El jardín como una obra de arte
Fran García es de esas personas que visitan jardines y se hacen preguntas al respecto. En esta ocasión ha visitado la casa museo de Claude Monet, en Giverny (Francia) y ha vuelto cargado de interrogantes sobre el infravalorado componente artístico de la jardinería. ¡No te pierdas sus reflexiones!
La primavera pasada tuve la oportunidad de visitar la casa museo de Claude Monet, en Giverny (Francia) y debo reconocer que fue una experiencia extraordinaria. Mucho se ha escrito ya sobre la belleza de los jardines que rodean la casa donde el genial pintor francés se estableció desde 1883 hasta su muerte en 1926, sobre la precisa ubicación de las variedades y elementos seleccionados y sobre la magia que envuelve cada uno de sus rincones, y nada nuevo tengo que aportar al respecto; sin embargo, mientras paseaba maravillado por aquel torrente de colores, sonidos y fragancias, me sobrevino una pregunta que deseo compartir.
Imagen de Fran García
Los interrogantes de Fran
¿Quiso –quizás- Monet dar un paso más allá en su concepción como artista y reivindicar la jardinería como una obra de arte? La respuesta que me asalta tras la visita a estos jardines es que sí, sin ninguna duda. Juzguen sino ustedes mismos con algunas de las fotos que tomé durante la visita.
Imagen de Fran García
Si consultamos lo que dice la RAE sobre “jardinería”, nos encontramos con lo siguiente: “arte y oficio del jardinero”. Así de escueto. Y si acudimos a “jardinero” nos dice “persona que por oficio cuida y cultiva un jardín”. Si, en cambio, acudimos a consultar Wikipedia, la primera definición que nos encontramos para jardinería es “el arte y la práctica de cultivar los jardines”. En este mismo portal, si consultamos la concepción de “arte” nos encontramos con la siguiente definición: “El arte (del latín ars, artis, y éste del griego τέχνηtéchnē) es entendido generalmente como cualquier actividad o producto realizado por el ser humano con una finalidad estética y también comunicativa, mediante la cual se expresan ideas, emociones o, en general, una visión del mundo, a través de diversos recursos, como los plásticos, lingüísticos, sonoros, corporales y mixtos.”
Tras esta última definición, podemos concluir sin temor a equivocarnos que la jardinería es un arte, como lo es la pintura, la poesía o la escultura, solo que, a diferencia de éstas, se trata, en todas sus acepciones, de un arte vivo.
Imagen de Fran García
Es obvio, por tanto, que llegados a este punto nos preguntemos por qué la jardinería se encuentra tan infravalorada como obra de arte. ¿Es quizás que la sociedad está acostumbrada a convivir con jardines y por tanto se pierde el deslumbramiento producido por la originalidad y/o exclusividad? En caso de considerar afirmativa la respuesta a la pregunta anterior, ¿por qué entonces las largas colas para visitar los jardines de Versalles o de la casa museo de Monet, por ejemplo? ¿Qué tienen que los haga diferentes? ¿Son éstos considerados como obras de arte, a diferencia de los que nos rodean en nuestro día a día? En tal caso, ¿qué determina esta diferencia?
¡Ajardinar es un arte!
Siendo conscientes de que la belleza es subjetiva y que estamos hablando de arte vivo, cambiante, debemos tomar conciencia de que cualquier jardín que encontremos a nuestro paso ha sido concebido con un propósito específico fundamentalmente el de crear un espacio de esparcimiento, belleza y utilidad a los usuarios, pero que también esconde rincones, momentos, que son auténticas obras de arte.
Imagen de Fran García
En un jardín no hay nada ubicado al azar, al contrario, cada especie ha sido seleccionada por una razón concreta (su época de floración, el colorido de su follaje, el porte, el aroma, etc.), para que, combinadas, produzcan un resultado específico en los usuarios, desde la necesidad (como, por ejemplo, la creación de un espacio de sombra) hasta la atracción visual (conseguir que el jardín tenga especies en flor en la mayoría de los meses del año), pasando por la seguridad (evitar especies con espinas o potencialmente venenosas si van a estar ubicadas en zonas de recreo infantil) o el mantenimiento (poda, riego…).
Pero no solo las plantas han sido cuidadosamente seleccionadas, también los espacios han sido estudiados al detalle; es en este punto donde la jardinería se fusiona con otras artes, como la arquitectura. Esta concepción viene de siglos atrás. Desde los egipcios hasta la actualidad, el jardín ha ejercido su influencia en la actividad social y cultural de las poblaciones. La manera de concebir el mundo por parte del ser humano en las diferentes épocas, ha tenido su influencia en cada una de las artes, incluyendo a la jardinería.
Imagen de Fran García
Por ejemplo, los jardines medievales eran fundamentalmente cerrados (hortus conclusus), acordes al pensamiento de la época marcado por el aislamiento y la búsqueda interior, mientras que los jardines renacentistas son abiertos y geométricos en consonancia con la idea de situar al ser humano frente a la naturaleza.
Así pues, cuando paseemos por un jardín, pensemos que estamos inmersos en una obra de arte viva, que somos parte activa de ella, parémonos a contemplar la belleza que esconde, disfrutemos de cada uno de sus rincones y, sobre todo, respetémosla y valorémosla como tal.