Ni rastro de fallas… ¡pero si de flores!
Claveles de todos los colores y de dulce fragancia alegran la ciudad de Valencia, dando el relevo en protagonismo al arte, la pólvora y el fuego tras acabar las fallas. Un tapiz floral de 15 metros os espera en la Plaza de la Virgen durante unos pocos días como resultado de la conocida ofrenda de flores.
Este sábado 19 de marzo, Valencia se cubrió de pólvora y cenizas mientras un millón de personas presenciaban la conocida “cremà” que marca el final de la semana fallera coincidiendo con el día de San José (patrón de los carpinteros). Una noche donde una año más los monumentos artísticos y satíricos que inundaban las calles de la ciudad acabaron reducidos a cenizas por la acción del fuego, dando paso a la llegada de la primavera.
Así pues, ¡qué mejor manera de celebrar el inicio de la estación más bonita del año que con una buena dosis de flores! Y es que, después de una semana de música, arte, pólvora, ruido, aglomeraciones y fiesta, ¡mucha fiesta!, la calma se extiende por la ciudad y no queda ni rastro de los festejos, a excepción de una única cosa… los miles de ramos de flores que las falleras, también con motivo de estas fiestas, ofrecen a la patrona de Valencia, la Virgen de los Desamparados o “Geperudeta” (apodo cariñoso con el que la conocen los valencianos).
Un espectáculo digno de ver que perdurará todavía unos días más en la llamada Plaza de la Virgen, embriagando con su olor a todos los transeúntes. ¿Te animas a visitarlo?
La ofrenda floral
Mucho se ha hablado del origen de las fallas, pero la versión popular dice que todo empezó con las hogueras que el gremio de carpinteros organizaba cada 19 de marzo por la noche, en honor a su patrón, donde quemaban trastos viejos, restos y otros objetos de madera. Todo para celebrar el fin del invierno en un acto de renovación de sus talleres de cara a la primavera.
Objetos entre los que se encontraban también los llamados “parots”, soportes de madera de donde colgaban sus candiles (que ya no iban a necesitar hasta el próximo invierno) y que con el paso del tiempo fueron moldeados hasta adquirir forma humanoide y convertirse en las figuras conocidas actualmente como ninots que componen los monumentos falleros.
Pero, ¿y la ofrenda de flores que tiene que ver en todo ésto? Parece ser que fueron unas clavariesas las que lo empezaron todo a principios de los años 40, cuando llevaron unos ramos de flores a la Basílica de Valencia, en concepto de ofrenda a la virgen. Un acto al que, con el paso de los años, decidieron sumarse las comisiones falleras y las bandas de música, coincidiendo con la semana fallera.
Las largas colas que se formaban en la Basílica obligaron con el paso de los años a establecer unas normas y trasladar las ofrendas al exterior de la misma, a unos bastidores de madera construidos para la ocasión y donde cada fallera podía depositar su ramo sin problema, además de cestos de cestos de flores anexos. Acto que además se repartiría en dos días concretos, el 17 y 18 de marzo, y al que había que acudir, sí o sí, con la vestimenta tradicional de fallera y circulando por unas vías de acceso pautadas.
No fue hasta finales de los 80 cuando, por encargo de la Junta Central Fallera, el artista fallero José Azpeitia, elaboró un busto de la Virgen y el niño Jesús sobre un bastidor de madera de 15 metros de altura sobre el que a partir de ese momento se depositarían las flores, confeccionando un colorido y fragante tapiz.
Y desde entonces, cada año más de 100.000 falleros participan en esta ofrenda a la Virgen diseñando creando un dibujo diferente y original para cada edición. El diseño elegido cada vez corre a cargo de Pedro llorca Lardies y es trazado sobre el bastidor con cuerda de pita para que los voluntarios encargados colocarlos, “Els vestidors de la Mare de Déu”, puedan utilizarla como guía. Además es el secreto mejor guardado de las fiestas y no suele desvelarse hasta unos días antes de la ofrenda.
¡Ojo spoller! Si aún no lo sabes, este año 2016, los colores blancos predominarán en el manto que esconderá además una imagen de San Vicente Ferrer. Así que si estás por Valencia, aprovecha estos días siguientes a la semana fallera y acércate a disfrutar de esta bonita tradición orgánica que sobrepasa con creces el fervor religioso. La encontrarás ocupando toda la Plaza de la Virgen, y si te pierdes por el centro histórico de Valencia, ¡no te preocupes! Seguro que una vez en la plaza de la reina, junto al Miguelete, eres capaz de seguir el rastro de los 60.000 ramos de flores que han participado este año.
Los claveles, los verdaderos protagonistas
Hay un detalle que no os hemos contado y que nos hemos guardado para el final. Y es que los ramos de flores de la ofrenda siempre están formados exclusivamente por claveles. ¿Y por qué os preguntaréis? Pues varios motivos son los que convierten a los claveles en los reyes de la ofrenda floral fallera.
Por una parte, su gran versatilidad cromática, pudiendo encontrar flores de multitud de colores. Rojos, amarillos, blancos, rosas e incluso variegados, que permiten más combinaciones a la hora de elaborar un diseño.
Por otra, su origen mediterráneo. Si bien es cierto que como es una planta herbácea bastante rústica se ha conseguido cultivar en mucho lugares del mundo, necesita de bastantes dosis de sol para crecer en todo su esplendor.
Así que siempre se cultivará de forma más eficiente en ciudades como Valencia, que forman parte de la cuenca mediterránea, de donde es natural la especie original. Un clavel silvestre que tras multitud de hibridaciones y procesos de selección natural ha dado lugar a la especie comercial actual, Dianthus caryophyllus, y sus numerosas variedades.
Pero, en realidad las cualidades principales que más atraen de los claveles son su intensa e irresistible fragancia, su extensa época de floración y la gran duración de sus flores una vez cortadas. Por todo ello no es de extrañar que esta pequeña flor se halla convertido sin lugar a duda en todo un símbolo en la ciudad para dar la bienvenida a la primavera. ¡Feliz cambio de estación!