Viajando por la Patagonia
Marcos López ha hecho un viaje de los que dan envidia. Pero quienes hacemos Espores y quienes la leéis solo sabemos de envidia sana, así que le dejamos que nos guíe por la Patagonia y nos cuente de sus paisajes, sus glaciares y sus sorprendentes especies vegetales. Un viaje en familia que nuestro bloguer aprovecha a nivel botánico y lo comparte con todo aquello que se ha ido encontrando por el camino.
La Patagonia es uno de los pocos lugares en el mundo en los que la belleza de la naturaleza no ha sucumbido a la intromisión humana. Sus complejos ecosistemas y sus paisajes, tan extensos que es prácticamente imposible abarcarlos por entero a simple vista, gozan de una buena salud gracias a la protección que reciben y a la concienciación que los visitantes asimilan ante la majestuosidad de todo lo que allí se puede contemplar.
Visitar la Patagonia argentina ha sido un sueño de mi familia desde hace muchos años. Recuerdo desde que era bien pequeño oír hablar en casa sobre el Glaciar Perito Moreno y otras maravillas que temíamos estuvieran desapareciendo a causa del cambio climático. Era un viaje muy caro y que tendría que durar al menos unos diez o doce días para ver lo básico, así que mis padres decidieron esperar a que mi hermana y yo fuéramos mayores para planteárselo. Finalmente, el pasado año 2018 el sueño pudo cumplirse y tuvimos la oportunidad de hacer este gran viaje del que os voy a hablar.
Glacial Perito Moreno. / Marcos López.
Comenzamos nuestra aventura la segunda semana de noviembre (lo que allí es mediados de primavera) visitando la capital de Argentina, Buenos Aires, ciudad a la que llegamos tras un vuelo de casi trece horas desde Madrid. Recorrimos los principales puntos turísticos como la Casa Rosada o el Teatro Colón, pero no tuvimos tiempo de visitar otras localizaciones interesantes como el Museo Argentino de Ciencias Naturales, en cuyo ámbito funciona el Instituto Nacional de Investigación de las Ciencias Naturales, que estudia multitud de campos entre los que se encuentra la botánica.
Las especies del fin del mundo
Para nuestra segunda parada bajamos miles de kilómetros hacia el Sur, hasta la conocida como “Ciudad del Fin del Mundo”, Ushuaia. A más de 12.000 km de Valencia, es la más austral del globo: sólo 1.000 km la separan de la Antártida, por lo que se considera como la Puerta de Entrada a la misma. Navegando por el Canal Beagle, el mismo que utilizan los barcos que realizan las expediciones científicas, pudimos ver el mundialmente conocido Faro del Fin del Mundo, en el cual se inspiró Julio Verne para su famosa novela.
En el Parque Nacional Tierra del Fuego, que también se visita desde Ushuaia, encontramos la planta llamada calafate (Berberis microphylla), un arbusto de 1,5 m de altura con flores amarillas y fruto comestible, una baya de color azul oscuro del mismo nombre. Se la considera como un símbolo de la Patagonia y se dice que quien consume su fruto ha de volver. Otra especie muy común en estas tierras es la lenga (Nothofagus pumilio), un árbol de hojas caducas que cambian del rojo intenso al amarillo o marrón antes de caer y que puede llegar a los 30 m de alto. En cuanto a los animales, curiosamente, en esta zona no hay anfibios y solamente encontramos una clase de reptil, la lagartija magallánica, debido a las condiciones climáticas. No existen serpientes en esta región.
Calafate, Berberis microphylla . / Calyponte (Wikimedia).
Bosque de lengas, Nothofagus pumilio. / Pablo Flores (Flickr).
Y continuamos nuestro viaje por Argentina, que presenta una población próxima a la de España teniendo una superficie más de cinco veces mayor, con una distribución además muy desigual, ya que alrededor de un tercio de esta población vive en el área metropolitana de la capital. Sabiendo esto es fácil hacerse una idea de las distancias entre las ciudades, tan grandes que no nos dejaban más remedio que desplazarnos en avión si queríamos aprovechar el viaje.
Entre glaciares
Nuestra siguiente parada fue El Calafate, a unos 900 km al norte de Ushuaia, desde donde visitamos el Parque Nacional Los Glaciares. Allí pudimos ver, entre algunos otros, el famoso Glaciar Perito Moreno, uno de los pocos en el mundo que, no se sabe a ciencia cierta por qué, no se encuentra en retroceso. Hay muchas formas de visitar el Glaciar y nosotros pudimos disfrutar de tres de ellas: aproximándonos en un barco, contemplándolo desde unas pasarelas cercanas y caminando sobre él con ayuda de unos crampones (cierta clase de clavos que se ajustan a los zapatos y que permiten caminar por el hielo de una forma segura). Cualquiera de ellas te deja sin palabras. Y es que se trata de un glaciar de unos 60 m de alto, 5 km de ancho y 35 km de largo. Es algo simplemente espectacular, en todos los sentidos.
Glacial Perito Moreno. / M. López.
En cuanto a la flora, en el Parque encontramos el ñire o haya antártica (Nothofagus antarctica), un árbol que alcanza entre 10 y 25 m de alto, de tronco delgado, y flor de un color amarilloso verdoso. Recibió su nombre ñire (zorro, traducido del mapuche) debido a la frecuencia con la que estos animales hacían sus madrigueras debajo de los mismos. Su principal uso es la extracción de leña, aunque también se le dan fines ornamentales, para lo cual se ha introducido en regiones tan alejadas como la Costa Norte del Pacífico en Estados Unidos o las Islas Británicas.
Además encontramos por esta zona el notro (Embothrium coccineum), un árbol de flores rojas de entre 4 y 15 m de altura y cuya madera se caracteriza por ser muy blanda, pero resistente y muy útil en la fabricación de utensilios de cocina. Se cultiva como planta ornamental en Chile, Gran Bretaña y Estados Unidos.
Ñire, Nothofagus antarctica. / Wikimedia.
Notro, Embothrium coccineum, en el canal Beagle. / Natalie Tapson (flickr).
Mientras estábamos alojados en El Calafate también visitamos “El Chaltén”, pequeña ciudad de muy reciente fundación (1985) conocida como la Capital Nacional del Trekkin y desde la cual pudimos contemplar el Monte Fitz Roy, famoso por la peligrosidad en su escalada a pesar de no ser tan alto (supera por poco los 3.000 m). Una de las causas la constituyen los potentes vientos patagónicos, famosos por su extraordinaria fuerza.
La flora aquí es parecida a la de El Calafate, ya que también se encuentran lengas y ñires. Destaca el neneo (Mulinum spinosum), un arbusto de hasta 1,2 m de altura, con forma de cojín blando y espinoso y flores de pétalos amarillos, y la paramela (Adesmia boronioides), también arbusto y algo espinoso, que no supera el metro de altura y cuenta con unas pequeñas flores amarillas.
Monte Fitz Roy.
Neneo, Mulinum spinosum. / Pablo Flores (Flickr). A la derecha, paramela, Adesmia boronioides. / Andrea Schieber (Flickr).
Una Patagonia que no termina
A continuación visitamos Puerto Madryn, unos 1.500 km al norte. Desde allí fuimos a la Península Valdés, donde pudimos ver muy de cerca ballenas, elefantes marinos y pingüinos (que de hecho estaban en su época de cría). Aunque seguíamos en La Patagonia, encontramos algunos ejemplos nuevos de vegetación como el llamado quilimbay (Chuquiraga avellanedae), arbusto de hasta un metro de altura que se diferencia por sus hojas anchas y duras, o el piquillin (Condalia microphylla), de 0,5 a 2 m de altura y ramas espinosas.
Nos habíamos desplazado miles de kilómetros a lo largo del país, pero seguíamos en la misma región, La Patagonia, una de las cuatro en las que se divide Argentina, y por tanto encontrábamos numerosos ejemplos repetidos en fauna y flora. Quizás el más representativo de estos ejemplos y que constituye todo un símbolo del paisaje conocido como Estepa Patagónica es el coirón duro (Pappostipa speciosa), una hierba que forma matas de hasta 60 cm de altura con hojas duras, punzantes y amarillas y entre las que se acostumbra a ver guanacos, unos animales mamíferos y camélidos de aspecto similar a la llama.
Quilimbay, Chuquiraga avellanedae. Dick Culbert (Wikimedia).
También característico de la Patagonia es su tan variante tiempo, que en una misma jornada podía cambiar por completo varias veces. Esto era una preocupación siempre presente, ya que un día de mal tiempo en la Patagonia suponía normalmente la cancelación temporal de las actividades, lo que dados los planes tan ajustados con los que suelen acudir los visitantes significa en la mayoría de los casos no poder realizar la excursión en cuestión. Sin contar los vuelos de ida y vuelta, nuestro viaje duró diez días y en ellos tuvimos mucha suerte, ya que el tiempo fue siempre bueno (lo cual, según nos contó la gente de allí, rara vez sucede) y pudimos hacer todas las excursiones sin ningún inconveniente.
Alojándonos en Puerto Iguazú, población a unos 2.500 km al noreste de Puerto Madryn y situada junto a las fronteras con Paraguay y Brasil, pasamos a la Región Norte Grande Argentino. Ya en la etapa final del viaje, visitamos el Parque Nacional de Iguazú, compartido por Argentina y Brasil, en ambos lados. Pudimos ver muy de cerca sus impresionantes cataratas, consideradas una de las siete maravillas naturales del mundo. ¡Y con toda la razón! Nos fijamos también en numerosos carteles advirtiendo sobre la presencia de animales salvajes como el yaguareté o jaguar, y el yacaré overo o cocodrilo, y de la peligrosidad de salirse de los senderos marcados, ya que estos animales se encuentran por el Parque en libertad.
Iguazú. / M. López.
Anadenanthera colubrina. / Lars Curfs (Wikimedia).
Cedrela fissilis. / Mauro Guanandi (Wikimedia).
Como podría imaginarse, se ven allí especies de plantas que requieren unas condiciones específicas de humedad como son el curupay (Anadenanthera colubrina), un árbol de entre 5 y 30 m de altura, con un tronco muy espinoso y corteza de color gris oscuro) o el cedro paranaense (Cedrela fissilis), un árbol que puede alcanzar los 30 m y cuyo tronco mide entre 1 y 1,5 m de diámetro.
Quienes me conocen saben que en mi familia siempre hemos sido muy viajeros y nos encanta visitar otros países, pero Argentina ha sido algo fuera de lo normal. Después de tantos años teníamos las expectativas muy altas y aun así se vieron superadas con creces. Y es que con una maravilla como la Patagonia no podía ser de otra manera. Si te gusta la naturaleza, te garantizo que no habrás visto nada igual.