AGRICULTURA INTELIGENTE
Sequías, inundaciones, empobrecimiento ecológico, disminución de la biodiversidad, la agricultura del futuro se enfrenta a multitud de retos que no pueden esperar a largas y a veces infructuosas negociaciones políticas. Así surge la agricultura inteligente para encontrar soluciones a corto plazo más sostenibles y beneficiosas para nuestro entorno.
Uno de los retos más importantes al que se enfrenta el mundo en un futuro más o menos cercano es el aumento exponencial de la población pero sobre todo el de encontrar soluciones para poder alimentarlos en todos. Y se que según un informe de la FAO publicado a principios de 2010, es necesario que en las próximas cuatro décadas la producción agrícola aumento más de un 70% para poder satisfacer las necesidades alimentarias de la creciente población mundial.
El reto es importante y difícil puesto que a la carencia de recursos o la ausencia de políticas de su aprovechamiento, como por ejemplo pasa con el agua, hay que añadir otros factores como el del cambio climático, que amenaza constantemente la agricultura con sus efectos devastadores. Los conflictos armados, el empobrecimiento continuo de las zonas menos ricas del planeta y los desastres naturales cierran el círculo que nos indica que no podemos seguir así, tenemos que vivir la agricultura desde un punto de vista totalmente diferente.
Durante años, la agricultura ha sido ligada al desarrollo económico y tecnológico, dejando de un lado otros factores como por ejemplo el humano y el ecológico. En el último siglo el sector agrícola ha sido muy vinculado a la tecnología y a los combustibles fósiles tanto a la fase de producción como la de distribución, así, ante las fluctuaciones y subidas de los precios de los carburantes y frente un futuro incierto en cuento a su disponibilidad, el reto es desatar los precios de los alimentos a los combustibles fósiles. Para hacerlo, se tiene que transformar el sistemas agroalimentarios en su conjunto en modelos inteligentes, principalmente a nivel energético.
Sistemas inteligentes en ahorro energético
Se trata de un enfoque muy interesante en cuanto al uso de energía en la agricultura que supone una nueva manera de aprovechar mejor esta doble relación entre la energía y los alimentos. Se estima que alrededor del 30% de la energía mundial se destina a la producción de alimentos, un consumo que genera más del 20% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero y que deriva de diferentes acciones como bombear agua, estabular el ganado, cultivar, recolectar o calentar los cultivos protegidos bajo el invernadero, entre otras cosas. Aunque una vez hecha la recolección también se consume al procesamiento, el empaquetado, el almacenamiento, el transporte y el consumo.
Ejemplo de funcionamiento de una instalación de biogas que se nutre de los desechos de una granja. El ahorro de energía es muy alto
Muchos son los pasos que se pueden dar para ahorrar, por ejemplo, a nivel de la explotación se pueden incluir motores más eficientes, compuesto y fertilizantes de precisión, además de hacer un seguimiento del riego para evitar pérdidas y suministrar el agua de forma más selectivo. También podemos utilizar directamente variedades agrícolas y razas animales más sostenibles o aquellas tradicionales más adaptadas en nuestra tierra aprovechando la sabiduría popular. Después de la recolección, podemos tomar otras iniciativas como mejora del transporte y las infraestructuras, apostar por un mejor aislamiento de las instalaciones donde se almacenan los alimentos o reducir su empaquetado y despilfarro.
Por otro lado la utilización de fuentes de energía locales y renovables durante toda la cadena alimentaria puede ayudar a mejorar el acceso a la energía. Allí donde existen recursos suficientes de energía solar, eólica, hidráulica, geotérmica o procedente de la biomasa, pueden usarse en sustitución de los combustibles fósiles. Además podemos aprovechar los productos de desecho para reutilizarlos, todo se puede aprovechar.
Horno de barro tradicional
Agricultura y cambio climático
El cambio climático plantea múltiples amenazas a la agricultura como la reducción de la productividad agrícola y los ingresos en las zonas del mundo que cuentan ya con niveles elevados de inseguridad alimentaria y medios escasos para hacer frente a condiciones meteorológicas adversas. En un contexto de clima variable, la capacidad de transformar la agricultura para alimentar a una población creciente sin perjudicar la base de sus recursos naturales no solamente permitirá conseguir los objetivos de seguridad alimentaria sino que también ayudará a mitigar los efectos negativos del cambio climático.
La agricultura no solamente sufre los efectos del cambio climático, sino que también es responsable del 14% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, por eso tiene que formar parte de la solución para mitigarlos. Una agricultura más productiva y resistente requerirá una mejor gestión de los recursos naturales, como la tierra, el agua, el suelo y los recursos genéticos a través de varias prácticas como la agricultura de conservación, el control integrado de plagas, la agroforestería o las dietas sostenibles.
Agroforestería, árboles, alimentos y sostenibilidad
La agroforestería o agrosilvicultura es un sistema productivo que integra árboles, ganado y pastos o forraje, en una misma unidad productiva. Este sistema está orientado a mejorar la productividad de las tierras y al mismo tiempo ser ecológicamente sostenible. La incorporación de árboles a las labores agrícolas y agropecuarias, acompañado de investigación científica, permite encontrar métodos y tecnologías de producción más eficaces y más sostenibles. Nuestro mundo necesita precisamente esto, producir más con menos coste y recursos.
La silvicultura es la cura de los bosques, cerros o montañas y también la ciencia que trata de este cultivo y las técnicas que se aplican a las masas forestales para obtener de ellas una producción continua y sostenible de bienes y servicios demandados por la sociedad
Y es que los árboles permiten recuperar nacientes de agua, protegen con su sombra los cultivos, conservando más la humedad, y mantienen más frescas los pastos, lo cual reduce el estrés de calor del ganado. Además, así se pueden recuperar especies nativas o en extinción y mejorar la seguridad alimentaria de las comunidades. Como ejemplos de sistemas agroforestales pueden mencionarse los cultivos perennes (tales como café y cacao) bajo sombra de árboles, cultivos anuales intercalados con plantaciones de árboles, huertos caseros mixtos, combinaciones de árboles con pastoreos, plantaciones de árboles para forraje, cultivos en franjas, aros vivos y cortinas rompevientos. Un gran abanico de posibilidades.
Aunque el uso del agroforestería no es nada nuevo, se está retomando como un tipo de sistema agroalimentario sostenible. Este práctica emerge como una herramienta de adaptación y mitigación de cambios climáticos que de momento se utiliza en muchos lugares del mundo. Actualmente, es América Central, una región donde el recalentamiento planetario podría generar pérdidas de 19% del producto interno sucio, la que ha tomado más partido por estos modelos, aunque Brasil, en América del Sur, también es pionero en la recuperación de estas técnicas.
En 1985, Ernst Götsch empezó una plantación de cacao en el sur de Badia, en el nordeste brasileño. La tierra se encontraba en condiciones muy pobres puesto que después de 40 años de agricultura de roza y crema, el suelo se había agotado y los pozos se habían secado. Cinco años después, la tierra estaba cubierta por un agrobosque joven pero productivo y el agua fluía de nuevo. Todo esto ha sido resultado de aplicar un sistema de agroforestería análoga regenerativa, desarrollada por Götsch, que en Brasil se conoce como SAFRA y que ha inspirado a otros muchos.
El cacao es una de las especies que más puede beneficiarse de proyectos de agroforestería
Según un artículo publicado recientemente por la FAO, millones de personas podrían escapar de la pobreza, el hambre y la degradación del medio ambiente si los países realizaron más esfuerzos en la promoción de la agrosilvicultura. Casi la mitad de la superficie agrícola del mundo contiene al menos un 10% de la cubierta forestal, por lo cual es vital para los medios de subsistencia de millones de personas. Iniciativas como los bosques de miombo del centro, este y sur de África, que cubren 3 millones de km2 en más de 11 países, podrían mantener unos 100 millones de personas, sobre todo de bajos ingresos.
Sin embargo, los últimos estudios de la FAO ponen de manifiesto que pesar de los numerosos beneficios de la agroforestería, el sector está muy limitado por políticas adversas, restricciones legales y falta de coordinación entre los diversos sectores a los cuales contribuye. Por eso, según destaca la institución, la negociación a largo plazo y la extensión de líneas de crédito son fundamentales, puesto que los agricultores que plantan árboles obtendrían beneficios en unos cuantos años.
En este sentido, en Costa Rica, un fondo nacional de financiación forestal asignada en 1996 para subvencionar actividades forestales, se amplió en 2001 y 2005 a los sistemas agroforestales que combinan cultivos, árboles y ganadería. En los últimos 8 años se han firmado más de 10.000 contratos para la agrosilvicultura, que ya han dado lugar a la plantación de más de 3,5 millones de árboles en las fincas.