Carrícola: un tesoro sostenible en el corazón de la Vall d’Albaida

Imaginaos un lugar donde árboles y montañas conviven con esculturas y donde las piedras se transforman en lienzos. Pues así es Carrícola, un pueblecito situado a los pies del majestuoso Benicadell, en la Vall d'Albaida, y que ha conseguido destacar por su singular combinación de compromiso ambiental, arte y patrimonio histórico. Con poco más de un centenar de habitantes, este pueblo se ha convertido en todo un referente de sostenibilidad e innovación rural, y solo hace falta un breve paseo por sus calles estrechas y bonitos senderos para recordar aquello tan evidente pero que a menudo olvidamos, la importancia de vivir con equilibrio con nuestro entorno.

Un pueblo que apuesta por la ecología

¿Como se explica que un pueblo pequeño, perdido entre las sierras de la Vall d’Albaida, sea hoy un hito en sostenibilidad? Pues para entenderlo hay que remontarnos en ochenta, cuando una empresa francesa pactó con el municipio para comprar toda su producción de naranja. ¿Y qué los pidieron a cambio? Se tenían que comprometer a convertir todos los campos al cultivo ecológico. En un momento crítico en que el pueblo se enfrentaba a la amenaza del despoblamiento, a causa de la escasez de trabajo en el campo, no lo pensaron y aceptaron la propuesta.

Campos de cultivo ecológicos que conviven con las plantas silvestres. Imagen: Maite Martínez

El pueblo entendió antes de que otros muchos que el futuro no se construía, sino que se cultivaba y aquella decisión marcaría un punto de inflexión en su historia pues la agricultura, ya ecológica, transformó el paisaje y la gente. A partir de entonces se empezaron a implementar iniciativas ecológicas, pequeñas grandes acciones que lo han hecho ganar el distintivo de uno de los municipios más sostenibles de València.

Lavadero público de Carrícola. Imagen: Maite Martínez

El éxito del proyecto se debe en gran medida a la armonía entre la actividad económica y el respeto por el medio. En Carrícola no hay polígonos industriales ni grandes proyectos urbanísticos que rompan el equilibrio del territorio, sus prioridades son otras. Además, la participación vecinal es clave, pues ha permitido una recogida selectiva de los residuos orgánicos. Un sistema de compostaje comunitario con el cual se crea el compuesto que se usa tanto a los huertos locales, el motor económico principal del pueblo, como en los jardines locales. Así es, los vecinos, han encontrado la manera de hacer circular lo que antes se rechazaba, cerrando así el ciclo de los residuos y reintegrándolos en la naturaleza.

Carrícola compost, proyecto pionero de compostaje del pueblo Carrícola. Fuente: carricola.es

Este compromiso con la sostenibilidad forma parte de la amplía estrategia de un municipio que ha aprendido a dialogar con su entorno y que para fomentar la autosuficiencia y la protección del territorio ha realizado la instalación de un regadío adaptado para ser más eficiente y respetuoso con el medio, ha adoptado energías renovables y sobre todo ha desarrollado uno de los pilares fundamentales que sustenta el proyecto ecológico de Carrícola: una depuradora natural.

Eco Depuradora de Carrícola. Imagen: Maite Martínez
Esquema Informativo sobre la Eco Depuradora de Carrícola. Imagen: carricola.es

Un sistema innovador que trata las aguas residuales del pueblo a través de plantas acuáticas denominado fitodepuración. Una instalación que se asemeja más a un Jardín escondido entre caminos que a una depuradora de aguas y que permite conservar el ciclo natural del agua a la vez que reduce el impacto ambiental de los residuos.

Un museo al aire libre

Pero Carrícola no solo es un pueblo que apuesta por la ecología y sostenibilidad sino que también se ha convertido en un referente cultural. Pero como ha estado posible? Pues gracias a la iniciativa Biodivers, un proyecto de intervenciones artísticas que se inició en 2010 y que ha salpicado de arte contemporáneo el pueblo y sus alrededores con el objetivo de recuperar los espacios naturales vinculados al Barranco y la subida en el castillo.

Subida al castillo de Carrícola. Imagen: Maite Martínez

Si paseas por sus senderos, es probable que te encuentres con esculturas escondidas entre las ramas de los pinos, obras que parecen haber crecido solas, como setas después de la lluvia, al lado de los caminos, o con instalaciones que dan la sensación de haber formado parte del paisaje desde siempre. Este proyecto de arte ambiental crece año tras año y pretende despertar la contemplación y estimular los sentidos para revelar a través del arte, la belleza de un paisaje que nos rodea pero que no nos pertenece.

En total, más de setenta obras entre las diferentes ediciones, creadas por artistas locales e internacionales, dan vida a esta galería de arte al aire libre. Todas las intervenciones son efímeras en esencia y están hechas con materiales reciclados u orgánicos, porque la verdadera protagonista de esta peculiar galería de arte es ella, la naturaleza, que irremediablemente con el paso del tiempo transformará estas creaciones humanas y las hará suyas.

Algunos de los artistas que han dejado su impronta en el pueblo son Josep Ferragut y Xeles Tortosa, con la obra “Supervivencia” o Joan San Carlos que con “Escuela rural, medio real”, hace una reflexión necesaria sobre la ausencia de un centro educativo en el pueblo, y como con esta situación se pierde una oportunidad vital de transmitir su modelo de convivencia con la naturaleza a nuevas generaciones.

Escola rural, medi real de Joan Sancarlos. Imagen: carricola.info
Instalación artística que da la bienvenida al pueblo de Carrícola, de Joan Sancarlos. Imagen: Maite Martínez.

Entre los artistas de Biodivers también encontramos a Rubén García Villaplana, biólogo, artista sonoro que eligió algunos lugares del pueblo para invitar los visitantes a conectar a través de sus creaciones con su capacidad para escuchar; Lucía Loren, que con la obra “Torres de biodiversidad” y a través de piezas escultóricas diversas procuró incentivar el establecimiento de polinizadores y reptiles; Guillermo Ros, con su obra “Piedras de agua”; y Peregrine y Despeinadda que con su mural cerámico titulado “Lluvia vuelve” quisieron hacer un “llamamiento” a la lluvia como una forma de transmitirle su agradecimiento.

Lluvia vuelve, mural cerámico colaborativo de peregrini y despeinadda. Imagen: Maite Martínez

Todos ellos, de manera altruista, con sus intervenciones artísticas han hecho de Carrícola un espacio vivo y han establecido un diálogo creativo en torno al pueblo, creando obras que, no solo embellecen los espacios, sino que respetan y celebran la naturaleza y nos invitan a reflexionar sobre nuestra relación con ella.

Un pueblo que te inspira

Este municipio arraigado al campo, a pesar de su escasa población, es un ejemplo perfecto de autosuficiencia y sostenibilidad. Ha hecho del arte y la creatividad sus señas de identidad, se ha convertido en un referente para otras pueblos y comunidades interesadas al poner en marcha modelos similares, y en punto de encuentro habitual para todos aquellos que quieren aprender sobre prácticas sostenibles e innovadoras.

Calle de Carrícola con detalle artístico hecho de madera, de Miguel Ferri. Imagen: Maite Martínez

Así que ya sabes, si buscas un lugar donde desconectar del mundanal ruido y aprender cómo podemos convivir con nuestro en torno de forma más respetuosa, Carrícola te espera con los brazos abiertos y las paredes y las calles llenas de historias, de arte y naturaleza. Pero antes de despedirte del pueblo escucha lo que parece murmurar a todos sus visitantes. Se trata de una pregunta que queda suspendida en el aire para hacernos pensar: ¿cómo sería el mundo si todos los pueblos fueran cómo él?

Revista de divulgación científica del Jardí Botànic de la Universitat de València.
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