El Jardín que resiste al frío
El de Tromso es el Jardín Botánico más al norte del planeta. En él viven más de 5.000 especies árticas y de montaña que pueblan la costa de Tromso, un lugar que las corrientes cálidas convierten en un microclima ideal para el cultivo de plantas resistentes al frío.
Su situación a 70º de latitud norte asemejaría, en condiciones normales, el clima de Tromso al de Alaska. La vida vegetal, ante condiciones de temperatura tan extremas, es mínima y por lo tanto sería difícil pensar en la existencia de un Jardín Botánico al aire libre en medio de esas características meteorológicas. Sin embargo, el caso del Jardín de Tromso es completamente diferente. Allí hay un Botánico al descubierto y especializado en plantas resistentes al frío, así en sus jardines y rocallas podemos encontrar la mayoría de las plantas que pueden encontrarse del Ártico y muchas otras de las que pueblan las cumbres alpinas de las montañas del mundo.
¿Qué hace a Tromso tan especial? Su clima. Hasta este rincón del norte de Noruega llega, gracias al mar, una rama de la corriente del Golfo asciende por Europa llegando hasta sus costas y llevando hasta el lugar aguas del Ecuador. Esta circulación cálida suaviza el clima de esta zona, lo que permite que en lugar de los hielos constantes y la rala cubierta de líquenes y turbas que puebla la tundra ártica, crezcan también árboles. Los que son autóctonos de la zona son alisos, serbales, arces, pinos silvestres, abetos y abedules. El jardín es excepcional, viven más de 5.000 especies de todo el mundo.
Rododendros
Un jardín utópico
Si analizados la vida de este jardín inaugurado en el año 1994, veremos que está lleno de particularidades. Tienen política de puertas abiertas y los ciudadanos acceden al jardín en cualquier momento y pueden abastecerse de las plantas. En esta zona del planeta reina el llamado sol de medianoche, y en los meses de mayo a julio el astro rey no llega nunca a ponerse. Sin embargo, entre noviembre y febrero reina la completa oscuridad. Esto hace que el Jardín Botánico esté a pleno rendimiento únicamente seis meses al año. El resto, la nieve lo inunda todo y las tareas de conservación e investigación se paran.
Las plantas provienen del intercambio de semillas con otros jardines del mundo y la colección del Jardín se ordena por continentes. Son destacables entre sus colecciones el surtido de rododendros (un planta silvestre que tapiza los bosques alpinos y es similar a las caseras azaleas) uno de los mayores del mundo, con más de 100 especies distintas. También es abundante la colección de serbales, un árbol amante de ambientes frescos y húmedos, y del cual en España tenemos la especie Sorbus aucuparia, trepado a las montañas más frías. En Tromso el número de especies de este árbol se multiplica considerablemente, hasta veinte son las especies que crecen venidas de los cinco continentes.
Sorbus aucuparia
Sin embargo la joya del jardín es la Ranuncus wilanderi, una especie natural de las islas Svalbard, en el Ártico noruego. En todo el mundo, esta flor sólo existe en un único punto de esas islas y se estima que en todo el planeta viven los 51 ejemplares que se encuentran en el jardín.
Gentiana hexaphylla
Lewisia rediviva
Amapola azul del Himalaya
Pero este no es el único ejemplar de interés especial en Tromso. La colección de prímulas es única en el mundo. Se cultivan 100 de las poco más de 400 especies de esta planta que existen en todo el mundo. Cinco de ellas son endémicas de Noruega, 30 de zonas de Europa como Rusia y el Cáucaso, pero también se encuentran en Norteamérica y en Asia, especialmente en la zona del Himalaya. El cultivo de prímulas es muy importante por sus usos, ya que son ricas en ácidos grasos, lo que proporciona energía, aíslan los nervios, colaboran en el mantenimiento de la temperatura corporal, forman parte de estructuras celulares y son vitales para el metabolismo.
Saxifraga fernandi-Coburgi “Dracula”
El jardín tiene funciones de recreo y exposición, pero también científicas. Trabaja para conservar y reproducir plantas escasas del mundo, y para preservar material genético en el caso de que se perdieran en su lugar de origen.