Un jardín flotante cargado de historia
Semillas del cambio rescata las numerosas semillas que durante años se han acumulado en el puerto de Bristol debido a las de lastre de los barcos. Un proyecto pionero en el Reino unido que convertirá un antiguo navío en todo un jardín flotante.
Cuando la diseñadora Gitta Gschwendtner y la artista Maria Thereza Alves decidieron crear el jardín flotante “Semillas para el cambio” lo hicieron con un objetivo claro, preservar y revivir las semillas que habían quedado adeheridas a los buques del puerto de Bristol, uno de los centros comerciales más importantes de Inglaterra y de Europa durante el siglo XIX. De esta forma, según los expertos, sería posible hacer una reconstrucción de la historia naval de la ciudad.
Las aguas de lastre son empleadas en navegación marítima para procurar la estabilidad de un buque. Esta técnica fue desarrollada a principios del siglo XIX, y consiste en la toma directa de agua del entorno en el que se encuentra el buque en ese momento, para la inundación total o parcial de unos depósitos especialmente diseñados para ese fin dentro del casco, que añaden peso y estabilidad al navío. El proceso puede invertirse, es decir, que el agua puede también ser expulsada.
Este agua, con un peso equivalente aproximado de hasta 100.000 toneladas, incluía sedimentos, seres vivos y todo tipo de microorganismos que eran transportados de un lugar a otro por el buque. Teniendo en cuenta que generalmente hacían recorridos de largo alcance e intercontinentales, podemos suponer que las aguas de lastre transportaban a los polizontes a miles de kilómetros de distancia.
Con el paso de los años, la técnica de las aguas de lastre se ha destapado como un problema medioambiental de primer orden. En muchos casos se introducían artificial especies exóticas en los ecosistemas, que podían comportarse como invasoras rompiendo el equilibrio ecológico y entrando en competencia con las especies autóctonas.
Un ejemplo claro en nuestro país fue la introducción del mejillón cebra Dreissena polymorpha, una especie originaria del mar Caspio y del Mar Negro muy invasiva que ha acabado con gran parte de la población vegetal y animal de distintas zonas de la cuenca del Ebro. Por tanto, este tipo de prácticas fueron totalmente prohibidas a partir de los años noventa.
El jardín Semillas para el cambio
El puerto de Bristol estaba considerado junto con el de Liverpool uno de los más importantes del Reino Unido hasta el siglo XX, se estima que el tráfico era de unos 2.000 barcos anuales que transportaban mercancías o esclavos desde desde Inglaterra hasta África, y de África a Norteamérica. Los esclavos eran vendidos en las Indias Occidentales, donde eran intercambiados por azúcar de las plantaciones de caña. Una vez en el Caribe regresaban de nuevo a Bristol. Este eje Bristol-África-Caribe-Bristol era continuo, vaciando y cargando agua en cada uno de los destinos. ¿Os imagináis la cantidad de semillas que podían transportarse de un puerto a otro sin ningún tipo de control?
Maria Thereza Alves descubrió junto con un grupo de expertos de la Universidad de Bristol, que las semillas que provenían del lastre de los buques podían permanecer latentes durante cientos de años en el sedimento de los ríos y que al excavar en ellos podían recuperarse para hacerlas germinar y convertirlas en plantas. Así comenzó este proyecto de recuperación, en colaboración con el Jardín Botánico de la ciudad y el Ayuntamiento de Bristol, que pretende construir un jardín flotante cubierto por todas estas plantas como testigo de las relaciones comerciales navales que la ciudad entabló a lo largo de su historia.
Un pequeño reducto de la vegetación de todos los lugares exóticos que recorrieron, con especies como la arañuela, Nigella damascena, orininaria del norte de África y de la cuenca mediterránea, el almorejo, Setaria viridis, un tipo de mijo de las zonas templadas y cálidas de Eurasia, la kiwicha, Amaranthus caudatus, de la América tropical, o incluso la higuera, Ficus carica, que se distribuye también por toda la cuenca mediterránea llegando hasta la República de Turmenistán y Afganistán.
Para crear este jardín se ha reutilizado una barcaza de grano en desuso en la que se han ido recopilando todas las semillas de lastre encontradas hasta la fecha, en su mayoría no nativas de la zona. Con respecto al riego, se bombea directamente desde río, y la iluminación artificial funciona a través de paneles solares. Prácticas sostenibles que culminan con la utilización de un material de construcción ecológico a base de pino, tratado con una aceite no tóxico para preservarlo de la intemperie. La arquitectura del jardín trabaja con las limitaciones estructurales de la plataforma pero el visitante puede disfrutar del curioso diseño paisajístico del botánico mientras recorre la ciudad a través de las excursiones programadas que empezarán a realizarse esta primavera.