Plantas tintóreas, la naturaleza y el color en el arte de teñir
La historiadora especialista en plantas tintóreas, Mª Julia Martínez, nos invita a descubrir los tintes naturales que podemos encontrar en el mundo vegetal. Plantas que crecen sobre todo a lo largo del mediterráneo, con las que se introdujo por primera vez el color en la vestimenta antigua y con las que pudimos iniciarnos en el maravilloso arte de teñir, gracias a un curso impartido por la investigadora en el Jardí Botànic de la Universitat de València.
El gran despliegue de colores que nos muestra el mundo vegetal no debió pasar inadvertido a nuestros antepasados. Se podría señalar que el gusto por las ropas de color nació como un intento de imitar los colores de la naturaleza. No es descabellado pensar esto si tenemos en cuenta que en la nomenclatura utilizada por los autores clásicos para describir las diferentes tonalidades de sus vestidos no encontramos términos como rojo vivo, verde claro o azul oscuro, sino una base esencialmente naturalista. Y es que comparaban el color de la fibra o vestido teñido con el de alguna flor, fruto u objeto coloreado que veían frecuentemente en la naturaleza. Así, algunas designaciones que consideramos modernas como azul cielo o verde manzana se remontan a época clásica. Ovidio, por ejemplo, recomendaba a las mujeres los vestidos azul cielo, amarillo azafrán, verde mar o verde mirto. Los tres colores básicos, rojo, amarillo y azul, se obtenían directamente a partir de materias primas vegetales y en algún caso animales (rojo grana), y era a partir de éstos, mediante mezclas, cómo se conseguían el resto de colores.
Iconografía del azafrán donde se distinguen claramente los estigmas de la flor, resto de fresco hallado en Akrotiri, Grecia, 2015. Imagen: M. Julia Martínez
En la historia de los tintes no podemos olvidar que el gusto por un color determinado estuvo muy ligado al simbolismo. Así, por ejemplo, los griegos y romanos al igual que otros muchos pueblos, desde la prehistoria, consideraron el rojo como un símbolo asociadas siempre al color de la sangre, la dadora de la vida, con toda la connotación mitológica que esto conlleva. Las sedas teñidas en color púrpura y rojo portadas por fenicios, persas, griegos y emperadores romanos fueron muy elogiadas en las fuentes antiguas. Se puede decir que la historia de los tintes se inicia con la ambición de tintoreros y alquimistas griegos, introduciendo nuevas técnicas y avances para obtener, particularmente, el color rojo y sus variedades, Algunas de las recetas para elaborar estos magníficos colores se describen en varias compilaciones del periodo greco romano. Las bases técnicas de este arte se transmitieron al occidente medieval a través de recetarios, hasta época moderna, introduciéndose nuevas materias tintóreas y técnicas foráneas. De esta manera, la identificación de un determinado tinte en un resto textil constituye un logro importante, ya que puede darnos una valiosa información a la hora de datar el tejido, a la vez que puede ayudarnos a concretar cual pudo ser su lugar de origen.
El origen de los procedimientos de teñido se remonta muy atrás en la historia y el método más primitivo consistió en sumergir una pieza entera en el recipiente con el tinte. Las sustancias colorantes de origen vegetal fueron las más usadas, y se prefirieron a otro tipo de materias tintóreas por diferentes causas, como su buena fijación, solidez, tradiciones regionales, valor económico o religioso, principalmente. Los tintes de origen natural fueron el único medio de embellecer las telas, darles color, o realizar bordados polícromos que incrementaban el valor del tejido. Estos colorantes fueron de uso común hasta el descubrimiento de la malveína por Perkins. La patente de este tinte en 1856 marca el inicio de la era de los tintes obtenidos por síntesis química. La consecuencia de esta innovación fue el nacimiento de una nueva tecnología del teñido y la pérdida progresiva del uso de plantas e insectos para la elaboración de tintes. Actualmente la investigación en materia de tintes naturales se ha incrementando, pero no existe una disciplina académica en la que se incluya su estudio.
El arte de teñir con tintes naturales
El arte es concebido como una necesidad humana. Desde la más remota antigüedad el hombre no ha tenido suficiente con poseer los objetos que le rodean y que le han servido para satisfacer sus necesidades, por lo que, siempre ha intentado revestirlos de belleza persiguiendo un ideal de superación. Se puede pensar que éste fue el objetivo que le llevo a inventar las distintas artes e industrias, como por ejemplo la industria del tejido y el arte del teñido.
Diseño de M. Fortuny de la colección Delos junto a una seda teñida con rubia (Rubia tinctorum) por la autora.
Gondefrille definió el arte de la tintura como “el arte de combinar y fijar químicamente a las diversas sustancias textiles todos los colores”. Minerales, vegetales y animales, pero con un matiz “no se trata de una aplicación superficial e imperfecta, sino de una combinación química y perfecta”. Esta definición nos sugiere que posiblemente la gran mayoría de las materias primas naturales podrían servir para tintar, pero su fijación a las fibras textiles, en el hipotético caso de que se diera, sería superficial y en poco tiempo la pieza o el hilo se desteñirían.
El descubrimiento de principios colorantes gracias al azar, como las manchas con jugos de bayas o los colores de determinados vegetales al hacerlos hervir (por ejemplo las pieles secas de la cebolla), constituyeron los primeros tintes. Con el tiempo, se fueron mejorando los procesos hasta encontrar el color más perfecto o más parecido al que buscaban imitar en la propia naturaleza. Actualmente tenemos constancia, por las fuentes escritas y los análisis efectuados a restos textiles, de un gran número de plantas tintoreras, pero éstas no representan más que una pequeña parte del conjunto de productos de origen vegetal que pueden contener materias colorantes. Tanto en el norte de Europa, como en los países ribereños del Mediterráneo la abundancia de plantas en estado salvaje favoreció el desarrollo del tintado de textiles con colorantes de naturaleza vegetal. Existiendo especial predilección por plantas como la rubia, la gualda o la isatis.
Raíces de Rubia (Rubia tinctorum). Imagen de herb-education.eu
Para comprender los procesos de tinción es necesario conocer bien las materias primas que se van a teñir así como las sustancias colorantes empleadas para ello. Las materias primas empleadas condicionan los resultados finales en cuanto a la calidad, durabilidad de los productos y precio. En función de la materia prima tintórea que utilicemos para elaborar un baño de tinte, el color será más o menos solido, y tendrá una mayor o menor durabilidad. Los factores ambientales, los lavados y otros procesos sufridos por el tejido teñido se harán más visibles cuando usemos tintes de baja solidez, tintes fugitivos, como los baños de fucus o anchusa. Sin embargo si usamos granza o cártamo el color permanecerá prácticamente inalterado con el paso del tiempo. De hecho, tenemos numerosos ejemplos de tejidos muy antiguos que conservan su color en las colecciones textiles de los principales museos nacionales e internacionales.
Hemos visto que los tintes naturales fueron la base del color del tejido y otros soportes, pero ¿Cómo se teñía?, es decir, ¿cómo se aplicaban estos agentes colorantes sobre las fibras?. Las fibras textiles mejor conocidas y más utilizadas por el hombre han sido: la lana, la seda, el algodón y el lino. Esto no significa que no se hayan usado otras materias primas, tanto animales como vegetales, tales como la malva, el cáñamo, la ortiga, el junco, el tilo, etc., al igual que pelos de animales como los de cabra o los de camello que se teñían igualmente.
Cómo extraer tintes vegetales y fijarlos a las fibras textiles
Los artesanos y expertos en la elaboración de tintes con materias primas naturales sabemos que es necesario llevar a cabo un proceso ordenado siguiendo unos pasos definidos, hasta adquirir una destreza, que el tiempo y la experiencia nos va dando. En primer lugar debemos señalar que la operación de tintado propiamente dicha, es decir, la fijación de las materias colorantes a la fibra textil, tejido o vestido confeccionado, requiere de unas operaciones previas: el lavado y desgrasado de las fibras y el mordentado de éstas. Esta segunda operación no siempre será necesaria pues algunos tintes como los indigoides pueden fijarse a la fibra sin necesidad de que intervengan otros agentes químicos. Estos procesos son necesarios para conseguir una mejor fijación de la materia colorante a la fibra. Estas indicaciones se encuentran ya en los papiros del s. III d. C., en donde se indica explícitamente que el desgrasado es una condición indispensable para la buena penetración de los mordientes y de los colorantes, lo que permite, a su vez, que un tejido mantenga su color original durante un periodo de tiempo mayor.
1. Lavado y desgrasado de las fibras textiles
En el caso de la lana, ésta se debe lavar para eliminar la grasa (lanolina) y toda la suciedad que retiene, como restos de piel, tierra, orina o excrementos, ya que sin éste tratamiento previo sería muy difícil realizar el hilado de las fibras. La mejor manera de lavar la lana sería ponerla en un río o un torrente de agua, donde a la vez se iría cardando con los dedos, tirando muy suavemente de ella. El agua debe estar fría o tibia pero nunca caliente, porque de esta manera se desgrasaría la lana en exceso. Cuando no fuera posible introducir la lana en un cauce de agua natural, se debería utilizar un recipiente al que se le hace llegar agua limpia de manera continua. Lo ideal sería utilizar la raíz de saponaria (Saponaria officinalis L.) en este proceso.
Raíz, hoja y flor de saponaria (Saponaria officinalis)
La seda, formada por un simple ensamblado de hilos torneados, debe ser también desgrasada antes del tintado, ya que esta grasa no permite el paso de las materias colorantes. En cuanto a las fibras de origen vegetal como el algodón o el lino, también requieren un tratamiento previo para eliminar las ceras y pectinas que las envuelven. El jabón recomendado en la actualidad para el lavado de todas las fibras es el carbonato de sosa.
2. Mordentado de las fibras textiles
La mayoría de las tinturas naturales no pueden ser absorbidas por las fibras de una manera uniforme. Son muy pocas las plantas que pueden teñir directamente. Sin embargo, estas moléculas se combinan fácilmente con sales metálicas formando lo que la química moderna conoce con el nombre de quelatos. A estas sales se les dio el nombre de mordientes, término que procede del latín mordere que significa morder, ya que se pensaba que los metales se enganchaban mordiendo la fibra, y una vez en ella, atraían los colorantes a su alrededor.
Fibras teñidas con cochinilla y mordentadas con alumbre, sulfato de cobre y sulfato de hierro (véase la diferencia de tonalidad). Taller de tintes de La Orotava, 2012. Imagen: M. Julia Martínez
Podemos clasificar a los mordientes en orgánicos e inorgánicos. En líneas generales los mordientes inorgánicos más utilizados han sido las sales de aluminio (alumbres), de hierro, de cobre y de estaño. Como mordientes orgánicos se pueden utilizar tanto productos de origen animal como vegetal. Las pieles y cáscaras de algunos frutos como la granada y la nuez, y las cortezas de los troncos de árboles como el pino, el roble, el fresno, el tilo o el abedul por su riqueza en tanins: sustancias astringentes que favorecen la fijación de la materia colorante. También en el mundo vegetal hay plantas que contienen sales inorgánicas de aluminio como las licopodiáceas, plantas parecidas a los helechos y ricas en alumbre natural.
El alumbre es el más importante de todos, aunque también se han empleado habitualmente sales de hierro para conseguir tonalidades más rojizas o marrones. Otra función del mordiente utilizado es la posibilidad de conseguir distintas tonalidades del mismo color con una misma materia colorante. Estos pasos previos al teñido son imprescindibles para que el color del tejido sea duradero, independientemente de la materia prima utilizada.
3. Extracción de las materias colorantes vegetales y teñido de fibras
En principio todas las partes de una planta (corteza, tallos, hojas, flores o raíz) pueden poseer los principios activos productores del color. No obstante, en algunas partes se halla en mayor concentración y éstas son las que se deben recolectar para poder obtener la mejor calidad y mayor cantidad de materia colorante. En función de la solubilidad del colorante tenemos dos maneras de actuar para extraerlo:
Proceso de maceración de plantas tintóreas
Si se trata de compuestos solubles en agua o disolventes orgánicos, se hace un baño de tinte mediante una maceración y decocción de las partes de la planta ricas en tinte. La maceración es un proceso por el cual se introducen en un baño de agua fría las partes de la planta ricas en colorante, así extraeremos los colorantes libres y los glucósidos o azúcares, pero lo más habitual es macerar en agua tibia las partes de la planta que nos interesen, durante unas horas o unos días, dependiendo de la naturaleza de la planta; de manera que conseguimos extraer así los colorantes no libres. Este primer paso se debe realizar para la gualda, las raíces de las rubiáceas y para la orcaneta, entre otras.
La decocción, por otra parte, consiste en colocar en un baño las partes con mayor cantidad en principio activo de la planta, baño al que le iremos aumentando la temperatura hasta llegar a la ebullición. Una vez alcanzados los 100º C se tapa el recipiente y se mantiene entre 80-90º C, durante una hora para plantas herbáceas y cuatro horas para cortezas, raíces, troncos o líquenes.
Cuando se trata de principios químicos insolubles en agua se preparará una tina o cuba de fermentación. Es el proceso utilizado para la extracción de los indigoides (Indigofera tinctoria L., Isatis tinctoria L.). El proceso requiere de una mayor destreza, ya que son varios los factores a tener en cuenta para obtener una buena cuba de color azul. Estos indigoides son insolubles en agua y para hacer el tinte se requiere un proceso de fermentación, una reducción en medio básico. Estas tinas pueden ser orgánicas, utilizándose como agente reductor algún tipo de fruto rico en azúcares, como los dátiles, y cal para conseguir un pH básico. A pesar de su complejidad tenemos constancia de su elaboración en unas recetas presentes en tablillas neo babilónicas datadas alrededor del s. VII a. C.
A partir de este momento con la fibra preparada para recibir y aceptar al tinte, ésta se sumergirá en el baño de tinte (decocción) o en una tina de fermentación, en función del proceso de extracción de la materia colorante.
Los colores de la naturaleza
En el transcurso del curso realizado en el Jardí Botànic de la Universidad de Valencia, el pasado mes de abril de 2018, se ha intentado recuperar el arte de teñir con algunas de las plantas tintóreas más importantes presentes en la mayoría de las recetas incluidas en los papiros griegos, y en otros tratados de tintes que poseemos, desde el medievo hasta época moderna. Gracias a plantas como la Rubia tinctorum L., Anchusa tinctoria L., Reseda luteola L, Punica granatum L. Curcuma longa L. e Indigofera tinctoria L., se obtuvieron colores rojos, amarillos y azules respectivamente, con toda un gama de matices muy variada en función del mordiente utilizado. Además, se tiñeron fibras con la cochinilla americana, Dactylococus cactus L., un parásito de algunas especies de cactus, especialmente del Nopal. La intención del taller era que el alumno lograra una introducción al conocimiento y se iniciara en la práctica del teñido con plantas y animales tintóreos, para contribuir a la revalorazión el olvidado mundo del arte de teñir con materias naturales en el área educativa, de una manera activa y didáctica.
Sedas teñidas con gualda, orcaneta y cochinilla, respectivamente en el curso de tintes realizado en el Jardí Botànic de la Universitat de València en abril de 2018. Imagen: M. Julia Martínez
Además, este tipo de actividades contribuyen a fomentar el respeto medioambiental y a valorar e incorporar el patrimonio histórico inmaterial en la práctica educativa. Sin perder de vista el disfrute de los alumnos en estos cursos, no se puede olvidar su formación. Los alumnos de las Facultades de Arte y Diseño, así como de los Centros de Restauración, o pertenecientes a cualquier otro ámbito relacionado con el mundo de la botánica o del arte, a través de estos cursos formativos pueden comenzar a valorar la introducción de estas prácticas artesanales en su trabajo habitual, con el valor añadido de reconciliarnos con un medio ambiente degradado y corrompido por el uso indiscriminado de sustancias químicas difícilmente degradables. A lo largo del curso se han conseguido sedas teñidas cuyos matices y colores no podrían obtenerse nunca mediante tintes sintéticos. Estos son los verdaderos colores de la naturaleza y a continuación se detallan de las especies que han sido utilizadas.
Rojos de la granza, el púrpura vegetal
Una de las familias vegetales más importantes utilizadas para la obtención del tinte rojo es la de las rubiáceas, siendo la especie cultivada Rubia tinctorum L. la más estimada ya que se pueden obtener con ella toda una gama de matices que iban desde el rojo escarlata al marrón oscuro, en función del mordiente utilizado. En el caso de la rubia los principios colorantes se encuentran en mayor proporción en la raíz de la planta y con ellos se consigue el tinte conocido como granza. Además, también sirvió para conseguir el púrpura de Tiro fue uno de los tintes más apreciados en la antigüedad. Desde la época helenística fue común la producción de una variedad ordinaria de este tinte, el llamado “púrpura vegetal”, principalmente elaborada con granza o con mezclas de índigo y granza. Un producto que se impuso entre las clases populares que intentaban imitar en sus vestidos los colores propios de la aristocracia romana.
Raíz de rubia (Rubia tinctorum) L. Taller textil de Triste, Huesca, 2008. Imagen: M. Julia Martínez
La rubia es una planta herbácea perenne. Es originaria de Siria, Palestina y Egipto, aunque su distribución fue generalizada por todos los países del Oeste y Norte de Europa y por los países ribereños del Mediterráneo. Varias especies crecen espontáneamente, dando lugar a variedades locales o especies endémicas, como la Rubia lucida L. o Rubia minor L. y la Rubia peregrina L. natural del levante español.
La especie R. tinctorum, ha sido sometida a numerosas investigaciones y experiencias prácticas realizadas por hábiles químicos, como Berthollet o Gibson, desde el siglo XVIII. Existe una abundante bibliografía, en la que se recalca la importancia de esta planta en la producción de tintes de gran calidad, el llamado Grand teint, aquel que se fija muy bien al tejido y que no se ve alterado por otras sustancias o por el lavado de los mismos. De manera general, se aconseja que la proporción de planta utilizada por cada 100 g de fibra sea de 50 g y que no se superen los 85º C de temperatura en el baño de tinte.
Amarillo, la túnica azafrán
El amarillo era un color usual en la vestimenta femenina de las muchachas vírgenes en la antigua Grecia. Las doncellas que tenían que preparase para el matrimonio estaban bajo la tutela de Ártemis y éste era el color de la crocota, túnica azafrán símbolo de la madurez sexual. En la mitología griega se cuenta que las ropas de la diosa Afrodita se tiñeron al introducirlas en un baño de tinte hecho con plantas de azafrán y Jacinto. El color amarillo en la antigüedad se obtenía principalmente a partir de dos plantas; el Crocus sativus L. o azafrán, y la Reseda luteola L. o gualda. La planta del azafrán crece salvaje en Grecia, Asia Menor y Egipto, pero fue cultivado extensivamente en Abruzzi, en Sicilia, Palestina, Siria y Cilicia. Esta especie contiene unos aceites esenciales que eran muy apreciados ya en la antigüedad por sus aplicaciones en medicina. Su principio colorante es la crocetina y se encuentra en los estigmas de la flor. Es uno de los pocos tintes directos que se encuentran, como tal, en la naturaleza. Se trata de una materia colorante soluble en agua y por tanto la manera de extraer el colorante es mediante una decocción simple o una maceración.
Flor y estigmas desecados del azafrán (Crocus sativus)
Por otra parte, existe una planta que es conocida por los tintoreros como azafrán de la India, la cúrcuma o crocos. La sustancia colorante se encuentra en la raíz y es la curcumina. Se considera también un mal tinte, como el azafrán verdadero, ya que se fija muy mal a las fibras. Los tratados sobre tinturas dicen que esta materia colorante no debió usarse más que para teñir artículos de poca importancia. El aire, la luz y la humedad pueden modificar en poco tiempo el color y a veces pueden degradarlo totalmente.
Azul, el índigo de los vedas
El índigo fue un tinte empleado en mayor medida en la India, primer centro de producción de tintura al índigo. La historia de su uso se remonta a las fuentes hindúes del periodo pre-védico. En el Atharaveda, las propiedades tintóreas del índigo son alabadas y en el periodo post-védico c. 500 a. C., es mencionada la nîla para teñir de azul. Su nombre en Sanscrito es nĩlĩ, de donde procede el término nĩla que hace referencia al color azul oscuro o añil. Puede considerarse uno de los colorantes más utilizados a lo largo de la historia para teñir fibras textiles. Y es que suele ser bien aceptado por las fibras vegetales, tales como el lino y el algodón, que son las que mayores problemas pueden dar a la hora de ser teñidas. El índigo se extrae de un arbusto procedente de la India, que puede llegar a alcanzar una altura de entre 1,20 y 1,50 m. Se trata de una leguminosa y desde antiguo se conocen dos especies o variedades regionales, la Indigofera tinctoria L. y la Indigofera argentea L., que actualmente sigue cultivándose en la región de Gujarat. La sustancia química responsable del color es una indigotina (C7 H5 N O2), que se encuentra presente en las plantas en forma de indican (C7 H5 N O).
Tinte elaborado a partir del Índigo (Indigofera tinctoria). Imagen: Wikimedia, Gitane
El índigo natural que se utiliza hoy en día para teñir, procedente de Sudamérica y de la India, se comercializa en forma de polvo. Gracias al avance de la química, sabemos que para la extracción del índigo es preciso que se den tres procesos químicos, fermentación, reducción y oxidación, de manera que el compuesto químico responsable del color, poco coloreado en medio ácido, se convierta en una sal con un gran poder colorante por la acción de una base (un medio alcalino, como por ejemplo, la orina rica en amoniaco, las cenizas ricas en sosa o la cal). Como por arte de magia, el color azul de la fibra se obtiene al sacarla de la tina y exponerla al oxigeno.