Jardinería

24 Nov 2015

¡Ajardinar sí, pero de forma sostenible!

Jardí Botànic de Barcelona

En el contexto del proyecto europeo ECOPLANTMED, el Botánico de la Universidad de Valencia acoge un encuentro de expertos en jardinería ecológica y mediterránea.

Jardineros, paisajistas, biólogos, viveristas, proyectistas y demás profesionales que trabajan en el campo de las plantas y su utilización en nuestras ciudades y jardines, se reunieron el pasado jueves 19 de noviembre en el Jardín Botánico de la Universidad de Valencia a través la jornada “Jardinería ecológica e infraestructura verde en entornos urbanos y periurbanos”.

 

Un encuentro para hablar de como gestionar los espacios ajardinados que nos rodean, a través de criterios sostenibles que nos ayuden a mejorar la calidad ambiental de nuestro entorno más cercano. Promovida desde el CIEF (Centro para la Investigación y Experimentación Forestal) y la Asociación Española de Paisajistas, la jornada ha contado con la colaboración tanto de instituciones públicas como el Ayuntamiento de Valencia, la Generalitat Valenciana y el Jardín Botánico de la Universidad de Valencia, así como de otras entidades como Asociación Española de Jardinería Ecológica o VAERSA.

 

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De izquierda a derecha, Julià Álvaro (Conselleria de Medi Ambient), Pilar Soriano (Ajuntament de València), Antoni Marzo (director general de Medio Natural y de Evaluación Ambiental) e Isabel Mateu (Directora del Jardí Botànic)

Todo ello enmarcado en el proyecto europeo ECOPLANTMED, que pretende favorecer el “Uso ecológico de plantas autóctonas para la restauración medioambiental y el desarrollo sostenible en la región mediterránea”.

¿Qué es eso de la jardinería ecológica?
Jardinería ecológica, xerojardinería, jardinería sostenible, jardinería mediterránea, jardinería con planta autóctona, ¿es todo lo mismo? ¿se rigen por los mismos criterios?¿cúales son en realidad los principios de la jardinería ecológica? Jaime Güemes, conservador del Botánico de la UV, nos hace reflexionar al respecto.

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El uso de las cajas nido, una práctica habitual en la jardinería ecológica, favorece el aumento de las poblaciones de aves y con ello de la bioversidad.

En el campo de la biología de la conservación de especies se trabaja en torno a cuatro objetivos concretos: Mantener la diversidad natural encontrada en los sistemas vivos (diversidad biológica); Mantener la composición, la estructura y el funcionamiento de esos sistemas naturales (integridad ecológica); y Mantener su resiliencia y capacidad de persistir en el tiempo (salud ecológica). Sin embargo, en el campo de la jardinería ecológica, concepto más reciente, no parece haber unanimidad a la hora de establecer unos principios generales. Hay mucha información publicada que puede resultar confusa y vinculada no siempre a las mismas prácticas o usos. Por tanto, de la misma forma que en agricultura ecológica se ha de cumplir una serie de requisitos para poder garantizar este tipo de técnica, la jardinería ecológica debe definir de forma más clara los suyos propios.

 

En este sentido surge la Asociación Española de Jardinería Ecológica (AEJE), para dar asesoramiento y marcar unas pautas y técnicas básicas que garanticen la creación de espacios verdes sostenibles, tanto a nivel ambiental como social y económico, comenta Paco Marco (presidente de la AEJE). Verdaderos ecosistemas que favorezcan los procesos ecológicos naturales, que aúnen la mayor diversidad biológica posible, no sólo de flora sino también de fauna y microorganismos, que conecten a nivel físico y paisajístico con los espacios naturales circundantes, que fomenten el uso de plantas y materiales locales, que mejoren la calidad ambiental de nuestros espacios urbanos y periurbanos a través de un mantenimiento que excluya los productos químicos de síntesis y siempre fomentando las actividades de participación ciudadana y educación ambiental que nos vinculen a ellos. 

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La jardinería ecológica va más allá de la propia utilización de planta autóctona, explica Marco, y está claro que hay que favorecer el uso de plantas locales ya que están bien adaptadas al territorio en el que trabajamos. Pero también podemos utilizar plantas exóticas, sin carácter invasor, que estén adaptadas a condiciones climáticas similares y que nos ayuden a aumentar la diversidad. Por otra parte, tenemos que reducir nuestra huella ecológica, basta ya de utilizar químicos de síntesis y contaminar el medio urbano en el que vivimos. ¡Nosotros también somos naturaleza! Y para ello hay que entender los jardines como algo dinámico, no algo que debe tener siempre la misma apariencia a base de eliminar hierbas adventicias y realizar trabajos de poda.

 

La mejor manera de comprender la necesidad de proyectar y mantener los jardines de forma ecológica es constatar que el ser humano se ha dedicado en la mayoría de los casos a modificar el ambiente y muy poco a entender la naturaleza. Hablemos de fitosociología por ejemplo, si dos especies se desarrollan habitualmente juntas en el medio natural ¿Por qué no probarlo en la jardinería? De hecho, simplemente conociendo mejor la biología y las interacciones entre especies, podemos utilizar plantas para mejorar el estado de salud de otras, reduciendo así la proliferación de plagas y enfermedades, o para repeler el crecimiento de plantas adventicias indeseables, evitando así el uso indiscriminado de herbicidas, insecticidas y fungicidas.

 

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Por eso también hay que fomentar el conocimiento de las plantas desde el mismo espacio verde, a través de diferentes proyectos de participación social y educación ambiental. Un buen ejemplo de todo ésto es el Parque de los sentidos de Noaín (Navarra) del que ya nos habló Paco Marco en la revista espores.

Tenemos que entender mejor los procesos que se desarrollan en la naturaleza y así reproducirlos en nuestros parques y jardines ¡Eso es jardinería ecológica! Y para ello jardineros, botánicos y paisajistas han de trabajar juntos en busca de la identidad propia de cada espacio urbano.

Promoviendo el uso de plantas autóctonas
Cofinanciado por la Unión Europea a través del Programa IEVA CT Cuenca Mediterránea, el proyecto ECOPLANTMED pretende contribuir a reducir la pérdida de biodiversidad y promover un modelo de desarrollo sostenible en todo el territorio de la cuenca.

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Y es que la cuenca mediterránea es una de las regiones con mayor biodiversidad del planeta y la tercera con más diversidad de plantas. Cuenta con más de 25.000 especies de las cuales la mitad no se encuentran en ninguna otra parte del mundo, pero el problema es que únicamente un 5% de la superficie de los hábitats naturales alberga vegetación relativamente intacta, sobre todo debido a la acción negativa de la actividad humana.

En este sentido ECOPLANTMED pretende contribuir a reducir la pérdida de biodiversidad y promover un modelo de desarrollo sostenible en la región mediterránea, fomentando la conservación de las especies autóctonas y promocionando su uso en las restauraciones de hábitats y en el sector de la producción de planta. El uso de especies autóctonas podría aumentar la resiliencia de los ecosistemas frente al cambio climático y evitar la proliferación de especies alóctonas invasoras.

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Para ello busca la colaboración entre bancos de semillas, institutos de investigación e instituciones implicadas en la conservación y la gestión de plantas autóctonas, a lo largo de los diferentes países mediterráneos. Una muy buena idea en principio pero que conlleva otra serie de riesgos que hay que tener en cuenta y sobre los que Jaime Guëmes, el conservador del Jardín Botánico de la Universidad de Valencia, reflexionó durante la jornada.

Lo primero es tener claro el concepto de planta autóctona, que no es más que aquella originaria del sitio donde se desarrolla o crece. Después para determinar que especies vegetales son autóctonas de la cuenca mediterránea debemos estudiar si su distribución natural coincide con este área. El problema es que el territorio del que hablamos es bastante amplio, así que a la hora de plantearnos una restauración o ajardinamiento con planta autóctona deberíamos ir un paso más allá y utilizar semillas de especies que hayan crecido en esa localidad o región concreta. Debemos trabajar con ejemplares locales, así evitaremos las posibles hibridaciones y contaminaciones genéticas que se puedan dar en el medio natural más cercano.

 

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Y es que dos lavandas, aún siendo las dos mediterráneas, no pueden utilizarse indistintamente en cualquier parte de la cuenca. Por ejemplo, si traemos una de la zona más oriental, saltándonos las barreras físicas naturales, y se escapa al medio natural, ésta puede llegar a convertirse en competidora de la lavanda propia de aquí e incluso hibridarse con ella. Hay que recordar que así como en el caso de los animales, los descendientes del cruce entre dos individuos de diferentes especies son estériles, en el caso de los vegetales no. De manera que estos híbridos podrían acabar sustituyendo a las poblaciones naturales originales, por no hablar del desastre que supondría si afectara a especies endémicas o amenazadas.

Además, este tipo de invasiones son incluso más peligrosas que las de plantas exóticas y es que son muy difíciles de detectar, de ahí que sean conocidas como “invasiones silenciosas”. Güemes propone por tanto una certificación de la semilla y de las plantas para su uso en jardines, de la misma manera que se hace en reforestación forestal. Así sabríamos de su origen y garantizaríamos su genética local. Por tanto, reforestación con planta autóctona sí, pero con cuidado.

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Pero el otro gran problema que nos encontramos al intentar apostar por lo autóctono es precisamente la falta de acceso a semillas y plantas locales. En los viveros hay poca variedad de especies, pocos ejemplares y además los que hay suelen ser de origen más lejano de lo que debería. El motivo es que faltan protocolos de producción, y asesoramiento y apoyo por parte de los institutos de investigación y conservación, comentan los viveristas a través de la Asociación Profesional de Flores, Plantas y Tecnología Hortícola de la Comunidad Valenciana (ASFPLANT) que demanda una mayor transversalidad.

Emilio Laguna (Director general del departamento de Medio natural y Evaluación Ambiental de la Consellería de Medio Ambiente de Valencia) comenta que nuestra flora posee una alta potencialidad de especies de gran valor ornamental que se podrían usar perfectamente en jardinería. Incluso para algunos tipos de especies la no adición de productos de síntesis en el mantenimiento, que se practica en la jardinería ecológica, podría ser la única forma adecuada de cultivo.

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Un ejemplo, nuestra orquídeas autóctonas se asocian con micorrizas, un tipo de hongos y por tanto sensibles a los fungicidas, así que sin duda tendrían problemas de supervivencia en los jardines de tipo convencional. Además, de entre todas esa especies posibles, podrían tener especial interés aquellas que siendo exclusivas (endemismos) poseen una distribución más amplia para evitar los riesgos genéticos que comentábamos antes. En el caso del territorio valenciano, 2/3 de las 400 especies endémicas ibéricas e iberobaleáricas que tenemos, cumplen con este requisito.

En el CIEF se han experimentado protocolos de germinación y viverización de bastantes especies. Algo que ya podría servir de guía a los productores de planta que estuvieran interesados y un primer paso hacia la colaboración en este sentido. Además, jardines mediterráneos tan importantes y bien consolidados como son el Jardín Botánico de Barcelona o el Jardín de la Albarda, en Pedreguer (Alicante), se constituyen como un modelo a seguir y en centros de asesoramiento en cuanto a técnicas de riego, asociaciones vegetales y mantenimiento general de este tipo de jardines.

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Pero para acabar de rizar el rizo, además de generar este tipo de protocolos, habría que crear una buena campaña de comunicación que genere una demanda por parte de los ciudadanos y empresas del sector, ya que hoy por hoy, comentan los viveristas, no sale rentable apostar por este tipo de producción a gran escala. Una propuesta divulgativa muy interesante desde el punto de vista botánico ya que, como bien apunta Isabel Mateu, directora del Jardín Botánico de la Universidad de Valencia, la jardinería con planta autóctona nos ayuda a conocer y comprender nuestra propia flora y con ello podría aumentar el aprecio por la vegetación y su conservación.

¡Aprendamos de la naturaleza! Por unas ciudades más amigables
Está claro que para que nuestros núcleos urbanos funcionen y nos proporcionen los servicios necesarios, tenemos que crear infraestructuras, que no son más que sistemas que utilizamos para resolver problemas o necesidades tales como el abastecimiento de agua, el manejo de las aguas residuales y de lluvia, las fuentes de energía o las propias carreteras, comenta Rafa Narbona (Presidente de la Asociación Española de Paisajismo).

 

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El problema es que, por lo general, en nuestras ciudades se ha utilizado demasiado hormigón y acero para solventar esas necesidades, se ha apostado por las infraestructuras conocidas como grises. Se ha impermeabilizado suelos y arrinconado a las especies vegetales ahogando a las ciudades y convirtiéndolos en lugares hostiles para vivir. Son demasiado compactas y presentan niveles no deseables de contaminación.

 

Las ciudades tienen que respirar para que nosotros también podamos hacerlo, así que hay que revisar el diseño urbano actual para mejorar nuestra calidad de vida y conseguir ciudades más habitables. Pero necesitamos un proyecto de diseño a largo plazo, que no dependa de los cambios políticos como ocurre ahora, que basada en el paisajismo, la creatividad y la ecología. Para ello Narbona propone el fomento progresivo de infraestructuras de tipo verde frente a las grises, ya que utilizan como materia prima los propios sistemas naturales, proporcionando múltiples ventajas.

 

Esta nueva estrategia pasa por evaluar los recursos de los que disponemos, detectar los problemas y las necesidades de los ciudadanos, y promover nuevas propuestas que sean sostenibles, dinámicas, secuenciales, flexibles, conectivas, multifuncionales, con identidad y favorecedoras de la biodiversidad y la participación social. Un buen ejemplo de ello es el caso del Anillo verde Vitoria-Gasteiz, que fue explicado durante la jornada por el técnico J.A. González Tejedo. 

 

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Este espacio periurbano se ha convertido hoy por hoy en una pieza clave de la infraestructura verde de la ciudad y que la llevó a ser elegida como capital verde europea en 2012. Entre otras cosas, el anillo incluye una zona de reforestación y sustituye los céspedes por praderas, en las que se establecen herbáceas espontáneas con siegas episódicas que permiten la aparición de especies de gran interés como las orquídeas silvestres.

González señala la relevancia de comunicar, emocionar e implicar a la ciudadanía desde un principio para acabar de completar el proyecto. Por otro lado promueve el hecho que en la zona periférica se realice una agricultura ecológica en los suelos con titularidad privada.

 

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¿Y en el caso de la ciudad de Valencia? ¿En qué punto nos encontramos ahora y hacia donde nos dirigimos después del reciente cambio político? Juliá Álvaro (Secretaría Autonómico de Medio Ambiente y Cambio Climático) y Pilar Soriano (Concejalía de Parques y Jardines, y Calidad Ambiental). Nos hablan de un nuevo proyecto regido por criterios sostenibles para nuestra ciudad, donde las infraestructuras verdes tendrán un papel clave.

Actualmente y de forma general, los jardines de Valencia están aislados entre sí y tienen una función principal de carácter ornamental. Por ello, se plantea un nuevo modelo de gestión que los convierta en una sucesión de hábitats conectados entre sí y con el medio natural circundante, que mejoren la calidad ambiental, que permitan el establecimiento y desarrollo de la biodiversidad local y que favorezcan el uso y disfrute de los ciudadanos para todo tipo de actividades.

 

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En los espacios verdes ya consolidados plantean la necesidad de desarrollar modelos de gestión específicos. Por ejemplo, mientras que en los jardines históricos ya consolidados se apostará por mantener las especies que le dan identidad, en el resto se irán incorporando de forma progresiva especies autóctonas o mejor adaptadas a nuestro clima. Y en los espacios todavía por ajardinar, se tomará como referencia el modelo de gestión sostenible y mediterránea utilizado ya en parques como los de Marxalenes y en la Rambleta.

 

En cuanto a los pequeños solares sin utilizar que se reparten a lo largo de la ciudad, se pretende fomentar su utilización como huertos urbanos y espacios culturales al aire libre, como en el caso del conocido solar Corona en el barrio histórico de la ciudad. Un respiro necesario sobre todo para los barrios con menos acceso a espacios verdes. Una línea que va en consonancia con el proyecto paralelo de crear una zona perimetral, nuestro propio anillo verde, de huertos urbanos que recupere por fin el dañad patrimonio de la “huerta valenciana” y le otorgue además un nuevo uso de carácter cutural.

 

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Por último comentan que la ciudad se tiene que ir haciendo entre todos para poder hacerla nuestra y para tomar conciencia de que es la casa de todos, por ello también apostarán por la participación ciudadana a través de las asociaciones vecinales, en las diferentes fases de los proyectos.

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