual que se hace con las algas. Su potencia térmica aportaría una relajación óptima en masajes terapéuticos que activarían la circulación sanguínea.